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Los motivos por los que cuestan tanto las entradas para los grandes conciertos

De Bob Dylan a Madonna pasando por Beyoncé, Bruce Springsteen o The Weeknd, ver en directo a las estrellas de la música se ha convertido en un lujo.

Bob Dylan, en un concierto celebrado en Los Ángeles el 5 de mayo de 2004.
Bob Dylan, en un concierto celebrado en Los Ángeles el 5 de mayo de 2004.
Reuters

Cuando Bob Dylan actuó por primera vez en Aragón, el 6 de julio de 1993 en la plaza de toros de Huesca, las entradas costaban 2.500 pesetas (15 euros). En su siguiente visita, el 23 de julio de 1995 al pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza, la cifra subió a 3.500 pesetas la anticipada (21 euros) y 4.000 en taquilla (24 euros). Cuatro años después, el 21 de abril de 1999 en el mismo recinto deportivo, el precio bajó a 3.000 pesetas (18 euros) la anticipada y 3.500 (21 euros) el día de la actuación. 

Hubo que esperar casi una década, al 23 de junio de 2008 en la Feria de Muestras, para que el bardo de Minnesota recalara en tierras zaragozanas al coste ‘subvencionado’ por la Expo de 25 euros por boleto. Y en su última comparecencia en la Comunidad, el 5 de julio de 2015 en el Príncipe Felipe, los tiques ya costaban entre 40 y 80 euros. Cuando hoy salgan a la venta las entradas para su recital del próximo 17 de junio en Huesca, la más barata se cotizará a 75 euros y la más cara a 185. Unas tarifas al nivel –incluso un poco inferiores– al de otros conciertos de su gira española.

El de Dylan no es un caso aislado, sino la tónica general entre las estrellas de la música. El ‘show’ de Beyoncé el 8 de junio en el estadio olímpico de Barcelona va desde los 62,5 hasta los 3.000 euros. Madonna –1 y 2 de noviembre en el Palau Sant Jordi de la Ciudad Condal– oscila entre los 45 y los 340 euros. Unas cifras parecidas a las de Coldplay, Bruce Springsteen, The Weeknd...

El aumento del precio de las entradas para los grandes conciertos experimentado a lo largo de las últimas tres décadas, motivado lógicamente por la inflación acumulada, se ha disparado extraordinariamente tras la pandemia. Asistir a uno de estos acontecimientos se ha convertido en un caro –y en muchas ocasiones inalcanzable– ‘capricho’ para gran parte de la sociedad. Un fenómeno que se replica en algunos festivales. Como ejemplo, un abono para el Primavera Sound de 2022 costaba 245 euros y el de 2023 ha crecido hasta 325.

La importancia de las giras

Una de las razones que explican esta situación es el encarecimiento del caché de los artistas. El parón forzoso al que obligó la pandemia en 2020 y 2021 –con el consecuente desplome de los ingresos– y la paulatinamente más residual influencia de las ventas físicas de los discos, ha elevado el capítulo de las giras y de los directos como gran elemento a explotar.

Michel Pérez, fundador de Eventos MPH, y el promotor, entre otros muchos, del concierto que Alejandro Sanz realizó el pasado 25 de junio en el estadio de La Romareda ante 24.000 espectadores, ofrece su punto de vista. "El precio de los cachés de los artistas ha subido enormemente. Hay artistas que ahora están pidiendo un 50 o un 60% más que en su gira anterior. Esto está motivado, entre otras razones, porque a ellos los proveedores también les están subiendo las tarifas: sonido, luces, transportistas, combustible... Es una cadena. Cuando los promotores subimos los precios no es para obtener un mayor beneficio que antes, sino para hacer frente a todo ese aumento de costes", relata.

Precisamente, el otro argumento esgrimido es una inflación desbocada que va de la mano de la guerra en Ucrania y que ha disparado el precio de las materias primas y de los suministros. Una tormenta perfecta que afecta muy directamente al bolsillo de los fans.

"Codicia" y fondos de inversión

Chema Fernández, creador de Antípodas Producciones y que ha programado en sus 35 años de profesión a Leonard Cohen, Patti Smith, Paul Weller, Bob Dylan, Wilco o Elvis Costello, aporta otro enfoque. "El único motivo real para las últimas subidas desmedidas que hemos visto en los precios de entradas de festivales y artistas grandes es la codicia sin límite de sus promotores. Hay que saber que muchos de los grandes festivales son propiedad de consorcios de inversores que lo mismo invierten en ellos que en armamento", denuncia.

El zaragozano hace un llamamiento a apostar por las salas. "Es preferible ver a esos artistas en salas que garantizan buena visibilidad y buen sonido. Es cierto que ahora es imposible ver a los más grandes en salas pequeñas, pero muchos se sorprenderían al descubrir que en las salas tocan artistas tan buenos como los que llenan estadios", concluye.

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