TEATRO. OCIO Y CULTURA

Magüi Mira: "James Joyce, a través de Molly Bloom, explica los deseos de la mujer"

La actriz y directora teatral actúa el viernes 13 y el sábado 14 en el Teatro de las Esquinas con el monólogo del autor irlandés, que estrenó en 1980

Retrato de la actriz y directora teatral ampliamente reconocida y galardonada.
Retrato de la actriz y directora teatral ampliamente reconocida y galardonada.
Sergio Parra.

Magüi Mira(Valencia, 1944) es un torbellino: ha vivido mucho, intensamente, y cree que la existencia tiene tres centros de interpretación: el cerebro, el corazón y las tripas. Es entusiasta y sostiene que la pasión por el arte escénico la llevamos incorporada, es algo genético, como un ADN que ya viene con el ‘homo sapiens’, como la imaginación. Habla por su boca de actriz, de directora teatral y de adaptadora con una trayectoria extensa a sus espaldas, pero también por la boca de Molly Bloom, ese personaje creado por James Joyce en 1922, “o un poco antes. Acuérdese de que el libro fue rechazado”, que ya es un poco ella: lleva 40 años interpretándolo. Empezó en 1980, más o menos, y ahora, de nuevo, desde una cama, la misma con la que se estrenó, “sigue hablando de la defensa del deseo, de la libertad, de la soledad, de la insatisfacción y de las fantasías”. Y el viernes 13 y el sábado 14, a las 20.30, en el Teatro de las Esquinas, Magüi Mira vuelve a ofrecer ese monólogo de ‘Ulises’ con nuevas aportaciones del texto. Con nuevas palabras de James Joyce cargadas de sentido, de conocimiento y de precisión.

A veces da la sensación de que usted es la gran olvidada del Teruel de los años 60…

Podría decir como Molly Bloom: yo iba para ‘prima donna’ pero me casé. Con poco más de 20 años me fui a Teruel con mi marido y aquí tendría a mis hijas, Elena, figurinista, y Clara, actriz y escritora. Y solía llevarlas en mi ‘dos caballos’ verde. Mi marido no conducía y yo manejaba el doble embrague, como hacen los camioneros. Me miro en las fotos de entonces y me veo como una niña.

No me extraña.

Me casé virgen y pura, y llegamos a Teruel. Aprendí mucho: había dejado la universidad y fui madre. Sabina, la madre de Juana de Grandes y suegra de Labordeta, me ayudó mucho en todo, en los pequeños detalles: me alimentó en el hospital durante mis embarazos, me enseñaba muchas cosas minúsculas y prácticas, incluso me decía, “no te bañes de noche, hazlo mejor por la mañana”.

"En Teruel, en primer lugar, aprendí de las tertulias, de la inteligencia ajena, aprendí escuchando. Y recibíamos, con lo poco que teníamos, a los chicos. Y merendaban en casa. En el colegio San Pablo no les sobraba nada"

¿No le interesó aquel mundo ya tan mitificado?

Claro. Había seres muy inteligentes. Empezando por mi marido entonces, Sanchis Sinisterra, Labordeta, Eloy Fernández Clemente, Juana, Jiménez Losantos. En Teruel, en primer lugar, aprendí de las tertulias, de la inteligencia ajena, aprendí escuchando. Y recibíamos, con lo poco que teníamos, a los chicos. Y merendaban en casa. En el colegio San Pablo no les sobraba nada.

¿Ya le interesaba ser actriz?

Jamás pensé que me iba a dedicar a este oficio. Dejé la universidad en tercero de carrera. No había trabajado nunca. Después de Teruel nos fuimos a Barcelona y acabaríamos fundando Teatro Fronterizo con Sanchis y otro amigo: Víctor García. No tardamos en separarnos, entre otras cosas porque el quería que fuéramos una pareja abierta, algo que entonces no entendí bien. Vivimos una época de libertad amorosa, de búsqueda un poco a la manera hippie. Y yo hice estudios de teatro y un día, en un ejercicio teatral, montamos ‘Molly Bloom’.

¿Qué sucedió? ¿Era usted consciente de la fuerza del texto?

Entonces era bastante inconsciente. No entendía cuánto allí sucedía, pero me vi arrastrada y empujada por la vida. Tenía 35 o 36 años, no era una actriz de método, pero aquella obra funcionó. Yo creo que existe un sexto sentido y yo sospecho que existe. Y fue eso lo que me llevó a intuir la carga emocional y de contenido de un texto que quizá no entendiese del todo.

"El público y los que hacemos el arte escénico somos hermanos siameses. Bebemos de la misma ubre. No somos conscientes hasta que punto es así. El teatro es absolutamente salvador. Es un antídoto"

¿Funcionó?

