Un aplauso unánime a Fernando Lázaro Carreter

En el día en que se cumplen 100 años de su nacimiento, filólogos y lingüistas de la Universidad de Zaragoza elogian su figura y legado científicos

Fernando Lázaro Carreter, en su domicilio madrileño en 2001.
Fernando Lázaro Carreter, en su domicilio madrileño en 2001.
Guillermo Mestre

"Era una persona excepcional: filólogo, lingüista, teórico de la literatura, crítico, autor teatral y gran difusor de las normas de la lengua". Con estas palabras dibujaba este miércoles María Antonia Martín Zorraquino, catedrática emérita de Lengua Española de la Universidad de Zaragoza, la figura de Fernando Lázaro Carreter, de cuyo nacimiento se cumplen 100 años este jueves.

Nacido en Zaragoza un 13 de abril de 1923, tras ejercer la docencia como catedrático en la Universidad de Salamanca durante 22 años, pasó a la Universidad Autónoma de Madrid, donde lo fue de Lengua Española y, posteriormente, enseñó Teoría de la Literatura como catedrático de Gramática General y Crítica Literaria de la Universidad Complutense. Académico de número de la Real Academia Española, dirigió destacadas colecciones literarias y publicó numerosos trabajos sobre lingüística, literatura y poética. Dirigió la Academia entre 1992 y 1998. Falleció en 2004.

Para María Antonia Martín Zorraquino, lo más destacado en la figura de Lázaro Carreter es "que trabajara tan bien y en tantas direcciones. No es frecuente que una misma persona fuera un estupendo lingüista y, al mismo tiempo, escribiera ‘Las ideas lingüísticas en España en el siglo XVIII’, introdujera la gramática generativa o dedicara tantos esfuerzos a mejorar el aprendizaje de la lengua tanto a nivel popular como en la enseñanza secundaria".

De su etapa al frente de la Academia, Martín Zorraquino destaca su impulso renovador. "Abrió la página electrónica de la institución, que empezó a digitalizarse y modernizarse. Era un gran gestor, como ya demostró en Salamanca, donde fue decano de la facultad. Creó la Fundación Pro Academia, y bajo su impulso aparecieron una nueva ‘Gramática’ y una nueva ‘Ortografía’".

En parecidos términos se expresaba ayer un filólogo e historiador de otra generación, Alberto Montaner, catedrático de la Universidad de Zaragoza. Montaner recuerda que el joven Lázaro, el filólogo Félix Monge y los filósofos Gustavo Bueno y Constantino Láscaris, todos ellos compañeros de estudios, se reunían y mantenían animadas tertulias en casa de su abuelo, Eugenio Frutos, que les daba clases. Los cuatro habían sido además alumnos de Blecua en el Goya.

"Su mayor aportación científica, en mi opinión, fue que trajo a España las nuevas corrientes de Teoría de la Literatura, disciplina que prácticamente introdujo en España. Fue pionero en las áreas de lingüística y de literatura". Al igual que Martín Zorraquino, Montaner destaca la edición que Lázaro realizó de ‘La vida del Buscón’ de Quevedo. "Siempre estuvo muy atento a todo lo nuevo que se cocía en el mundo para adaptarlo en España –relata–. Su edición de ‘El Buscón’ fue la primera que se hizo en España al estilo de las ediciones críticas italianas. Puso en circulación ideas novedosas en torno a la Teoría de la Literatura porque era muy consciente de que, desde el punto de vista intelectual, no podíamos vivir en la autarquía".

Su faceta más popular es, quizá, la que menos elogia Montaner. "Se hizo muy popular con sus ‘dardos en la palabra’, artículos periodísticos con enorme ingenio y humor. Estaban escritos con una actitud básica que hoy está algo desfasada por el concepto de purismo que late detrás. Hoy la lingüística intenta analizar lo que ocurre en un idioma más que pontificar sobre lo que es o no correcto; tenemos una perspectiva más descriptiva que prescriptiva. No vemos a la Academia como el cuerpo legislativo de la lengua".

De su etapa como director de la institución destaca Montaner los esfuerzos modernizadores que generó. "Se empeñó en que no fuera un panteón de hombres ilustres en vida y en acercarla a los medios de comunicación. En la historia de la Academia Española ha habido un antes y un después de Lázaro Carreter».

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