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Jordi Esteva: “Viajar ha sido como salir al encuentro de los sueños de la infancia”

El escritor y fotógrafo presenta el martes, a las 19.30, su libro 'El impulso nómada' (Galaxia Gutenberg) en la librería Cálamo de Zaragoza

Jodi Esteva con su gato Miko.
Jodi Esteva con su gato Miko.
Roger Lleivà.

¿Cómo nació su pasión por el nomadismo o por eso que llama ‘El impulso nómada’, título del libro que presenta en la librería Cálamo de Zaragoza con Patricia Almarcegui?

Creo que por las ganas de huir del mundo gris de los años cincuenta que me ahogaba. De la familia y los amigos impuestos, de los curas y la educación de entonces. Yo no sabía entonces de los pormenores de la guerra civil. Era una época dura y en casa no se hablaba mucho de ello. Tan solo de la escasez de alimentos y, veladamente, de fusilamientos primero de un bando y luego del otro.

¿Qué le debe de manera especial a su infancia de mapas, atlas y lecturas?

Muchísimo. Eran los talismanes que me permitían huir sin salir de la habitación. Viajaba con ellos. Soñaba con otros mundos donde las cosas serían muy diferentes y con todo tipo de aventuras

¿Es literatura o es real eso que parecía decirle a su familia: que un día se iría y nunca más sabrían de usted?

¡No! Lo repetía constantemente sobre todo cuando me enfadaba y eso sucedía varias veces al día. Al principio era una rabieta pero pronto ¡acabó en profecía!

¿Cómo le marcó el cine de su infancia y adolescencia?

Mucho. El de mi infancia era colonial. Exótico. ‘Los lanceros de Bengala’, ‘La tumba india’, ‘El Ladrón de Bagdad’, ‘Las minas del rey Salomón’, ‘Al este de Zanzíbar’… Veía que, al otro lado del mar, las cosas podían ser distintas y me esperaba un mundo de palmeras, elefantes y emociones.

Una de las grandes fuentes de conflictos en su vida fue la homosexualidad. Parecía una batalla contra la tiniebla y la intolerancia.

Si aún resulta problemático salir del armario, mucho más lo era sesenta años atrás. La intolerancia era terrible. Ya desde niño te inculcaban en el colegio que lo peor que se podía ser era “maricón”. Era muy difícil, durísimo comprobar como aquella tendencia luchaba por aflorar desde el interior de uno mismo, porque uno también era su primer censor. Muchos homosexuales de aquella época se suicidaron incapaces de hacer las paces consigo mismos. Otros vivían una doble vida e incluso se casaron. Otros entraban en la iglesia. No teníamos referencias. No sé no se decía que Miguel Ángel o Rafael, por poner dos ejemplos eran homosexuales al igual que Alejandro Magno o Marcel Proust.

"Muchos homosexuales de aquella época se suicidaron incapaces de hacer las paces consigo mismos. Otros vivían una doble vida e incluso se casaron. Otros entraban en la iglesia"
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Jordi Esteva en pleno verano.
Archivo Jordi Esteva.

Eso empezó a cambiar un poco...

A mis catorce o quince años se comenzaron a ganar batallas. El movimiento de Stonewall que tuvo repercusiones en todo el mundo. La lucha de Ocaña, Camilo y Nazario en Barcelona. La bisexualidad proclamada a gritos por el mismo David Bowie. Las cosas, en según qué lugares y ambientes, comenzaban a moverse.

Pronto empiezan sus viajes. ¿Qué ha significado viajar?

Básicamente, y como muchas otras cosas lo he sabido a posteriori, salir al encuentro de los sueños de infancia. Comprobar que todo es relativo, lo que está bien en un lugar no lo está en otro. Que la historia la escribe el vencedor. Ha sido la mejor educación que he tenido. Tratar de quitarme los prejuicios y aprender por mi mismo. Intentar huir de la visión eurocéntrica. Que lo desconocido dejara de ser 'exótico'.

¿Qué ha sido más determinante: el viaje mismo o la necesidad de contarlo en imágenes?

Pues el viaje en sí mismo. Era una manera de vivir, una sucesión de presentes que no sabía a donde me llevarían, ni me lo planteaba. Empecé en plena época hippy, cuando interesaba el retorno a la naturaleza, abrirse a lugares aislados y “primitivos”. El Atlas marroquí, la Alpujarra, Ibiza… ¡La India! Fue mucho después cuando sentí la necesidad de fotografiar. También de escribir mis sensaciones y sobre todo lo que me contaban los ancianos. La sabiduría popular. Las historias de yins y la mitología. En resumen, las conversaciones alrededor de un fuego: ya fueran en el desierto en el interior de una cueva.

