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Juan Tranche: “En la apertura del Coliseo, según Marcial, ya combatieron gladiadoras”

El escritor madrileño aborda, en su nueva novela, la historia de las mujeres que mostraron en la antigua Roma su coraje y su apetito de libertad

Juan Tranche conversaba ayer con HERALDO.ES en el Gran Hotel.
Juan Tranche conversaba ayer con HERALDO.ES en el Gran Hotel.
A. C./Heraldo.

Juan Tranche (Madrid, 1979) es un enamorado del universo de los gladiadores. Primero publicó ‘Spiculus’ (Suma de Letras), sobre los gladiadores convencionales, hombres duros por lo regular que lo daban todo en la arena para alcanzar en cinco o diez minutos, en duelos memorables, la libertad. Ahora publica ‘Las gladiadoras’ (Planeta, 2023), un libro que presentaba ayer en Ámbito Cultural, centrado en el mundo de las mujeres que se batían en la arena de loa anfiteatros. Juan Tranche explica que no hay muchas referencias, pero sí unas cuantas que le han llevado a indagar, confirmar conjeturas, anotar algunos datos científicos y, a partir de ahí, crear una ficción compleja con muchos personajes, con distintas historias y con algunas intrigas: el amor de Adriano y el joven Antinoo, el constante asesinato de prostitutas, la atracción de las mujeres combatientes con ecos de leyenda, un misterioso relieve.

En su investigación ha sido importante nuestro paisano Marcial.

Es cierto. Del bilbilitano Marcial tenemos una cita que nos habla de que en la inauguración del Coliseo, que duró 100 días, lucharon gladiadores y gladiadoras, ante el emperador. Es una de las pocas referencias que hay.

¿Solo eso? La novela transcurre entre el año 124 y el 131 después de Cristo.

Bueno, hay algo más. Quédese con estos dos nombres: Amichia y Amazona. De ellas solo sabemos por el relieve de Halicarnaso que está en el British Museum. No es coetáneo del Coliseo. Debieron de pasar unos 100 años. Y con él hay que hay un relieve de Ostiliano, que fue ‘magister’ de Ostia, en el que se jacta de ser el primero en ofrecer luchas de gladiadoras. Esos dos relieves, que son de la misma época, son dos de las referencias de la presencia de las mujeres sobre la arena.

¿No hay testimonios de coetáneos: ni de Tito Livio, Julio César, Salustio…?

Sabemos por Julio César que Nicolás de Damasco menciona que algunos hombres en su funeral solicitaban que las más bellas mujeres de su pertenencia lucharan entre sí. Es la primera cita que tenemos de gladiadoras, y hablamos de 200 años después de la presencia de gladiadores.

No me queda claro, cuando llegamos al gran duelo, si se mataban entre ellas.

Por lo regular no. En esa época, hasta el siglo II d. de C., el público era quien decidía. Podían organizarse de diez a quince combates por sesión y duraban entre cinco y diez minutos. A un romano le aburre más tiempo, aunque hubo algunos combates excepcionales. Yo me inspiro en el famoso combate entre Prisco y Vero, como cuenta Marcial, en la inauguración del Coliseo, que se dice que se pararon incluso para que pudiesen comer. Debió ser un combate tremendamente épico. Les dieron la liberación a los dos.

"Yo me inspiro en el famoso combate entre Prisco y Vero, como cuenta Marcial, en la inauguración del Coliseo, que se dice que se pararon incluso para que pudiesen comer"
Juan Tranche es un enamorado de la vieja Roma y del mundo de los gladiadores: para él son una metáfora de la vida.
Juan Tranche es un enamorado de la vieja Roma y del mundo de los gladiadores: para él son una metáfora de la vida.
A. C./Heraldo.

Curioso, ¿no?

Solo el 10 % morían, salvo que estuviera estipulado, que el editor hubiera puesto esa condición. Al editor le costaba diez veces su valor si moría el gladiador. El editor es el que organiza los juegos y él hace lo que le diga el público, que decidía si el gladiador había luchado con valentía o no. En el relieve de Halicarnaso la palabra que aparece es ‘Liberadas’, justo encima de ellas, pero esto para los romanos es curioso, es empate… Para un romano el empate es perder, salvo este combate: aunque quedaron empatadas las liberaron. Y este gran duelo, el de Amichia y Amazona, fue un motivo de inspiración para mí.

