POESÍA. ARTES & LETRAS

Fernando Sanmartín: 'Evitar la niebla' o el viaje a la mirada onírica de la realidad

El poeta y narrador, enamorado de los dietarios, publica un libro sobre el arte de viajar, los usos de la imaginación, las lecturas y los sueños

Fernando Sanmartín se encuentra en un momento de exquisita madurez literaria.
Fernando Sanmartín se encuentra en un momento de exquisita madurez literaria.
Oliver Duch.

Fernando Sanmartín (Zaragoza, 1959), poeta y narrador que ha logrado en sus diarios de viaje (‘Días de Nueva York y otras noches’, ‘Ciudades que se posan como pájaros’) que recorramos lugares fascinantes, espacios que se visitan siendo pasajeros de la intensidad de su alma, consigue que este poemario sea como habitar en un sueño, como ser dentro de la literatura el viajero que va errante por la mirada del poeta para encontrar en esta nuevas visiones. Hay algo de surrealismo en el planteamiento del libro, los “personajes” que aparecen dentro del poemario son escritores relevantes como Pessoa, Rabelais, Kafka.

Estos cohabitan con la cotidianidad del yo poético, con la actualidad del mundo: gimnasios, nuevas tecnologías, el vacío del sentido del hombre actual. El poeta crea una “suprairrealidad” que pasa a ser el reflejo del mundo posmoderno quedando este bien retratado; logrando integrar lo más onírico en una visión cotidiana, en una suerte de “realismo onírico” cercano al “realismo mágico”, en el que se observa lo vivido en el sentir desde sus resquicios más inteligentemente delirantes. Es como mirar desde nuestro sueño despertando a otro sueño que es el de la literatura, para curiosamente conocer mejor lo que realmente se esconde en lo más interior de nuestra vida.

Aquí es el yo poético, trasunto de Fernando Sanmartín, quien nos enfrenta a nuestro rostro necesitado de respuestas que se mira en el espejo para reconocer y trascender la niebla de su alma

Al igual que en el cine surrealista de Buñuel se rompía el 'rácord' narrativo, aquí, aunque estamos dentro de la narración de una visión poética, sucede algo similar, ya que todos los momentos pueden ser subvertidos: el pasado puede cohabitar con el presente, la realidad y la ficción comunicarse desde lo más interno de la libertad (‘myse en abyme’). Así el yo poético puede dialogar con 'Madame Bovary' en el gimnasio y ser su profesor de 'spinning' Rabelais, o a una camarera “preguntarle[…] qué fue del hijo de Moby Dick”. Sin embargo, hay una voz meditativa, lúcida que radiografía el alma de nuestro tiempo. Sus afirmaciones poéticas alcanzan la profundidad del aforismo, rasgos inherentes a la prosa poética de los otros libros de viaje anteriormente mencionados del autor: “Recorro mis promesas como el que mira el mapa”. “Me gustan las palabras / que han pasado / una convalecencia / o varios meses en silencio.// En los entierros esas palabras son un sacerdote mudo”.

“Me gustan las palabras / que han pasado / una convalecencia / o varios meses en silencio.// En los entierros esas palabras son un sacerdote mudo”, escribe el poeta.

Se recoge la esencia del yo fragmentado posmoderno, que ha perdido las referencias de las grandes verdades, se mueve por un mundo de velocidad, impermanencia de los afectos, virtualidad, siendo la apariencia un escenario donde nuestra verdad es un actor que ha olvidado su papel: “Una vez / fui documento falso. // Atravesé fronteras / y el alba / era un meteorito / cayendo / sobre un hombre / que regresa / de enterrar / a su madre”. La identidad del yo poético se desdibuja en estas azarosas travesías del amor, es líquida, en el sentido de poco consistente que afirmaba Bauman. 

“Pregúntame si la hipocresía / resucita / cuando su esquela / aparece en los periódicos”. “Dime quién soy / Dame una identidad / o el disfraz, / cuando suceda,/ que tú abandones”

El amor es una lágrima transformada en una gota de irrealidad que, caminando por el escenario de sus apariencias, se disuelve sobre la arena, en el desierto vaciado de la verdad: “Pregúntame si la hipocresía / resucita / cuando su esquela / aparece en los periódicos”. “Dime quién soy / Dame una identidad / o el disfraz, / cuando suceda,/ que tú abandones”. El yo lírico alcanza en sus abismos la revelación de la verdad: el haberse perdido en la virtualidad de lo que ha deseado: “lo supe tarde.// Solo me queda ser/lo que he perdido”. La nostalgia le lleva de regreso al paraíso perdido de los sueños del anteayer, un territorio que es el preludio de la derrota y que ha sido hermosamente referido: “Guardo agendas / humedad, / ojos de mimo, / y una ambulancia / para el anteayer”.

El viaje del lector acontece también recorriendo la maestría del lenguaje poético, de su libertad que mezcla los deseos, la ironía, los sueños de la literatura. Todo es tan real como lo puede ser cualquier elemento dentro de nuestro reposo onírico. ‘El sueño de la razón’ sólo produce monstruos, como afirmaba Goya, pero aquí, en la “suprarrealidad” de ‘Evitar la niebla’ es la razón del sueño la que despierta el monstruo de la libertad; así sucede en este poemario donde la literatura de lo más imposible abre el espejo más certero de lo que es la vida: sobrevivir a nuestras sombras, ser fantasmas de un sueño real que eviten su propia niebla. Si Unamuno en ‘Niebla’ nos colocaba ante el espejo de nuestros abismos, al ser Augusto Pérez quien nos remitía a nuestra irrealidad; aquí es el yo poético, trasunto de Fernando Sanmartín, quien nos enfrenta a nuestro rostro necesitado de respuestas que se mira en el espejo para reconocer y trascender la niebla de su alma.

LA FICHA

‘Evitar la niebla’. Fernando Sanmartín. Papeles Mínimos. Madrid, 2022. 50 páginas.

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