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Miguel Pardeza: "Pienso que el hombre es un gran desconocido para sí mismo"

El excapitán del Zaragoza que conquistó París en 1995 publica los aforismos ‘La cola del cometa’ y los artículos de fútbol ‘A pie cambiado’

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Miguel Pardeza integró 'La quinta del Buitre' y luego 'La quinta de París' del Real Zaragoza, que conquistó la Recopa en 1995.
Enrique Ortego.

Miguel Pardeza (La Palma del Condado, Huelva, 1965) fue capitán del Real Zaragoza durante varios años e integró la llamada 'quinta de París', que lobró la Recopa en 1995, y antes formó parte de 'la quinta del Buitre' del Real Madrid. Especialista en César González Ruano, a quien le dedicó su tesis doctoral, es autor de varios libros: el autobiográfico 'Torneo' (2016) y 'Angelópolis'' (2020), una novela que participa del ensayo y que transcurre entre Madrid y México. Ahora publica dos libros a la vez: los aforismos de 'La cola del cometa' (Renacimiento. Prólogo de Carlos Marzal) y 'A pie cambiado' (El Paseo), de artículos de fútbol.

¿Por qué el aforismo? ¿Qué le ha llevado a este género?

Pues como tantas cosas, porque se me impuso en un momento determinado. Pero además de un modo divertido. Surgió como un desafío. Un amigo, Ricardo Álamo, me retó a escribir algunos. Me puse un día a darle vueltas a esto y a aquello y vi que iban saliendo frases que si no eran aforismo, se le parecían mucho. El mismo Ricardo me animó a mandarlos a Renacimiento; para mi asombro creyó en el libro, titulado ‘La cola del cometa’.

Hablemos de la tradición y los nombres que le han marcado.

"La mayoría de la gente no piensa, y quien cree que lo hace tan sólo emite opiniones, normalmente, basadas en creencias, prejuicios o dogmatismos supersticiosos"

Tengo unos cuantos libros de aforismos, un género, por cierto, que siempre me ha despertado sospechas, y está mal que ahora lo diga alguien que acaba de publicar uno. Obviamente, en cualquier biblioteca que se precie no pueden faltar unos pocos nombres,: Lichtenberg, Pessoa, Oscar Wilde, Nietzsche, Cioran, Chesterton, Marzal, José Mateos, Eder, Trapiello, García Martín...

¿Qué hay en usted de pensador?

No tengo ni idea, pensar todo el mundo cree que piensa, pero lo cierto es que es un dictamen muy optimista. La mayoría de la gente no piensa, y quien cree que lo hace tan sólo emite opiniones, normalmente, basadas en creencias, prejuicios o dogmatismos supersticiosos. Dicho lo cual, siempre he tenido, o eso espero, si no pensamientos, sí, al menos, temperamento reflexivo.

¿Por qué se da en Pardeza un desengaño constante de la condición humana? O eso parece...

El hombre es un animal fabuloso, capaz de lo mejor y de lo peor, sumado en lo que se entiende humanidad resulta bastante imprevisible, normalmente para lo peor. No es que uno sea pesimista con la condición humana, es que la condición humana a lo largo de la historia ha dejado mucho que desear. La humanidad es el resultado de unos cuantos cerebros, y su suerte o su desgracia es que esos cerebros estén programados para el bien o para el mal.

También el pesimismo y la gravedad viajan en estos textos. ¿Es consciente?

En el libro hay un poco de todo, tratándose de un libro de aforismos. Es verdad que hay como un poso de desencanto con la marcha de las cosas, pero también es cierto, o me lo parece, que hay mucha ironía en esa suerte de amargura cioraniana. Sin tomarte las cosas que importan en serio la vida sería un sainete, cuando no un caos, a tiempo completo, pero siempre conviene matizar la realidad con una sonrisa, si no queremos convertirnos en una secta inquisidora y triste.

¿Su aforismo más feliz?

Este que me acabo de inventar: «Sé feliz y no mires con quien».

¿El ajeno que resumiría la energía y la brillantez del género?

Este, que fue la invención universal del ‘otro’: «Ama a tu prójimo como a ti mismo».

¿Cómo son sus aforismos?

No lo sé, la verdad. Muchos están agarrados a un instante de indignación, otros surgen de un rapto de melancolía, muchos de un chispazo de humor. Me gustaría que el primer señalado por mis aforismos fuera yo mismo. No me gusta la gente que se toma demasiado en serio.

Parece que usted un poco sí...

No. A veces el aforismo adolece de un cierto desagradable olor a trascendencia y pomposidad. En mi caso espero haberlos escrito con toda la desconfianza posible, porque es evidente que el género, de lo que no estoy libre, se presta a la tontería, la banalidad, cuando no a la pedantería.

«Grito tanto que a veces no me oigo». ¿Es este el drama del escritor y del hombre, sordo a sí mismo en primer lugar?

Puede ser. Uno desde luego es de los que piensan que el hombre es un desconocido para sí mismo, y que todo intento a lo largo de la vida por conocerse, como nos mandaba Sócrates, es un deprimente fracaso. Nos vamos a la tumba sin llegar a saber del todo quiénes somos. ¿Quizá porque el desconocimiento nos ayuda a vivir? No sabría decirlo. Porque ¿qué pasa si llegamos a conocernos y resulta que no somos lo creemos que somos?

«El miedo solo tiene hijos». ¿De qué tiene miedo. O tenemos?

Todos tenemos más o menos los mismos miedos: a la enfermedad, a la pobreza, a no ver crecer a los hijos, a no dar la talla, más tarde al envejecimiento sin dignidad. Iba a decir a la muerte, pero la muerte, salvo cuando el deterioro y la edad te la señalan, es algo que siempre parece que le ocurre a los demás. En fin.

También publica ‘A pie cambiado’, de artículos de fútbol...

'A pie cambiado' nace de una estafa. Hace tiempo solo me reclamaban para escribir de fútbol, cuando de lo que yo quería escribir era solo literatura y sobre literatura. Todo lo contrario de lo que le ocurría a Pasolini. Así que como los temas tenían que ceñirse a mi contrato siempre trataba de insuflarles a los textos unas pizcas de literatura. La cosa debía funcionar. Además siempre traté de que mis opiniones y descripciones fueran reconocibles por un parecido tono.

Y dio el paso a El Paseo...

Sí. Un día me puse a repasar mis archivos e hice una selección representativa. Y de ahí salió el libro que David González, editor de El Paseo, consideró digno de publicarse. Hay aquí mucha ironía y un resumen sentimental de lo que el fútbol me dejó como testimonio tras mi retirada.

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