Lola Herrera "El teatro es un disfrute, un oxígeno que forma parte de mi vida"

La actriz Lola Herrera (Valladolid, 1935) representa en Zaragoza la obra ‘Cinco horas con Mario’ (las Esquinas), en la que una vez más ofrece una interpretación magistral.

La actriz vallisoletana regresa a Zaragoza con ‘Cinco horas con Mario'
La actriz vallisoletana regresa a Zaragoza con ‘Cinco horas con Mario'
Daniel Dicenta Herrera

‘Cinco horas con Mario’ y más de 40 años desde la primera representación –1979–. ¿Sigue manteniendo la misma ilusión cada vez que se mete en la piel de Carmen Sotillo?

Esta es la quinta vez que la llevamos a escena. Pero no nací haciendo ‘Cinco horas con Mario’ (risas). Cuando me dicen que estoy con la obra desde hace más de 40 años siempre me da un vuelco. Me produce mucha ilusión porque cada vez que retomo esta obra hay un trabajo, una actualización del personaje desde una visión propia. Siempre surge una mirada con un objetivo distinto gracias a que Miguel Delibes creó un personaje lleno en sus profundidades, con montones de pasadizos secretos que voy recorriendo cada vez que me encuentro con él y descubro cosas nuevas.

¿Cómo se hizo con el papel?

Fue una casualidad total. Cuatro actrices de primer orden lo rechazaron antes y finalmente me tocó a mí. Nunca he estado en la primera línea. Creo que en todas las épocas hay actores y actrices que están más en la memoria del público. Yo siempre he trabajado muchísimo, pero indudablemente, como otras de mis compañeras, muchas, digamos que hemos ido haciendo lo que la primera línea desechaba. Pero gracias a eso, a que de vez en cuando también se equivocaban, este personaje llegó a mí.

Fue un antes y un después en su carrera.

Indudablemente. Primero porque es un monólogo y en la época en que se estrenó era ir contracorriente. Nadie iba a ver uno. Pero Miguel Delibes despertó una curiosidad desmedida desde el anuncio de la adaptación teatral de su novela. Creo que Miguel está más vivo que nunca ahora mismo con estas funciones que estamos haciendo tanto José Sacristán –‘Senora de rojo sobre fondo gris’– como yo .

El público joven, ¿se sorprende al descubrir el reflejo de la sociedad de una época?

Mucho. Acuden tres generaciones de público: madres, hijas, nietas... Muchísimas mujeres de 50 años o más me cuentan que en su día vinieron con el instituto a verla (’Cinco horas con Mario’ ha sido un texto de lectura escolar durante mucho tiempo), que fue la primera obra que conocieron y que a partir de entonces se aficionaron al teatro. Y por supuesto también vienen muchos hombres a ver la función. Les encanta.

¿Cómo surgió la idea de volver a las tablas con este montaje?

En un principio pensamos en hacer unas funciones como homenaje, al cumplirse el 50 aniversario de la publicación del libro, en 2016, pero cuando me quise dar cuenta estaba en el escenario haciéndola de continuo. Fue algo impensado, que vino rodado y que se organizó con la idea de representarla cuatro semanas en Madrid. Pero como se agotaron las entradas nada mas ponerlas a la venta se dobló a ocho. Luego se originó una onda expansiva y de todos los sitios pedían funciones. Siempre me sorprende conectar de esa manera con el público con esta obra.

¿Ha descubierto nuevas facetas de su personaje?

Claro, si no no estaría ahí. Esto, si no es para pasarlo muy bien no se puede hacer. He descubierto muchas cármenes. Todas son la misma pero tienen muchos aspectos. En un principio era más lineal, más dramática, acabábamos de estrenar democracia, todo estaba más próximo a la época en que se desarrolla la novela. Pero luego hemos ido tomando distancia y ahí entran muchas cosas, muchos aspectos de Carmen que en un principio entraban de pasada, todo un arsenal de sensaciones, sentimientos, frustraciones, desamor, culpa...

¿Por qué cree que sigue gustando la obra?

Porque de las cosas de las que se habla en ella no pasan nunca de moda. Se sitúa en una época pero esos temas de fondo se modifican muy poco. Las relaciones de los seres humanos, los dolores, reproches, penas y desamores son muy parecidos, tienen mucho que ver. Lo que el público me hace notar de una manera absolutamente maravillosa es que vibran con el texto de Miguel Delibes. Escribió sobre una mujer y sugirió tantas cosas que están ahí. En su obra se ven retratadas muchas mujeres, y muchos hombres.

En Zaragoza se vio por primera vez en 1981. ¿Tiene buen recuerdo del público?

Tengo muy buen recuerdo de Aragón. Empecé a ir a Zaragoza mucho antes, con la compañía de Tina Gascó, al Teatro Principal, en 1958. Desde entonces he vuelto con todo lo que he estrenado. Con Tina Gascó y con José Bódalo estuve con repertorio y hacíamos tres obras distintas. En esta ocasión me quedaré en Zaragoza durante los días de descanso de las representaciones porque es una ciudad que disfruto mucho.

El pasado mes tuvo un pequeño susto en el escenario.

Me ha pasado otra veces. Creo que en esta ocasión fue una mezcla de agotamiento y de una medicación que no me estaba sentando bien. Me quedé francamente sin fuerzas y el cerebro, que es muy sabio, dijo adiós muy buenas. Pero ya me he recuperado estupendamente. Esta obra requiere mucha concentración, un esfuerzo grande porque se realiza en la economía más absoluta, con un texto complicado porque no te puedes salir de él en absoluto. Es como si estuviera en verso. Una belleza.

Una actriz como usted siempre está al pie del cañón...

Para los actores que hemos hecho fundamentalmente teatro dedicarse a esta profesión es una forma de vida. Soltar amarras a estas alturas es muy difícil, sobre todo teniendo la posibilidad de seguir disfrutando. Este trabajo no puede ser nunca una pesadilla, tiene que ser un disfrute y una comunicación. Es como un oxígeno que de alguna manera forma parte de mi vida.

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