el patrimonio aragonés emigrado

El altar relicario que es "un monumento de la cultura europea occidental"

Procedente del Monasterio de Piedra, una joya artística del siglo XIV en la que están representadas la vida de la Virgen y la Pasión de Cristo ha acabado adornando la sede de la Academia de Historia en Madrid.

El altar relicario del Monasterio de Piedra, tal y como se presenta cerrado.
El altar relicario del Monasterio de Piedra, tal y como se presenta cerrado.
Real Academia de la Historia

Pocos españoles saben que la sede de la Academia de la Historia en Madrid, en la calle del León, tiene una importante colección artística

Y menos aún los conscientes de que entre sus tesoros destaca uno de procedencia aragonesa, un altar relicario del Monasterio de Piedra que, cerrado, tiene apariencia de retablo. Y, cuando se abre, adquiere la apariencia de un ostensorio relicario. La pieza, que se ha prestado para algunas exposiciones, encontró destino final allí tras haber abandonado su emplazamiento original a consecuencia de una de las desamortizaciones.

Este fenómeno de las desamortizaciones, principalmente las de Mendizábal y Madoz, causó daños graves al patrimonio artístico español. Afortunadamente, y a diferencia de otras piezas, este mueble litúrgico en forma de tríptico, de estilo gótico-mudéjar, se ha conservado. Pero fuera de Aragón.

La obra tiene un origen milagroso: durante una misa celebrada el 12 de septiembre de 1380, al cura de la iglesia de la Presentación de Cimballa, mosén Tomás, le asaltó la duda sobre la transubstanciación del pan y el vino en cuerpo y sangre de Cristo. Según la tradición, cuando llegó el momento de consagrar, la Forma empezó a sangrar.

La reliquia se veneró en Cimballa durante un tiempo pero pronto se hizo famosa y llamó la atención del infante Martín de Aragón, que reinaría como Martín I. Se hizo con ella y, tras encargar un relicario para acogerla, la donó al abad del Monasterio de Piedra, Martín Ponce, que, a su vez, encargó un mueble para darle esplendor.

El altar relicario tiene forma de armario y mide 2,44 metros de alto por 3,95 de ancho. En la parte exterior, presenta en una de sus puertas seis escenas pintadas de la vida de Virgen; en la otra está representada la Pasión de Cristo. En el interior se pintaron varios ángeles que tocan instrumentos de cuerda, lo que permite vislumbrar la música en el siglo XIV. A todo ello hay que añadir una impresionante obra de marquetería mudéjar.

La pieza es deslumbrante, y por ello Martín Almagro la definió como «un monumento de la cultura europea occidental». Más recientemente, el historiador Herbert González Zymla, que dedicó a la obra una monografía de 500 páginas, la valoraba como «una de las obras de arte más importantes del gótico español, en la que los valores plásticos del mundo musulmán y mudéjar se dan la mano con la iconografía cristiana».

González Zymla no encontró documentación que atestiguara el recorrido completo de la obra hasta la Academia de Historia. Al parecer, Juan Federico Muntadas, dueño del conjunto de edificios del monasterio tras la Desamortización de Mendizábal, la cedió al Ministerio de Fincas del Estado alegando que valía más que los inmuebles que había comprado. Dicen que estaba abandonada en un pajar y había ojeadores británicos que la codiciaban.

Lo que sí logró el historiador fue fraguar una teoría acerca de sus autores, que hasta ahora se desconocían. Encontró, encriptada en el alba de uno de los ángeles pintados, la firma de uno de los hermanos Leví.

Los Leví fueron una familia de pintores activos en la diócesis de Tarazona a finales del siglo XIV y principios del XV.

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