poesía aragonesa

El poeta Rosendo Tello sigue haciendo sonar el piano de su corazón que enamora al aire

José Antonio Conde le ha preparado la antología poética 'Compás y tierra'  y el sábado 29 se le rinde un homenaje en la glorieta Ángel Guinda.

Foto de archivo de Rosendo Tello en su casa, llena de libros y de recuerdos.
Foto de archivo de Rosendo Tello en su casa, llena de libros y de recuerdos.
José Miguel Marco.

El escritor Rosendo Tello (Letux, Zaragoza, 1931), radicalmente poeta, cumplía hace pocas semanas 92 años. Por su magisterio incesante, por el eco de su voz y por la conciencia del paisaje, por la belleza de su lírica y por su edad es el patriarca de las letras aragonesas. En 2005 se alzaba con el Premio de las Letras Aragonesas, que recibió en Huesca de manos del entonces presidente Marcelino Iglesias. Ha sido siempre un poeta delicado, un hombre apasionado que jamás ha podido desasirse de los lugares de su infancia y juventud, ni de la percepción personal de la tierra con sus horizontes, sus extensiones, sus calveras y la certeza mágica del fuego. Rosendo Tello es no solo el poeta de la tierra, y sus elementos físicos y alegóricos, sino que es el poeta musical, de la belleza sensorial y metafísica y del ritmo, es el poeta de la luz, y eso significa ser el poeta de ‘las estancias del sol’ y el poeta lunar que oye el murmullo de la fuente, el acordeón de los vientos y el cierzo, y un constante tañer de campanas, que se multiplica en los campos, pero también en su interior, como se percibe en muchos de sus poemas.

Un ictus hizo palidecer aquella voz torrencial y humanísima de Rosendo Tello, poeta profesor, poeta y lector inagotable, pero no le dejó sin expresión lírica: dejó de tocar el piano, pero con la mano izquierda ha seguido y sigue escribiendo. Al Día del Libro llegó su antología ‘Compás y tierra. Antología poética (1959-2023)’, que ha publicado Los Libros del Gato Negro, con edición y selección y prólogo del poeta y pintor José Antonio Conde, que asumió el difícil empeño de encerrar en 80 páginas escasas los 17 poemarios, un libro de memorias y algunos textos inéditos en una compilación que atiende a lo sustancial de Rosendo: la naturaleza, que en él es materia, evocación y memoria; la música y el arte, que para Conde son “los principios activos de su poesía”. El estudioso Antonio Pérez Lasheras, coeditor de Los Libros del Gato Negro, había escrito que Rosendo Tello es “tal vez el poeta con mayor sentido rítmico que ha dado nuestra poesía”.

Rosendo Tello -que es objeto de un homenaje este sábado 29 en la Glorieta de Ángel Guinda, en la Margen Izquierda, a las 12.00, al que no podrá acudir porque acaba de salir del hospital. Coordina la poeta Amparo Sanz Abenia y es en la calle Alberto Duce, 2– dijo en sus memorias que su obra lírica es “una aventura personal que busca, mediante la interpretación del mundo exterior, su propia interpretación lírica y, al mismo tiempo, la búsqueda del elemento imaginativo de la tierra”. El propio Pérez Lasheras expandía esta definición con otro matiz: “La poesía será el acto por el que todos los órdenes de la vida se aúnan, en un intento de búsqueda de la Totalidad”.

Rosendo Tello dice que su obra lírica es “una aventura personal que busca, mediante la interpretación del mundo exterior, su propia interpretación lírica y, al mismo tiempo, la búsqueda del elemento imaginativo de la tierra”

Conde dice que esa ambición o aspiración ya aparece en su primer poemario, ‘Ese muro secreto, ese silencio’ (1959), del que selecciona un poema, que empieza así: “El campo recorriendo vuestras manos /mojaba padres míos vuestro esfuerzo / después de cada cauce recogido”. Aquí ya está la tierra, el trabajo en el campo y el homenaje constante a sus padres. “Vengo desde una tierra de palomas / violentas y de espejos hechizados / por cielos minerales… (…) Vengo desde mi tierra, manos toscas / forjan el alma y me agarrota un cuerpo / de huesos deslumbrantes… (…) Vengo desde mi tierra, al desvarío de pájaros lunáticos...”, escribe en un poema de ‘Meditaciones de medianoche’ (1982).