Ha dicho la palabra editor. ¿Quién programaba los combates de gladiadores?

El editor, que sería sinónimo de organizador o de promotor. Es una persona que que quiere escalar, ganar prestigio, ¿y cómo se ganaba prestigio? A través de la política. El editor lo que hacía era ofrecer al pueblo luchas de gladiadores, sufragándolas de su propio bolsillo, a cambio de que en las próximas elecciones le votaran. Los romanos pensaban que aquel que era bueno organizando los juegos en el anfiteatro, era bueno organizando los asuntos de la ciudad. Prueba de ello es que los romanos eran muy agradecidos con todo esto, y sabemos de mujeres editrices como Cornelia Marugina, a la cual le dedicaron estatuas también.

"Y también se sabe que había grandes damas romanas que pagaban auténticas fortunas por acostarse con el vencedor del duelo sin que se hubiese quitado el sudor. Esto era muy importante: ellas consideraban que el sudor de los gladiadores era como una especie de afrodisíaco"

No hay en su novela, creo…

No he metido editrices, pero sí aludo a la ‘lanista’, ‘carnicera’, dueña de un ludu que llevaba a los gladiadores; allí se entrenaban, se alimentaban, vivían, tenían sus termas y luego les preparaban psicológicamente. Nada nos impide pensar que los 'ludus' de las mujeres no fueran iguales, simplemente los barracones estarían separados. Tenemos documentadas a dos mujeres 'lanistas', una en Verona, llamada Arianilla, y otra Flavia Lycia, que es uno de los personajes de la novela y que es la que encuentra a Helena, la protagonista que será una gran gladiadora.

Helena, cuando es abandonada por el bello Antinoo, del que se enamorado el emperador Adriano, se acaba inclinando por hacerse gladiadora… Usted habla de hipersexualización. ¿Llevaban las gladiadoras los senos al aire en el combate?

Si miramos el relieve del Halicarnaso da la sensación de que lleva el pecho al descubierto, pero eso era incómodo, es probable que llevase una especie de tela, que se llamaba marmillare, porque se ha visto que es también como un primer top, de tela… Los romanos eran muy pragmáticos. Ellos no querían que en la lucha hubiese excusas, por eso la incomodidad no podía ser una excusa. Hay otra teoría, y es que llevase el pecho descubierto, como apunto.

"Cuando estaba redactando la novela, se produjeron las agresiones de la ‘manada’, y quise contar cómo era una 'manada' en la antigua Roma y cómo se podía contar y representar algo así. Quise construir un ‘thriller’ y contar cómo actuaban desalmados así en la antigua Roma"

¿Por qué se ha decantado por el emperador Adriano para esta historia?

Como las alusiones a las gladiadoras remitían al siglo II, yo quise acotar la relación entre Adriano y Antinoo. Y no me quería centrar en la parte del emperador y las conquistas, y los imperios, sino en la parte humana. Está claro que el emperador perdió la cabeza y a la vez hay algunas fuentes que dicen que Adriano era bastante perverso..

Bueno, cuando se enamora y le salva del león, Adriano le dice al joven Antinoo que si le molesta su joven novia, Helena, puede mandarla matar o desterrarla. En la novela la gran doliente y abandonada es su mujer.

La emperatriz Vibia Sabina. Desde luego. Se enamora de Suetonio, el autor de ‘La vida de los doce Césares’, no se sabe si hubo algo entre ellos. Suetonio era el bibliotecario oficial del emperador y este, expulsándolo, impidió que la cosa pasase a mayores. Utilizo las palabras de la historia de Augusta.

Portada de la novela de Juan Tranche, que publica Planeta.
Portada de la novela de Juan Tranche, que publica Planeta.
Heraldo.

¿Qué quería contar en esta novela?

Siempre empiezo la casa por el tejado. Yo quería tener el final, y casi todo me lo da el relieve. Quería hablar de dos mujeres gladiadoras (una esclava y una patricia), de la épica de un gran duelo y de dos mujeres que se quitaron el casco porque se querían ver la cara. En Roma ser gladiador estaba mal visto, como una infamia, salvo que fuese para vengar una grave ofrenda o vengar una muerte.

¿En qué medida ha aprovechado que vivimos un momento de exaltación del feminismo?

