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Isabel Muñoz: "Hubo  cielo e infierno en Belchite, por eso busco siempre la belleza"

Es una de las grandes fotógrafas españolas: viajera y sensible, investigadora del cuerpo, impartió un taller en Belchite y proyecta una serie  

Isabel Muñoz ha impartida un taller en Belchite para doce fotógrafos y va a realizar un proyecto personal.
Isabel Muñoz ha impartido un taller en Belchite para doce fotógrafos y va a realizar un proyecto personal: 'El baile de la memoria'.
A. C. /Heraldo.

Isabel Muñoz viene de Belchite donde ha vivido una experiencia fascinante: la de sentir ese espacio y su atmósfera, y la de impartir, en medio de las ruinas, un taller de fotografía para doce personas con dos bailarines de danza butoh, invitada por la Asociación Territorio Goya. Nacida en Barcelona en 1951, es puro entusiasmo, vitalidad y amor a la vida. Uno de sus anfitriones ha sido el artista Ricardo Calero, que tiene casa en Fuendetodos. Las primeras palabras fueron para él: “Me ha encantado. Nos conocíamos poco. Y cree en el ser humano, en la belleza, en la capacidad de hacer cosas. Ha sido una experiencia llena de emoción”, explica la fotógrafa. Ha sido galardonada en dos ocasiones con el World Press Photo y el Premio Nacional de Fotografía de 2016. Ayer también era distinguida por la Real Sociedad de Fotográfica de Zaragoza, que cerraba el primer centenario de su fundación.

Impresiona Belchite, ¿no?

Claro, yo nací en Barcelona en 1951, aunque llevo ya muchos años en Madrid, y soy niña de la posguerra. Entonces, yo creo que en todas nuestras familias ha habido personas de un bando y de otro.

¿Sabía mucho de Belchite y de su aventura dramática en la Guerra Civil?

Lo que yo sabía de alguna manera es que era un pueblo pequeño que se había resistido y donde había habido un drama tremendo por ambos lados. Pero no lo conocía muy bien. Cuando me invitaron desde la Asociación Territorio Goya vine porque para mí Zaragoza, desde muy pequeña, era importante. Cuando veníamos de Barcelona siempre parábamos en la basílica del Pilar.

¿Parábamos?

Sí, sí. Mis padres y mis cuatro hermanas. Me acuerdo de que nuestra madre nos decía, «si está la Virgen del Pilar con el manto verde, le podéis pedir todo lo que queráis». Pero siempre pasábamos y nunca estaba la Virgen del Pilar con el manto verde. Para nosotras eso siempre era como una promesa, una ilusión.

¿Y al final le ha pasado?

En cierto modo, sí. Vine cuando se hizo el proyecto de Goya en varias localidades, y a mí me tocó Letux. Luego con el proyecto ‘Somos agua’, que se expuso en un lugar tan bonito como los Depósitos del Pignatelli, y ahora esto: el taller y el proyecto que quiero hacer y exponer en Belchite. Yo no soy Gervasio Sánchez, tan admirado, no he estado en lugares en conflicto, pero primero me sorprendió porque me di cuenta que para mí ya no era un pueblo. De alguna manera realmente la muerte se veía representada.

Isabel Muñoz da explicaciones en el interior de una iglesia a un joven fotógrafo.
Isabel Muñoz da explicaciones en el interior de una iglesia a un joven fotógrafo.
Ricardo Calero.

Si esas piedras hablaran...

Pensamos que las piedras no tienen vida y sí la tienen. Los espacios están poblados por las personas que los vivieron. O sea, yo creo como los japoneses que volvemos en forma de energía, o lo que sea, gracias a los sitios donde hemos vivido. Y esas energías las noto. Incluso a veces hasta te rompen la cámara, como a mí me ha pasado.

Y entonces, cuando fue por primera vez a Belchite, ¿qué le pasó?

Me dije: «Quiero hacer un trabajo sobre Belchite». Porque me di cuenta que, para mí, la memoria es una de las cosas que realmente están presentes en mi vida y en mi trabajo. Vi que en Belchite estaba la memoria de lo que fue un momento muy duro para el pueblo español.

"Creo que las cuatro cosas que sabemos, que conocemos a lo largo de la vida, está bien compartirlas. Para mí es una necesidad. La fotografía es una forma de amar. Es algo mágico"

Ya tenía la experiencia de sus trabajos en Japón. Con la danza butoh. El paralelismo con Belchite parece evidente. Creo que la danza butoh surge casi como una terapia de los efectos de la bomba atómica.

