literatura y música 

Celino Gracia: “A Londres le debo la primera oportunidad de subirme a un escenario”

El cantante y compositor turolense debuta en la literatura con ‘Diario del regreso. Primera parte’, en colaboración con la SGAE, e incluye sus poemas.

Celino Gracia alterna la música, la interpretación y la composición con la escritura de poesía, novelas y diarios.
Celino Gracia alterna la música, la interpretación y la composición con la escritura de poesía, novelas y diarios.
Guillermo Arroyo.

“Sé que en mis días hay bien poco contar”, dice en 'Diario del regreso. Primera parte', que ha recibido un apoyo de la SGAE. Sin embargo, escribe casi 300 páginas. ¿Cómo se explica? ¿Tiene poco que contar y mucho que divagar?

Cuando escribo esa frase me refiero a que sé que mi vida no está siendo, al menos en ese momento, actuante, y que lo que voy a hacer en las páginas que siguen es un intento de reflexión, de pausa significada, más que una narración de hechos que por sí mismos puedan resultar incitantes, curiosos o simplemente entretenidos.

¿En qué consiste escribir por el miedo a no escribir?

Escribir por el miedo a no escribir es ser por el miedo a no ser. Es mi única razón de existencia, el único valor que puedo aportar. Creo que lo digo en algún sitio del Diario: “Dar la vida al arte no por amor al arte, sino por amor a la vida”.

¿Qué hay de diario de lo que sucede -visitas al luthier, la convivencia con Lulú, la vida en el pueblo, Gea y Cella- y cuánto de evocación?

Creo que el poeta lleva muy trenzada la trama del vivir con la urdimbre de la constante evocación. Para mí es difícil diferenciar, pasado cierto tiempo, lo que fue una cosa y lo que acaba siendo la otra. Y además no me importa que así sea, porque cuando la evocación se mide bien –y no lleva al autoengaño ni a la insana melancolía–, es un modo de enriquecimiento de la realidad indispensable.

Parece moverse en la incertidumbre; sin embargo, siempre está haciendo cosas: canciones, poemas, redacta, lee mucho, compone una novela. ¿Qué es verdad y qué es representación?

No creo que me mueva en la incertidumbre. Hace ya bastantes años que decidí el camino que debía seguir y sé que no hay otro para mí. Al final, poemas, canciones, libros... son solo soportes distintos de una necesidad de expresión que es común en todos ellos y que resulta inexcusable para mí.

"Creo que el poeta lleva muy trenzada la trama del vivir con la urdimbre de la constante evocación. Para mí es difícil diferenciar, pasado cierto tiempo, lo que fue una cosa y lo que acaba siendo la otra"

¿Por qué vive en el pueblo, habiendo como percibe tanta desconexión?

Vivo en el pueblo porque mi obligación es ser artista, y la única forma que tengo de hacerlo es vivir del modo más austero posible. Es la única manera que he encontrado de mantener la libertad creativa y de disponer plenamente de mi tiempo.

La segunda parte del libro es más novelesca y es claramente autobiográfica. ¿Ha querido hacer una especie de crónica de sus años en Londres?

Es exactamente eso: la crónica recordada de mis años en Londres. Y no diría que es novelesca, pues todo lo contado está vivido; lo que sí he tratado es de narrarlo de un modo literario, porque me parece que si no hubiera quedado algo demasiado periodístico, o de libro de viajes. La narración del presente exige ese tono, pero la mística del recuerdo creo que agradece un fondo lírico sobre el que tender la prosa.

Celino Gracia ya ha iniciado la segunda parte de su 'Diario' y acaba de concluir una novela.
Celino Gracia ya ha iniciado la segunda parte de su 'Diario' y acaba de concluir una novela.
Guillermo Arroyo

Estuvo en una conferencia de Georges Steiner. ¿Qué cosas le impactaron, qué anécdotas le ha gustado recordar?

De la conferencia de George Steiner recuerdo la timidez con la que escondía bajo la mesa la mano mala, esa atrofia del brazo derecho que tenía desde que nació. Me impactó mucho que a cierta edad, y con tanto nombre, siguiera conservando ese gesto infantil e involuntario de esconder aquella deformidad tan conocida por todos y, seguramente, tan superada por él mismo.

