Una exposición reubica en la Historia al Papa Luna cuando se cumplen 600 años de su muerte

El Alma Mater Museum inaugura una muestra que redefine a Benedicto XIII y su legado como mecenas

Inauguración de la exposición del Papa Luna
Inauguración de la exposición del Papa Luna
Guillermo Mestre | Laura Arnedo

La controvertida figura de Benedicto XIII ha inspirado una exposición que busca reubicarlo en la Historia en su justa medida, despojado de leyendas y excesos historiográficos. 'El Papa Luna. Saber, diplomacia y poder en la Europa medieval' está integrada por 36 obras, entre pinturas, manuscritos, jocalías, bulas papales, esculturas de piedra y madera, obra gráfica y el propio cráneo momificado de Benedicto XIII.  Podrá visitarse en el Alma Mater Museum hasta el 2 de julio. 

La muestra ha sido comisariada por los historiadores Germán Navarro y Pedro Luis Hernando, y llega cuando se cumplen 600 años de la muerte de uno de los aragoneses de mayor proyección internacional. No es una exposición amplia pero sí fácilmente legible, y todas las piezas son de primer nivel y han sido cuidadosamente seleccionadas.

El recorrido se distribuye en dos estancias. La primera de ellas está dedicada a la figura histórica en sí misma, al cisma que provocó en el seno de la Iglesia católica, su linaje, su elección y su influencia en el Compromiso de Caspe. Aquí, junto a piezas locales como la arqueta fúnebre del obispo Pedro Pérez Calvillo (cabildo de la catedral de Tarazona) se presentan al público otras venidas de fuera, como la tabla al temple que Giovanni di Paolo realizó con el tema de 'Santa Catalina ante el Papa de Avignon' (Museo Thyssen) o la pintura de 'San Pedro acompañado de cardenales', atribuida tradicionalmente a Guillem Ferrer (Ayuntamiento de Cinctorres). Al aficionado a la pintura se le ofrece la posibilidad de hacer un juego intelectual comparando el boceto y el cuadro definitivo que hizo Salvador Viniegra y Lasso de la Vega sobre el tema del Compromiso de Caspe (Círculo de Bellas Artes de Madrid). 

El segundo espacio de la muestra está destinado a mostrar la faceta de Benedicto XIII como mecenas de las artes. Finaliza con una pequeña estancia añadida en la que los comisarios de la muestra han puesto a dialogar al cráneo momificado del pontífice con el busto relicario de San Valero de la Seo de Zaragoza, una impresionante obra de orfebrería que el pontífice encargó y pagó, y en la que se retrató. La peripecia del cráneo, cuyo 'secuestro' o robo fue hace unos años noticia internacional, lo convertirán sin duda en lo más demandado de la muestra, pese a que la impecable y respetuosa presentación que han querido darle los comisarios en nada busca lo morboso. Pero la pieza más destacada de esta sección quizá sea una escultura en madera policromada del siglo XVI que ha cedido el Museo Marés y que proviene de Palencia, 'San Pedro con dos cardenales y dos obispos'. En ella, los cardenales están colocando la tiara al Papa.

'San Pedro con dos cardenales y dos obispos'. Talla del siglo XVI cedida para la exposición por el Museo Marés.
'San Pedro con dos cardenales y dos obispos'. Talla del siglo XVI cedida para la exposición por el Museo Marés.
José Miguel Marco

En esta sección pueden verse también sendas vitrinas con biblias miniadas procedentes de Valencia, Toledo y Gerona o el cáliz de Juan Fernández de Heredia con el que, según la tradición, se celebró la Misa del Espíritu Santo en el Compromiso de Caspe. Aquí los cálices tienen un peso específico, con piezas como el ciborio del Papa Luna, que pertenece a la iglesia parroquial de la Asunción de María de Traigueraes, o el relicario del Lignum Crucis de Clemente VIII. De este último pontífice casi nadie ha oído hablar, y resulta que se llamaba Gil Sánchez Muñoz, que era turolense y que sucedió a Benedicto XIII. En realidad solo mandó en el castillo de Peñíscola y durante apenas seis años, ya que no tardó mucho en someterse y aceptar la autoridad de Roma. "En compensación por su renuncia, le ofrecieron el obispado de Mallorca -relataba este viernes Germán Navarro-. Fue enterrado en la catedral y en la bóveda de la antesala capitular colgaron su bonete, dicen que para que, si algún día resucitaba, recordara que era obispo y no Papa". 

La exposición guarda muchas sorpresas más, aunque para disfrutarlas requiere de una visita pausada. Se inauguró este viernes, en un acto encabezado por el presidente de Aragón, Javier Lambán, y el arzobispo de Zaragoza, Carlos Escribano.  

"Hace 600 años que falleció Benedicto XIII y la Iglesia no lo ha rehabilitado -recordaba Lambán-. En mi reciente encuentro con el Papa Francisco lo vi predispuesto a ello, y no es para menos porque la figura del Papa Luna es portentosa desde cualquier punto de vista. Es una figura sin la cual es imposible entender la Historia de la Iglesia durante la Edad Media. Nos corresponde reivindicar su figura". 

Réplica de la capa pluvial que Benedicto XIII regaló a la Colegiata de Daroca. La original es del siglo XIV pero el Museo Arqueológico Nacional, donde se guarda, no la presta para exposiciones por su delicado estado de conservación.
Réplica de la capa pluvial que Benedicto XIII regaló a la Colegiata de Daroca. La original es del siglo XIV pero el Museo Arqueológico Nacional, donde se guarda, no la presta para exposiciones por su delicado estado de conservación.
José Miguel Marco

En parecidos términos se pronunciaba Carlos Escribano, quien rememoró el linaje de los Luna y su calado en la diócesis zaragozana, al tiempo que definió al pontífice por su "caracter intelectual y universitario" y por el importante papel que desempeñó durante el Compromiso de Caspe. "Benedicto XIII -concluyó- fue un ejemplo positivo de lo que significa la constancia, que no la tozudez".

Esa tozudez que habitualmente se esgrime para desdibujar su figura, es uno de los equívocos históricos que han querido combatir los comisarios de la exposición. "La Historia la escriben los vencedores, y de Benedicto XIII se dijeron barbaridades", añadía Germán Navarro. Y Pedro Luis Hernando lo perfilaba: "No es que fuera tozudo, sino que tenía una enorme formación jurídica y, por eso, defendía la posición que consideraba más justa desde el punto de vista del Derecho. En el Compromiso de Caspe buscó siempre la concordia y que la crisis no se solucionara por la vía de la violencia". 

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