¿Qué se siente más, escritor o fotógrafo?

Pues no lo sé. Las dos cosas. Cuando acabé ‘El impulso nómada’ (Galaxia Gutenberg) me sentí más escritor, pero ahora que estoy a punto de inaugurar una gran exposición de fotografía en la Fundación Vila Casas. ¡Vuelvo a sentirme fotógrafo!»

"El Atlas marroquí, la Alpujarra, Ibiza… ¡La India! Fue mucho después cuando sentí la necesidad de fotografiar. También de escribir mis sensaciones y sobre todo lo que me contaban los ancianos. La sabiduría popular"

¿Qué le debe a Alan Moorehead?

La pasión por el Nilo y las historias de antiguos sultanatos. También por el Sudán de los faraones negros y una multitud de historias. Leí su ‘El Nilo Azul’ porque en un barco que me llevaba de Bengasi a Alejandría, le cambié a un viajero inglés un libro pesadísimo de Castaneda, una secuela de ‘Las enseñanzas de Don Juan’ por los dos libros de Moorehead sobre el Nilo. La cabeza me explotó. Tendría yo unos veintidós años. Ahora no sé si me gustaría. Tampoco creo que me impactara leer hoy ‘El lobo estepario’ o incluso ‘En el camino’. Hanif Kureishi dijo que ciertos libros iniciáticos no deberían leerse a partir de los treinta años.

En Egipto le sucedió de todo, pero pasaste por espía. ¿Sentía también que su vida estaba en juego?

Pues la verdad es que sí. Primero me secuestraron unos energúmenos que echaron la puerta abajo. No iban vestidos de policías y apenas hablaron conmigo. Yo había oído hablar de historias de desaparecidos. Durante unas horas temí que me ataran una piedra al cuello y me arrojaran al Nilo. Luego cuando me entregaron a la policía sentí al menos, que mi vida ya no corría peligro, aunque me pedían ¡trabajos forzosos en pleno desierto! Todo ello está en el libro.

¿Ha pasado miedo durante sus viajes o ha sentido siempre curiosidad, interés humano y sociológico por los otros con serenidad?

Hasta aquel momento, nunca había pasado miedo. Creía que uno recibía lo que daba y así solía ser. Pero aquello fue terrible. En mi vida marca un antes y un después. La imposibilidad de ser libre. Se rompió el cántaro de la lechera. La magia se fue.

"Durante unas horas temí que me ataran una piedra al cuello y me arrojaran al Nilo. Luego cuando me entregaron a la policía sentí al menos, que mi vida ya no corría peligro, aunque me pedían ¡trabajos forzosos en pleno desierto! Todo ello está en el libro"

Si tuviera que definir la Barcelona ‘underground’, ¿qué diría, también usted se salvó de milagro en aquel tiempo convulso y lleno de peligrosas drogas?

Sí, me salvé porque mi interés se centraba en querer viajar. A la India, recorrer África. No el sueño hippy que enseguida en parte me decepcionó. Muchos amigos cayeron como moscas cuando se metieron en el caballo, y ya no digamos la escabechina que provocó el sida. Mirando hacia atrás ves como cuánta gente valiosa fue sucumbiendo.

¿Cómo resumiría un aspecto capital en el libro: sus vivencias políticas?

Bueno, yo soy hijo de los sesenta, no éramos doctrinarios, nos atraían las ideas libertarias. Ahora a mis setenta creo que no he traicionado mis sueños. Aunque tampoco soy un ingenuo.

¿Son los viajes para contar?

¿Para contar? Para mí no necesariamente. Sirven para conocerse a sí mismo. A medida que te vas adentrando en un mundo desconocido también lo vas haciendo en tu interior. Ese es el viaje que me interesa. El viaje del que no regresas siendo el mismo

¿De qué le ha servido redactar estas 500 páginas, se conoces mejor, alimenta y restaura tu memoria para siempre?

En parte sí. Me ha servido para explorar mi interior. Ha sido, en parte, un verdadero ejercicio de autopsicoanális, de dejar que afloraran recuerdos dormidos, algunos muy dolorosos. También de poner los puntos sobre las “íes”. Mohamed Chukri dijo que para él le escritura era una venganza contra quienes le robaron la infancia. Yo no me atrevería a decir eso. No sería justo. No pasé penalidades de niño. Nací en el seno de la burguesía media catalana, pero sí he querido escribir sobre la hipocresía, la educación castradora, el descubrimiento de la homosexualidad en aquella época ingrata. De todo ello, pero también sobre la luz que hay una vez consigues arrancarte las capas de cebolla.

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