En toda esa parte, además de la búsqueda, hay todo un clima de seducción y sensualidad. ¿Esa parte de su vida, con tantas chicas, fue también el gran aprendizaje sentimental y amoroso?

En la segunda parte del 'Diario', que confío se publique de aquí a un par de años, hablo más sobre este tema. Releyendo las páginas de este primer volumen a mí también me daba la impresión a veces de que había una presencia femenina constante en esos días de mi vida, lo cual no es cierto. Viví muy aislado durante esos años, y creo que precisamente por eso tuvieron una importancia recordable las tres o cuatro personas que se cruzaron por mi camino en ese tiempo. Lo que ocurre es que esas historias, que se dieron de mucho en mucho, luego las juntas en un libro y parece que hayan ido una detrás de la otra. Pero ya digo que no es así. No fueron aquellas chicas eslabones unidos de ninguna cadena sentimental, sino postas de salvación, islas de alivio que hicieron más transitables aquellos años de elegida y suspirante soledad.

"Me impactó mucho que a cierta edad, y con tanto nombre, Georges Steiner siguiera conservando ese gesto infantil e involuntario de esconder aquella deformidad tan conocida por todos y, seguramente, tan superada por él mismo"

Londres es la catedral de la música… ¿Qué encontró ahí un músico como usted? ¿Qué le debe a Londres?

Encuentro, precisamente, lo que no hay de músico en mí. A Londres le debo los días más duramente vocacionales y apretados de mi vida, las primeras oportunidades de subirme a un escenario y la enseñanza de que en las canciones hay algo que está fuera de ellas –que no es ni la música, ni la letra, ni la armonía, ni el ritmo– y que es lo que de verdad las define y da valor: algo que tiene que ver mucho más con la honestidad creativa que con cualquier técnica de composición.

En la parte final del diario añade un buen montón de poemas. ¿Qué hay en Celino Gracia de poeta?

Yo diría que la curiosidad, la insatisfacción y la esperanza.

Tras esta experiencia, y con una novela ya acabada, ¿cómo valora esta vivencia, qué ha descubierto que no sabía de usted mismo?

Quizás uno de los mayores descubrimientos ha sido el de darme cuenta de que empecé el ’Diario’ sintiéndome un compositor de canciones que iba a escribir un libro, y sin embargo ha habido una deriva en ese autoconcepto, no sé si justificada o no, porque al terminar no me sentía como un músico que narra su vida, sino como un escritor que escribe una historia.

"A veces el piano o la guitarra me miran y me culpan por no hacerles caso, por no escribir canciones, y yo sé que tienen razón"

Se mueve entre muchos autores: Pablo Neruda, Paco Umbral, Rainer Maria Rilke. Su libro arranca con esta cita de Neruda: "El poeta no es una piedra perdida. Tiene dos obligaciones sagradas: partir y regresar". ¿Es también un apasionado lector o un buscador de tesoros?

Tanto en las canciones como en los libros, lo que busco es algo que está por encima de la música, en el primer caso, y de la literatura, en el segundo. Busco esos momentos de desnudez artística, de suprema humanidad, que ocurren en ciertos instantes de la vida de cualquier hombre y que el artista, por el hecho de serlo, tiene el privilegio de convertir en testimonio compartible y duradero.

¿En qué momento de su trayectoria musical se halla?

Después de tres discos publicados -'Canciones que serán canciones’ (2016), ‘El pobrecito hablador’ (2018) y ‘Cuántos violines para decir piano’ (2021)- me parece que debería tomarme un tiempo para escribir algunos libros que me hace ilusión escribir. Pero no sé si seré capaz. A veces el piano o la guitarra me miran y me culpan por no hacerles caso, por no escribir canciones, y yo sé que tienen razón.

Me da la sensación de que la música solo no le basta. ¿Qué supone para usted subirte a un escenario y enfrentarte al público?

Subirse al escenario, para mí, es una necesidad no por el hecho de enfrentarme al público sino por lo útil y lo sano que resulta darse de frente, de vez en cuando, con uno mismo. Porque ahí arriba a quien de verdad te enfrentas es a ti mismo. El público solo suele ser testigo mudo, no partícipe, de esa lucha desnuda del artista contra su propia aspiración.

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