Su progenitor es la gran figura tutelar de la vida de Rosendo Tello, como su mujer Maribel es su musa permanente: se cariña de él, lo recrea, lo busca, lo encuentra, lo retrata, lo llora, y lo hace en muchos versos, en bastantes poemas, aunque el texto más emblemático quizá sea ‘Elegía’, una composición, en cuatro tiempos, del libro ‘Paréntesis de la llama’ (1975), donde ve al padre cavar y le dice: “Poco traerte puedo si no es aquella llama / que prendiste en mis ojos / y me salva en tu muerte del amor a lo claro”, y agrega: “ Marcho de mi tras ti, ojos alucinados / que me templó el silencio / de tu pasar entero tu florecida pana. Vuelvo a cantar el pecho que me tendió tu mano / de corazón valiente y pulso delirante. (…) Oigo tu voz partida por la humedad reciente / que me dice hijo mío, / que me dice hijo mío”. La palabra llama, y sus sinónimos o aproximaciones, están muy presentes en el libro: el fuego, las hogueras, el sol, las calveras, los yermos de alacranes, el incendio real y sugerido del páramo, la presencia de los arenales...

Rosendo Tello, en un homenaje en el Teatro Principal, enmarcado por el mural de José Manuel Broto.
Rosendo Tello, en un homenaje en el Teatro Principal, enmarcado por el mural de José Manuel Broto.
Guillermo Mestre.

A las riquísimas visiones de la naturaleza, se suman la pura invención de formas, sensaciones, imágenes y metáforas, la libre glosa de las leyendas (ahí están textos como ‘El mensajero’, donde dice: “El bosque es una llaga de ladridos y estrellas / ahorcadas en los árboles”, y ‘Del caballero que se perdió en los bosques’ y ‘La leyenda de los guerreros’, entre otros), con el símbolo como núcleo palpitante. Con todo, la sensación de plenitud ante el paisaje no parece ser absoluta: “… Todos nos pertenece / y nada nos consuela de sentirnos extraños, / ajenos en la tierra de nuestras posesiones”.

José Antonio Conde dice que en los versos de Rosendo Tello, “el símbolo es una realidad dinámica, está cargado de movilidad y valores efectivos que ligan lo humano a lo cósmico”. A las huellas del paso del tiempo y a la geografía simbólica, siempre rebosante de invención y de atmósferas oníricas, es también la tierra de sus antepasados, llena de plasticidad y misterio y voces acaso enigmáticas, se suma un lenguaje muy personal y la importancia del color. Y, por supuesto, “un pensamiento abierto a la verdad del ser” y el continuo fluir de la música. Al fin y al cabo, este lector emocionado de Juan Gil Albert, Jaime Gil de Biedma, Luis Cernuda y Miguel Labordeta, entre muchos otros, ha sido músico de oído absoluto e intérprete, como recuerda en la pieza en dos tiempos ‘Un piano suena en mi corazón’, donde dice: “Ahora está sonando un piano que enamora el aire, / pulsando en sueños”.

José Antonio Conde dice que en los versos de Rosendo Tello, “el símbolo es una realidad dinámica, está cargado de movilidad y valores efectivos que ligan lo humano a lo cósmico”

Este mismo años, se dirigió en ‘Condición del paisaje’ a la estrella de la noche, y le dice: “A ti me entrego, reina y estrella de la noche, / mi experiencia. Que la esperanza es el trance / definitivo, ha vuelto mi arte sin trampas; / a ti dedico los poemas”. Un texto así también refleja la orientación de la musa irreductible de este escritor incomparable.

HOMENAJE

-Rosendo Tello recibirá el sábado 29 de abril, a las 12.00, el premio Glorieta Ángel Guinda. Calle Alberto Duce, 2. Coordina: Amparo Sanz Abenia.

-Domingo, 30 de abril, a las 11, paseo poético por las calles del Actur. Salida desde el Centro Cívico Río.

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