El legado del último fotógrafo ‘al minuto’ de Zaragoza busca un sitio donde brillar para siempre

Los nietos de Ángel Cordero lanzan un ofrecimiento para ceder gratuitamente una cámara y tres de sus caballitos a la institución que los cuide y ponga en valor.

Francisco y Belén Cordero, nietos del fotógrafo, con una de sus cámaras y uno de sus caballitos
Francisco y Belén Cordero, nietos del fotógrafo, con una de sus cámaras y uno de sus caballitos
Oliver Duch

Uno de los personajes más entrañables de la Zaragoza del siglo XX fue Ángel Cordero, profesional que estuvo haciendo fotografías ‘al minuto’ (al instante) en la plazuela trasera de la Lonja entre 1925 y 1978. Fue el último de estos fotógrafos en activo en la capital aragonesa.

Y buena prueba de lo hondo que caló (¿quién, si peina canas, no tiene alguna fotografía suya?) la da el hecho de que trece años después de jubilarse el Ayuntamiento decidió inmortalizarlo en una estatua de su elemento más característico, el caballo en el que hacía sentar a los niños para tomarles fotografías.

La escultura en bronce del caballito es hoy una de las sorpresas que aguardan al turista que recorra la ciudad, y resulta difícil pasear por allí y no ver a alguien que emule a los niños de antaño y se siente en la grupa del equino para hacerse un ‘selfie’. Lo que pocos zaragozanos saben es que el caballo original de cartón que copió Francisco Rallo para hacer su escultura sobrevive hoy en un domicilio particular del barrio de Torrero. Y que no está solo, le acompañan otros dos, uno de ellos el popular ‘Platero’. Y también una de sus cámaras, tal y como quedó el último día de trabajo, con varias fotografías y un termómetro roto clavados en sus laterales. Todo ese legado, que ha sobrevivido a la resaca del tiempo, busca ahora un sitio donde brillar para siempre. Los nietos del fotógrafo lo ofrecen desinteresadamente a la institución que se ocupe de conservarlo y exhibirlo.

Belén Cordero: "Pensamos que este material es historia de la ciudad y no queremos venderlo. Por eso lo cederíamos completamente gratis a la institución que lo quiera y que se comprometa a cuidarlo y exponerlo adecuadamente en algún sitio digno"
Inauguración en 1991 de la escultura del caballito en el Palacio de la Lonja de Zaragoza. Escultura realizada por Francisco Rallo, en homenaje al trabajo del fotógrafo Ángel Cordero Gracia.
Inauguración en 1991 de la escultura del caballito en el Palacio de la Lonja de Zaragoza. Escultura realizada por Francisco Rallo, en homenaje al trabajo del fotógrafo Ángel Cordero Gracia.
Archivo Heraldo

"Pensamos que este material es historia de la ciudad y no queremos venderlo –señala Belén Cordero–. Por eso lo cederíamos completamente gratis a la institución que lo quiera y que se comprometa a cuidarlo y exponerlo adecuadamente en algún sitio digno".

Fotos listas en 20 minutos

Los caballitos muestran signos de uso y no les vendría mal una limpieza o incluso alguna pequeña restauración. Pero la cámara podría ir directamente a una vitrina con todo su sabor añejo. "Trabajé con mi abuelo desde que tenía ocho años –recuerda ahora Francisco Cordero–. Dentro de la propia cámara teníamos desde el papel de la fotografía al revelador y el fijador. Y fuera disponíamos incluso de una secadora para tener la foto lista antes. El cliente venía y en 20 minutos se llevaba su foto".

Francisco Cordero: "Trabajé con mi abuelo desde que tenía ocho años. Dentro de la propia cámara teníamos desde el papel de la fotografía al revelador y el fijador. Y fuera disponíamos incluso de una secadora para tener la foto lista antes. El cliente venía y en 20 minutos se llevaba su foto"

Ángel Cordero Gracia nació en Zaragoza y heredó la profesión de su padre. Al parecer, en los años 20 y 30 también prestaba sus servicios los domingos en el Parque Grande. Pero donde ganó fama y se hizo todo un personaje fue en los jardines de la Lonja, donde trabajaba sometido a los rigores del duro invierno zaragozano. Allí instalaba sus dos cámaras, el caballito e incluso algún ‘atrezzo’ fotográfico, que se recogían por la noche en los urinarios de la plaza o, más adelante en el tiempo, en un almacén. Durante cinco décadas, no hubo hogar zaragozano en el que no se guardaran fotos de niños sobre el caballito o de adultos dando de comer a las palomas de la plazuela.

Caballitos usó varios, que compró a feriantes o establecimientos especializados en caballos de cartón. La Sociedad Fotográfica de Zaragoza le tributó un homenaje en 1972, unos años antes de que se jubilara. Ahora sus descendientes buscan que se le recuerde permanentemente, y que sus caballitos y su cámara, que tantos sueños despertaron, no se pierdan para siempre y se exhiban al público.

Hace años los cacos entraron en el estudio que usaba y robaron una de sus cámaras. Sus descendientes no quieren que ese patrimonio sentimental zaragozano corra ya ningún peligro.

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