Sí. Tras la separación, decidí irme a vivir a Madrid. Y fui a ofrecer la pieza para el Centro de la Villa. El responsable, Eduardo Huarte, me vio tan segura y tan descarada que, más perplejo que otra cosa, me dejó una sala pequeña. Había doce personas el primer día, y entre ellas estaban Garrigues Walker y el crítico teatral Eduardo Haro Tecglen. Garrigues, tras la función, vino al camerino y me dijo: “¡No sabes lo que acabas de hacer!”. No pude dormir esa noche: no tenía ni idea de lo que había hecho.

¿Qué había hecho?

Eduardo Haro Tecglen me dedicó una página completa en ‘El País’, muy elogiosa, con una foto espectacular. En los días siguientes hubo que poner sillas abatibles en los pasillos. Y de allí el montaje pasó al Teatro María Guerrero. Y hasta hoy.

Le ha marcado tanto que a menudo usa frases de Molly, ¿no?

Sí, sí. Con el paso de los años me he ido dando cuenta de la potencia del texto, de la sabiduría de Joyce, de cómo conocía el alma y las ansias de las mujeres. Y eso no deja de sorprenderme. Al primer montaje, con el texto seleccionado por Sanchis, he añadido nuevos fragmentos que hablan de sexo explícito…

Ya hablaba entonces.

Sí, pero ahora vamos algo más allá. El sexo es el motor del movimiento de la vida, es un derecho, es un lenguaje. A mí no deja de asombrarme que Joyce, que era muy putero, que era escatológico, que disfrutaba con prácticas eróticas que pueden resultar escandalosas o chocantes, sea capaz de explicar con tanta precisión en qué consiste ser mujer. Y que explique los auténticos deseos de las mujeres. Dice, por ejemplo: “A las mujeres no nos encadena nadie. Y cuando empecemos no nos van a poder parar”. Por eso este texto, que tiene más de un siglo, sigue siendo vigente. Antes no había entendido de él ni la mitad. Mucha gente me pregunta si cosas que se dicen son de James Joyce o de mi cosecha. No les miento, claro, están ahí. Me preguntan mucho las mujeres y me hacen revelaciones, o sienten identificadas.

¿Qué le preguntan?

No sé, cuando dice Molly Bloom que alguna vez ha soñado cómo sería sentirse varón con sexo de varón. Es una fantasía o un deseo que algunas mujeres sienten a veces aunque sea solo por curiosidad.

"El sexo es el motor del movimiento de la vida, es un derecho, es un lenguaje. A mí no deja de asombrarme que Joyce, que era muy putero, que era escatológico, que disfrutaba con prácticas eróticas que pueden resultar escandalosas o chocantes, sea capaz de explicar con tanta precisión en qué consiste ser mujer"

Su hija Elena Sanchis, figurinista, ha cambiado cosas en este nuevo montaje.

Sí, ya no uso aquel camisón antiguo, ni las bragas de una antepasada, pero sí aquella cama. Una cama que también simboliza el poder de la mujer, su deseo; ella también desea que se ocupen de su deseo, de su pasión, que sepan quererla. Esta también es una pieza sobre el conocimiento del alma y del cuerpo de una mujer. Quiere dejar de ser objeto para ser sujeto. Molly Bloom aquí es una sufragista. Elena es una magnífica profesional: acaba de trabajar con el nuevo proyecto de Víctor Erice.

A la vez que representa usted esta obra, dirige ‘Adictos’, que se representa en el Teatro Principal hasta el domingo.

Ha sido una experiencia gozosa en la que hemos desarrollado un buen trabajo de equipo con la pieza de Daniel Dicenta Herrera y Juanma Gómez. Y el resultado está ahí con tres grandes actrices, Lola Herrera, Lola Baldrich y Ana Labordeta.

No ha parado de trabajar, adaptar, interpretar, de dirigir. ¿Para qué sirve el teatro?

Yo creo que el arte en general, y en concreto la ficción del arte escénico, es genético, está en el ADN del 'homo sapiens'. Sin la imaginación no se hubiera puesto de pie. La imaginación es el como el deseo: primero tienes que imaginar y luego desear. Cada vez lo descubro más: el teatro sin el público no existe y el público no existe sin el teatro o alguien que le cuente cuentos, que le cante... El público y los que hacemos el arte escénico somos hermanos siameses. Bebemos de la misma ubre. No somos conscientes hasta que punto es así. El teatro es absolutamente salvador. Es un antídoto. 

LA FICHA

'Molly Bloom'. Interpretación: Magüi Mira. Monólogo basado en fragmentos del 'Ulises' de James Joyce. Teatro de las Esquinas. Viernes, 13, y sábado, 14. A las 20.30 horas. 

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