CINE Y TRADICIONES. OCIO Y CULTURA

Los tambores de Calanda ya dejarán dormir para siempre a Carlos Saura

El director oscense filmó allí ‘Peppermint Frappé’, en 1967, y luego ha ido incorporando la música de Semana Santa a sus filmes.

Carlos Saura tocó en Calanda en 1973.
Carlos Saura tocó en Calanda en 1973.
Archivo Saura.

Carlos Saura, como su amigo y maestro Luis Buñuel, adoraba los tambores de Calanda. Y lo han acompañado en muchas ocasiones en sus películas, en ceremonias, en homenajes y en sus visitas a la localidad del Bajo Aragón, que hizo varias, desde los años 60. Su cadáver ha sido velado en la Academia de Cine y para él sonaron los tambores de Calanda. No era para menos: Saura amaba la localidad, de estirpe medieval, donde nació Luis Buñuel en 1900, pero quizá la que más le impresionó fue la de 1967 cuando rodó ‘Peppermint Frappé’, aquella película con José Luis López Vázquez y su nuevo amor, Geraldine Chaplin (hija del gran cineasta y actor; al principio, la familia del genio inglés desconfiaban de él y lo llamaba ‘el chulo’), que haría hasta cuatro papeles.

Carlos Saura, lo ha contado muchas veces, adoraba la música: la jota, el flamenco, la copla y las composiciones clásicas. Contó en varias ocasiones que en una de sus visitas a Calanda “se quedó a dormir en las afueras con Geraldine, pero aquellos ‘tambores de duelo, tambores de guerra’, que había descrito Luis Buñuel en ‘Mi último suspiro’ no les dejaron dormir. "Estuve en distintas ocasiones en Calanda, varias veces con Luis Buñuel. Lo he recordado estos días atrás al repasar mis fotografías, las fotografías que tomé entonces: muchas de ellas ya eran en color. Lo que no recuerdo es haber visto romper la hora; no sé si antes no se hacía, al menos de modo tan espectacular, o si llegué tarde", decía Carlos Saura en una entrevista en 2018.

Dijo que una de las cosas que más le sorprendió durante su estancia fue ver a una sobrina del director de ‘Los olvidados’ tocando el tambor, lo cual era infrecuente en los años 60. "Hasta entonces no había visto a ninguna mujer hacerlo, o por lo menos había muy pocas. Fue esa imagen insólita la que sirvió de base para la película, donde Geraldine Chaplin tocaba el tambor y, además, encarnaba a cuatro personajes”. Poco a poco, la mujer se fue integrando en el ritual. “La mujer ya está incorporada y a veces tienes la sensación de que toca casi tanto o más que el hombre», diría más tarde Carlos Saura.

A Carlos Saura aquella joven le había pareció “misteriosa y erótica”, a la que acompañaba “el sonido único de los tambores de Calanda”. Esa escena y otras fueron su homenaje a Buñuel, a quien dedicó la película. “Por eso he vuelto. ¡Cuánto ha cambiado todo! Persiste el encanto, la fuerza y el misterio de Calanda”. Y cuando no volvía él, volvían sus películas: se proyectaron varias en el CBC, donde fue objeto de un homenaje cuando lo dirigía Javier Espada, entre ellas una de sus favoritas: ‘Goya en Burdeos’.

Peppermint Frappé’, que tomaba su nombre de una bebida, se rodó en Cuenca y en Calanda. Pieza compleja y onírica, es un relato sobre el amor, el deseo y la muerte, y abordaba el clima opresivo de España. El argumento gira en torno a un radiólogo, más bien gris, Julián (José Luis López Vázquez), al que deslumbra la mujer extranjera, Elena (Geraldine Chaplin) de un amigo, ya maduro (Alfredo Mayo). A Julián le recuerda a una tamborilera que le enamoró hace años en Calanda y se obsesiona con ella y la convierte en su propia enfermera.

Meses después ganó el Oso de Plata al mejor director en el Festival de Berlín de 1968. Carlos Saura siempre ha estado cerca de Calanda y de Luis Buñuel, cuya película ‘Las Hurdes. Tierra sin pan’ le impactó y, en cierto modo, fue decisiva en su dedicación al cine. “Sobre Buñuel se ha exagerado mucho. Corren muchos bulos que no son verdad. Era un hombre honesto, con una moral muy personal, con todo muy claro. Era un hombre cabal que creía en la amistad, muy educado y enormemente culto. No le oí decir una brutalidad jamás. Luis Buñuel era un espíritu libre y yo he aprendido de él a trabajar mucho con la imaginación”. Buñuel hizo decir a un personaje de ‘Ensayo de un crimen’, “la imaginación no delinque, amigo mío”.

Los tambores de Calanda desde entonces han acompañado en muchas ocasiones a Carlos Saura. Los incorporó en ‘La prima Angélica’ (1974) y prologó con su prosa el mejor libro sobre la Semana Santa que se ha hecho nunca, ‘Calanda, el sueño de los tambores’ (2005), coordinado por Pedro Rújula con fotos de Peña Verón. En julio de 2018 recibió el premio del Festival de Cine de Calanda: “He estado tres veces en Calanda aunque nunca en el festival y estoy muy feliz de volver. Estoy encantado de estar aquí y de hablar de cultura, algo que en estos tiempos que corren no es tan normal”. En una de sus últimas piezas, ‘Goya. 3 de mayo’ (2021), su homenaje a Goya rodado en Teruel, volvió a incluir los tambores, algo que ya había hecho en la ‘Sinfonía Aragón’, que estrenó en la Exposición Internacional de 2008.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión