NARRATIVA ESPAÑOLA. OCIO Y CULTURA

Pedro Simón: "Cuando algo es verdadero es hermoso, aunque sea duro"

El escritor  y periodista presentó en Ámbito su nueva novela, 'Los incomprendidos', una radiografía de una familia acosada por los traumas y el dolor

Pedro Simón escribe una novela amena y fluida, con mucho diálogo y mucha tensión también, sobre la intimidad familiar.
Pedro Simón escribe una novela amena y fluida, con mucho diálogo y mucha tensión también, sobre la intimidad familiar.
Carlos Ruiz/Espasa.

Pedro Simón (Madrid, 1971) es escritor y periodista en ‘El Mundo’. En 2021 ganó el Premio Primavera de Novela con ‘Los ingratos’ (Espasa) y a finales de año aparecía ‘Los incomprendidos’ (Espasa), una novela a dos voces, un padre (Javier) y una hija (Inés), donde se narran diversos dramas: la distancia abisal, el dolor, la muerte, la perplejidad de existir y resistir en el núcleo familiar. Hace unos días, el escritor presentó el libro en Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Zaragoza en compañía del librero y escritor Javier Lahoz.

No sé hasta qué punto en el libro hay elementos autobiográficos. ¿Le está pasando algo así en la vida real?

No. Tengo dos hijos. Si mi libro anterior, ‘Los ingratos’, tenía un 50 % de mí, aquí hay un 20% de mí, pero en lo nuclear, en el trazo gordo, en ese abismo y en esa culpa que siente un padre muchas veces. En esos silencios que hay en una casa, en unas incomprensiones. Todo ello tiene más que ver con mi biografía que, digamos, las grandes cicatrices que hay en la novela, que no tienen nada ver conmigo.

 ¿Qué le llevó a reflexionar sobre esto? Se arriesga usted, no se anda por las ramas, es un libro sobre el padre y la hija, sobre el hijo muerto y, en cierto modo, sobre esa mujer que vive en una especie de clandestinidad que es Celia, la madre.

‘Los incomprendidos’ nace de muchas cenas y comidas con amigos; al final te das cuenta de que siempre acabamos hablando de los hijos. De las hernias discales o de los hijos. Ahí, casi siempre, si son hijos adolescentes, acabamos hablando con más fiebre de ellos, acabamos hablando con más pasión, con más incomprensión y frustración. Muchos ya coincidimos porque tenemos los hijos por estas edades.

"Creo que la constante mirada del otro demandando felicidad o alegría, y no permitiéndole estar triste, a los chavales los bloquea y les genera una empanada afectiva importante. No los deja madurar afectivamente"

Los 50, quiere decir.

Yo quería redactar un libro que cosiera muchos sentimientos que los padres tenemos con los hijos adolescentes: para mí esos son los silencios, hay muchos silencios en ese período…

Por haber, por cierto, un episodio que parece el de La Manada

Sí, sí. En una escena donde Inés corre peligro. En 'Los incomprendidos' hay mucha culpa. Los padres educamos con culpa y verdad. Nos enseñaron desde pequeños aquello de golpearnos en el pecho diciendo: “Por mi culpa, por mi grandísima culpa”. Culpa si le das o no les das, si les ha regañado o no, o si es excesiva la bronca. Y otro tema que está en la novela son las envidias, las infantiles, la mirada del otro…

Llama la atención cómo en su novela los adolescentes reflexionan sobre sí mismos. Podría pensarse que eso solo lo hacíamos los adultos.

Sí, sí. A veces cuando eres adolescente puedes pensar que eres desdichado… Por eso a mí me gustaba dar dos voces: la voz del padre, que la puedo asumir mejor, y hablar tambiñén desde la voz de ella. Tendemos a prejuzgar a los adolescentes: hablamos de ‘ni nis’, de gente que está empanada y no se entera de nada… Ya sé que detrás de ese muro hay un corazón latiendo. Y hay un tipo o una tipa que tiene culpa, hay una tipa o una tipa que sueña con hacerlo mejor, pero no sabe cómo. Y hay una tipa que se siente incomprendida como Inés. Para perfilar los personajes, muchos vienen de la vida, me he inspirado en nuestro entorno, y para otros hablé con una psicóloga especializada en adolescentes, Mercedes Bermejo. Estuvimos hablando de esto y de cosas que le decían a ella los chicos que no le decían a sus padres.

¿Por ejemplo?

A mí esa plastilina, lo que la chica le decía a la psicólogo pero no revelaba a sus padres, me ha servido para armar lo que ella piensa. Y me hacía gracia ese juego de mutua incomprensión porque yo creo que ahí nos movemos siempre. Todo el rato.

"Hay una psicóloga que dice que las nuevas tecnologías están acabando con los viejos valores. La capacidad de empatía se ha ido al garete. Y otro aspecto que se ha ido al garete es la voluntad de introspección"

¿Cuál es para usted el gran conflicto del libro, qué ha querido abordar, en realidad: el silencio, cierto grado casi de animadversión, la barrera mental...?¿Por qué parece que los hijos no aceptan nunca el valor de la experiencia ni el cariño de los padres, que casi siempre van unidos?

Creo que nos dan miedo los afectos. Nos da miedo mostrar los afectos, eso está ahí, porque eso nos hace más vulnerables. Y en una relación donde hay un pulso muy grande, como una relación entre un padre y una hija adolescente, mostrar fragilidad significa poder perder ese pulso, por eso te tienes que mostrar arriba, no puedes demostrar que cedes. Y luego creo que lo que está fuera tampoco invita a hablar demasiado…

¿Fuera?

Vivimos en una época en la que nos comunicamos como nunca pero nos decimos menos. Una época en que nos comunicamos mucho pero nos decimos muy poco. Hay como un nubarrón que siempre nos persigue como a la pantera rosa, hay algo que les persigue a los jóvenes: les deja cojos, les deja mudos, les deja ciegos o sordos. Creo que la constante mirada del otro demandándote felicidad o alegría, y no permitiéndote estar triste, a los chavales los bloquea y les genera una empanada afectiva importante. Nos los deja madurar afectivamente. Hay una psicóloga que dice que las nuevas tecnologías están acabando con los viejos valores. La capacidad de empatía se ha ido al garete. Y otro aspecto que se ha ido al garete es la voluntad de introspección. A los muchachos nos les gusta estar solos.

Pedro Simón ha tenido un gran éxito con 'Los ingratos', su libro anterior, y este está generando mucho debate.
Pedro Simón ha tenido un gran éxito con 'Los ingratos', su libro anterior, y este está generando mucho debate.
Carlos Ruiz/Espasa.

Sí, pero a la vez no soportan ver llorar a su madre, cuenta la hija. Es una muestra de humanidad y de ternura.

Le pasa a la protagonista de mi novela y también me pasó a mí: el día que vi llorar a mi padre por primera vez. Ahí sientes mucho miedo. No lo digo cuando se haya muerto su padre o un familiar, sino cuando ves llorar a tu padre y no se ha muerto nadie en casa. Ese momento, y lo estoy recordando con la piel de gallina, no lo entendía. No se había muerto nadie, pero lo habían echado del trabajo, y yo recuerdo ese momento: te pone muy enfermo y te deja inerme. Lo ves ahí, encogido, con las manos en la cabeza...

Aún se conmueve ahora, Pedro, al recordarlo.

Sí. Y esa es una de las imágenes que no se me han borrado, la sensación de intemperie. Algo me sucedió… A veces te vas dando machetazos en la jungla y no ves más allá de tres metros. A mí me interesan las cosas que te queman, las cosas que te hacen abrirte en canal, que los libros funcionen como un espejo, que haya mucha verdad. En mi trabajo como periodista me he encontrado en ocasiones ante padres y madres a los que se les ha muerto un hijo, y yo he sentido una temperatura muy grande de dolor y arrebato cuando he estado allí. Seguramente no hay nada en el mundo cómo ver llorar a una madre cuando se le ha muerto un hijo, esto me ha tocado verlo y sentirlo. Y esa circunstancia de la novela, la muerte del hermano de Inés, salió un poco de modo natural. No lo había pensado antes.

"No envejecemos tanto cuando nos caen años encima sino cuando dejamos que nos aplaste el dolor"

Se lo digo porque eso, ese ocultamiento, esa veladura sobre la madre, crea más dolor, vulnerabilidad, una ternura no revelad. Crea más aspereza…

No sabría qué decirle. A mí me interesa la literatura que es de verdad. Y la verdad está muy cerca de la belleza siempre. Cuando algo es verdadero es hermoso, aunque sea duro. Y yo quiero que a los lectores cuando lean un libro se les pasen las paradas de los autobuses y sientan cosas. Me da igual que se rían, que pierdan el sueño, que sientan frío o que se pongan tristes. Sí me puedo poner en la piel de alguien cuyo hijo se ha muerto. Puedo ponerme en mitad de ese abismo y por eso quería contarlo, porque eso habla de muchas cosas.