Claro. Por eso. Yo siento Belchite, de alguna manera, porque me di cuenta que lo quería contar de la misma forma mediante la danza butoh, que nace sí como una forma de alivio o de terapia. Fueron varios intelectuales, entre ellos Yukio Mishima, quienes impulsaron esta danza; lo que pretendían era canalizar, claro, el dolor de las dos bombas atómicas, pero también, que es otra de las historias que nos han contado también de otro modo, lo que debió de ser para el pueblo japonés, que nunca habían sido vencido y que todavía creía que su emperador era un dios. Pensé, ¿cómo contaría eso, trasladado a Belchite?

¿Y qué se respondió?

He querido y quiero acercarme con mucho respeto. Lo que allí se vivió fue muy duro. Hubo mucha muerte y mucho sufrimiento, también hubo historias de heroísmo e historias de amor. Entonces, yo también quería contar esas historias.

¿Ha llegado a documentar esas narraciones o recuerdos?

Estoy empezando. De hecho, hoy, porque no solo quería hacerlo a través de la danza butoh, sino quería tener los testimonios de las personas, por un lado, que continúan vivas. Hoy mismo he podido estar con Josefina, 98 años, y con su hijo. Tiene la cabeza como usted y como yo. Quiero hacer toda una pieza con los distintos testimonios, mirando a cámara…, algo muy sencillo y a la vez muy hondo, mirándote y contándote, en este caso, como era aquella nenita que recibió un tiro en la pierna. Había venido para impartir el taller, pero ahora me interesa mucho Belchite y quiero hacer un trabajo con el máximo de testimonios y con mis fotos de danza, retratos... Se titulará 'El baile de la memoria'. He tenido la oportunidad de trabajar con doce personas, doce fotógrafos, y con dos bailarines haciendo butoh, y les he motivado para que cada uno de ellos libremente haya podido expresar lo que es su historia y su visión. Eso es importante…

Algunos momentos en los que los dos bailarines de danza butoh trabajaban con los fotógrafos.
Algunos momentos en los que los dos bailarines de danza butoh, con sus telas rojas, trabajaban con los fotógrafos.
Ricardo Calero.

¿Por qué?

Porque yo de verdad creo que la fotografía es compartir. Compartir este privilegio: es un privilegio poder trabajar con la libertad. Intento no ser egoísta. Creo que las cuatro cosas que sabemos, que conocemos a lo largo de la vida, está bien compartirlas. Para mí es una necesidad.

Le he leído que la fotografía para usted es un acto de amor.

Es que lo es. Y es una forma de amar. Es algo mágico. Pensé que a través de esa tela roja, que llevan los bailarines, que significa tanto en Japón como para nosotros, podríamos ofrecer una serie de imágenes dentro de esos lugares. He trabajado en la iglesia que fue hospital. Y luego en la otra iglesia también.

Ha dicho una cosa que quizá se pueda trasladar aquí: que ha conocido el cielo y el infierno en su trabajo.

No lo dude. Y aquí también. Claro que ha habido cielo y infierno aquí. Aquí pelearon hermanos contra hermanos. Por eso para mí Belchite no tiene color. El infierno es indiscutible, lo sabemos, pero también se vivió el cielo. Pienso en esa niña a la que le pegan un balazo y los mismos que están a punto de matarla la cuidan y la salvan. Me gustaría también contar esas otras historias que han existido. El cielo y el infierno están juntos siempre y los fotografío, por eso busco la belleza siempre.

"Hasta cuando estás en tus momentos de oscuridad, siempre miras a la luz. Y entonces la belleza y el arte están ahí"

Me viene al pelo. Se dice que usted es una fotógrafa preocupada por la belleza.

Más que preocupada por la belleza, estoy preocupada porque necesito soñar y necesito ver la vida, creo que como todos, con luz y con esperanza. Hasta cuando estás en tus momentos de oscuridad, siempre miras a la luz. Y entonces la belleza y el arte están ahí.

¿Goya formaba parte de su imaginario?

Yo creo que Goya forma parte del imaginario de los españoles. Goya ha sido para mí, de entre los pintores, el primer fotógrafo. Y por supuesto me ha marcado, como Velázquez, Valdés Leal y, por supuesto, Rembrandt. Goya es único.

Ricardo Calero fue uno de los anfitriones de Isabel Muñoz, que ha descubierto la magia, la memoria y el dolor de Belchite.
Ricardo Calero fue uno de los anfitriones de Isabel Muñoz, que ha descubierto la magia, la memoria y el dolor de Belchite.
A. C./Heraldo.
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