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Alberto Manguel: "Me alegró mucho el libro de Irene Vallejo. Tenemos que dar paso a los jóvenes"

Alberto Manguel, autor de libros sobre libros y creador de ficciones, visitó la librería Cálamo el pasado miércoles y habla de su carrera y de Borges

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Alberto Manguel es uno de los grandes especialistas en libros sobre libros con 'Una historia de la lectura' o 'Biblioteca de noche', entre otros títulos.
A. C. /Heraldo.

Alberto Manguel (Buenos Aires, 1948) bien podría ser el lector errabundo, ese hombre curioso, enfermo de libros y de tipografías, apasionado de clásicos y modernos, que ha dedicado el grueso de su vida a leer y contarlo luego, pero también a narrar cómo se ha leído, cómo se han escrito los libros y qué ha significado la literatura en la historia de la civilización y en la vida privada de los seres humanos. De ahí que algunos libros suyos sean de referencia absoluta: ‘Una historia de la lectura’ (1996), ‘La biblioteca de noche’ (2006), ‘Diario de lecturas’ (2004) o, por citar otro libro capital, ‘Guía de los lugares imaginarios’ (1980), que redactó con Gianni Guadalupu y que le ayudó a concebir el editor Franco María Ricci.

«Siempre lo digo: mi patria son los libros, que son, además, un espejo del universo», dice en el hotel Zenith, tras intervenir el día anterior con Sergio del Molino y Aloma Rodríguez en una charla sobre islas literarias en Cálamo, en un acto organizado por la librería y la editorial Alianza Editorial. «A veces pienso en mi vida, sí, y veo que he tenido una existencia riquísima y variada, he vivido en muchos países y ciudades, y eso me ha llevado a sentirme ciudadano del mundo antes que de ningún sitio. No creo que el hecho de haber nacido en una calle o en una ciudad tenga que ser determinante. Al menos no lo es en mi caso. No soy nacionalista, soy lector y contador de historias», dice, y observa algo más: «He escrito ficción, pero ante todo me siento un lector que quiere transmitir lo que ha leído. Mis libros nacen de esa experiencia tan bella y misteriosa como la lectura. A veces las palabras son como el mejor abrazo», señala, y evoca una carta mesopotámica de hace más de 3.000 años.

El lector de un ciego Borges

Alberto Manguel, como se ha contado muchas veces, fue educado por una nodriza. Estuvo siete años casi alejando de sus padres y halló en los libros el mejor tesoro, el bálsamo de la travesía. «Tuve una nodriza que fue capital en mi vida. Me leía historias, me contaba cuentos, etc. Y así, casi sin darme cuenta, aprendí a leer, y empezó otra vida para mí. Me acostumbré a leer a los hermanos Grimm o de ‘Las mil y una noches’ y muchas otras cosas. Y así fui creciendo y formándome».

Con poco más de catorce años, aquel joven curioso y letraherido, animal de biblioteca, empezó a trabajar en una librería, y conoció a algunos autores argentinos, y vivió una experiencia irrepetible con Jorge Luis Borges, uno de los más grandes escritores del siglo XX, y quizá comparable a Dante, Shakespeare, Cervantes, etc. «Para mí desde luego que no, aunque valoro su obra. A aquella época de lector la verdad es que entonces no le di importancia. Yo era un joven sin más y le hacía un favor a un hombre, director de la Biblioteca Nacional que se estaba quedando ciego. Entonces no era consciente de que ahí había un hecho excepcional. Lo vivía con naturalidad, con esfuerzo y placer, y sería muchos años después cuando me percaté de todo aquello, de ese período que se convertirá en un mito. Juraría que fueron los otros, al principio, quienes repararon más en ello».

Da la sensación de que Alberto Manguel –educado y cortés, de una exquisitez dulce y protectora– se siente un poco lejano de Borges. «Ja, ja. No es eso. Me he dado cuenta de que no había reciprocidad. En Borges nunca veía un gesto humano, de ternura, un rasgo sentimental. No se lo reprocho en absoluto. Yo era un chico, y él estaba en plenitud. Siempre acababa cada conversación con un “¿cierto?”, pero en realidad no esperaba ningún comentario. No era una pregunta, era una actitud retórica», revela el ya ex director de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires.

"Un día los responsables de la ciudad de Lisboa me llamaron y me dijeron que querían mi biblioteca. Y no solo eso: me enseñaron varios palacios y me ofrecieron la posibilidad de ser yo el director de mi propia biblioteca. Un sueño"

Alberto Manguel ha hecho de todo: ha traducido, ha editado libros, hizo distintas antologías. «Sí, y de eso en realidad me salió ‘Una historia de la lectura’. Me encargaron como un libro sobre antologías, me puse a preparar algo y descubrí que la historia de la lectura explicaba muchas cosas de la historia del mundo. La lectura es una experiencia decisiva, una aventura intelectual, un viaje, una conversación con el tiempo y el espacio, una cita con nuestros antepasados, una inmersión en distintos grados de belleza».

La imaginación en libertad

Da un salto a otro libro, que ha tenido muchas ediciones: la ‘Guía de los lugares imaginarios’. «La realidad estorba. Y es lógico. Incluso si hablas de Zaragoza, y no dices que es Zaragoza, eres mucho más libre. Y al escritor le gusta mucho la libertad, crear su mundo y manejarlo a su antojo. Seguro que lo entiende. Claro que el mundo es variado, que hay mucha hermosura, paisajes increíbles, pero es muy atractivo inventarlos o matizarlos a nuestro capricho. Y este libro, que hemos ido incrementando en cada país es un buen ejemplo de ello», dice Alberto Manguel.

«Si alguna vez alguien quisiese escribir mi vida, de haber podido elegir, se lo habría pedido a Robert Louis Stevenson, me encanta su pasión por las historias, su oficio, su honestidad. O se lo habría pedido a Carlos Fuentes por su versatilidad; no es que fuésemos muy amigos, nos conocíamos, pero tampoco lo sabía todo de mí y para una biografía es importante que tu biógrafo no sea tu amigo para huir de la hagiografía», dice y recuerda que vivió un tiempo en Francia, en un presbiterio donde tenía sus libros.

Cuando se fue a Argentina a dirigir la Biblioteca Nacional –«no quiero decir nada de mi país, estoy muy dolido con él»– tuvo su biblioteca de 40.000 volúmenes embalada. La ofreció aquí y allá, y «un día los responsables de la ciudad de Lisboa me llamaron y me dijeron que la querían. Y no solo eso: me enseñaron varios palacios y me ofrecieron la posibilidad de ser yo el director de mi propia biblioteca. Un sueño».

"La lectura es una experiencia decisiva, una aventura intelectual, un viaje, una conversación con el tiempo y el espacio, una cita con nuestros antepasados, una inmersión en distintos grados de belleza"

No podíamos no hablar de Irene Vallejo; fue de los primeros que elogió ‘El infinito en un junco’. «He escrito varios libros sobre la lectura y las bibliotecas en un tiempo en que no había apenas libros de este tipo. Ese libro de Irene alegró y me encantó y me hace mucha ilusión que vengan recambios así. Es el tiempo de los jóvenes. Me aparto gustoso a un lado». Con su asistenta Rita sale a conocer una ciudad de la que «sé muy poco».

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