¿Cómo cuáles?

Ahonda en el tema de la culpa, del silencio; ahonda en las cosas importantes de la novela, porque yo creo que el asunto central de la novela, más allá de la necesidad de mostrar los afectos a tiempo y de hablar, es la gestión del trauma. Yo creo que en la vida no somos tanto la leche que nos damos, el hijo muerto, o que te echen del trabajo o que tu mujer te deje porque se ha ido con otro, sino cómo gestionas el trauma, lo que viene luego. Si la familia es un terrario donde hay muchos bichitos, y cada bichito se comporta de un modo diferente con la misma temperatura, con el mismo grado de humedad y la misma luz, si sucede el drama, cada personaje se comporta de un modo diferente, pero todo profundiza en el abismo. A mí me interesaba mucho esto, casi como un experimento sociológico. A veces las cosas que son reales parecen las más increíbles. No somos tanto el impacto del golpe sino cómo sobrevivimos al golpe. Y en esa familia hay un trauma gigante y cada uno hace una cosa diferente: el padre, la madre, la joven Inés...

Antes de que sucede el desstre ya había problemas.

Sí, claro. Por esas cosas que no nos atrevemos a hablar. Y yo creo la fotografía que te define en la vida es esa: te ha pasado algo y qué haces después de esto. ¿Qué haces?

¿Por qué no sabemos vivir?

Creo que le sé contestar a eso desde los hijos. De un modo inconsciente apostamos todo en el tablero de los hijos. No digo que no podamos ser felices sin eso, pero apostamos ahí mucho de tal modo que a ti te puede ir bien en la vida pero si a tus hijos no los colocas en un espacio de luz, o en un espacio de felicidad, consideras que tu vida ha sido un fracaso. Y al revés: si a ti te va mal, pero tus hijos son tipos decentes y alegres, tú consideras que tu vida ha tenido sentido. Esto nos pasa mucho a los padres. A los padres del libro, también, que tienen miedo de que a sus hijos nos le vaya tan bien.

Hablemos de la literatura del libro: es ameno, directo, rápido, con mucho diálogo, lleno de reflexiones, de varias voces, padre e hija, la tía…, hay hasta una pequeña novela. ¿Cómo lo ha escrito?

Casi siempre empiezo escribir a ciegas, sí que tengo muy unas cuantas ideas muy claras, aquí quería jugar con dos voces como un espejo. Me es fácil meterme en la piel del padre, porque lo soy, y también quería meterme en la voz de ella, Inés. Quería mostrar a una personita que está sufriendo, y ver que los jóvenes no están tan empanados.

¿Cree que la voz de ella es verosímil? Algún adolescente habrá leído el libro...

Mi hijo de 18 años la cogió y la dejó porque se puso a leer ‘Ensayo de la ceguera’ de José Saramago. Le alabé el gusto. Ja ja ja. Pero otros me dijeron que les había servido para comprender a sus padres porque a menudo ellos tampoco reparan. Donde nosotros podemos ver un muro de adobe o un bloque de hielo, ellos al mirarnos a nosotros, a los padres, ven a alguien que va muy sobrado y con una voz autoritaria, piensan que creemos que lo sabemos todo. Reparaban en la debilidad de sus padres y percibían que también lo pasaban mal. Y veían que había una herida y que de algún modo se la estaban provocando ellos. Quería decirle algo de la tía Clara...

"A veces te vas dando machetazos en la jungla y no ves más allá de tres metros. A mí me interesan las cosas que te queman, las cosas que te hacen abrirte en canal, que los libros funcionen como un espejo, que haya mucha verdad"

Es una mujer excepcional. Remonta un cáncer y parece que tenga todo el tiempo del mundo para regalar.

Todos querríamos ser la tía Clara o tener una tía así en nuestra vida. Ella tiene un trauma y lo gestiona de otro modo… Criaturas como ella son personas sin filtros, desprejuiciadas, que te dan todo tu tiempo. Todos queremos ser don Quijote pero somos más Sancho Panza casi siempre. A mí interesa Clara por esto de la gestión del trauma: no envejecemos tanto cuando nos caen años encima sino cuando dejamos que nos aplaste el dolor.

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