Para mí lo importante ha sido contar la historia de las gladiadoras. Me parecía de justicia que estas mujeres fueran recuperadas; son mujeres que siempre han pasado al olvido, y ellas lo tuvieron mucho más difícil porque no solo luchaban por su vida, luchaban también, de alguna manera, contra las rígidas costumbres de todo un imperio. Y nadie ha contado su historia. Y me parecía muy importante este relieve de Halicarnaso porque no existe ninguna prueba masculina que homenajee un combate como el que hicieron Achilia y Amazona. Por ese combate a mí me merecía la pena contar la historia de estas mujeres. Y ya que contamos eso, vamos a contar de paso cómo era la vida de la mujer en la antigua Roma. Y creo que eso está.

¿Por qué esos crímenes de prostitutas de fondo?

Cuando estaba redactando la novela, se produjeron las agresiones de la ‘manada’, y quise contar cómo era una manada en la antigua Roma y cómo se podía contar y representar algo así. Y cuál fue mi sorpresa al comprobar que las condenas eran elevadas para que sirvieran de ejemplo. Quise construir un ‘thriller’ y contar cómo actuaban desalmados así en la antigua Roma y cuáles eran sus consecuencias. Les privaban de sus derechos, de sus bienes, de sus beneficios y de todo su dinero. Y pasaban al padre de familia de la víctima. Y es verdad que también existía la doble moral: no ocurría nada si pasaba con prostitutas y sí ocurría la gran desposesión si era con una mujer libre.

El libro rebosa de alusiones a la sexualidad.

Había prostitutas o prostitutos. La prostitución en Roma tenía algunas variaciones: estaban las ‘heteras’, daban placer al cuerpo y placer intelectual, y estaban incluso en los cementerios. Y estaban las ‘fornices’, de donde viene la palabra fornicar, se ponían en las arcadas de los anfiteatros. Y hombres y mujeres al salir del anfiteatro, al ver esa comunión entre la vida y la muerte, salían muy excitados y practicaban el sexo con las ‘fornices’, que son las que aparecen en la novela. Y también se sabe que había grandes damas romanas que pagaban auténticas fortunas por acostarse con el vencedor del duelo sin que se hubiese quitado el sudor. Esto era muy importante: ellas consideraban que el sudor de los gladiadores era como una especie de afrodisíaco. De hecho cuando el gladiador moría, se le quitaba toda la sangre, porque creían que era buena para una enfermedad que no conocían, la epilepsia, sabían que la tenía Julio César, y con un estrígil quitaban el sudor, lo metían en botecitos y lo vendían. Era el sudor de Hermes, como se dice en el poema magistral de Marcial sobre los gladiadores. Es maravilloso.

"Así se lo digo a mis hijas. No siempre vencen los más fuertes, sino aquellos que nunca se rinden. Y no solo eso: los gladiadores tienen que vencer mirando de frente al rival en una lucha en igualdad de condiciones"

¿Por qué le importan tanto los gladiadores?

Me empiezo a entusiasmar por los gladiadores cuando descubro que de todos los guerreros, luchadores, samuráis, de los que ha habido en la historia del arte marcial, por así decirlo, el único que luchaba por ofrecimiento es el gladiador.

¿Por ofrecimiento?

Porque ofrecía su valor al público y era el público quien decidía si había luchado con valentía o no había luchado. Cuando descubrí eso fue como un flechazo, por una sencilla razón: el anfiteatro es una metáfora de la vida, el gladiador entra por la puerta de la vida, encuentra al final la puerta de la muerte, el público son los testigos, no importa que te caigas sino las veces que te levantas, si te levantas diez veces el público te va a perdonar la vida. Cualquier empresa, cualquier cosa que queremos hacer si nos levantamos y seguimos avanzando y resistiendo, al final, es posible que no lleguemos a nuestro objetivo pero estaremos orgullosos de nosotros mismos. Así se lo digo a mis hijas. No siempre vencen los más fuertes, sino aquellos que nunca se rinden. Y no solo eso: los gladiadores tienen que vencer mirando de frente al rival en una lucha en igualdad de condiciones. Y, por otra parte, como verá, soy un enamorado absoluto de Roma. Creo que la sociedad romana es la que más se parece a nosotros.

Juan Tranche es un gran admirador de Santiago Posteguillo y de Maximiliano Colombo.
Juan Tranche, ayer en el Gran Hotel de Zaragoza, es un gran admirador de Santiago Posteguillo y de Maximiliano Colombo.
A. C./Heraldo.
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