Redactor de Cultura de HERALDO DE ARAGÓN

'Andalán', una tarea coral por Aragón, una voz que quiso ser libre

Eloy Fernández cofundó 'Andalán' y la dirigió en dos ocasiones.
Eloy Fernández cofundó 'Andalán' y la dirigió en dos ocasiones.
José Miguel Marco.

Hace muchos años, quizá alrededor de 1978 o 1979, alguien quiso explicarme qué era ‘Andalán’ y en qué se basaba. Quizá fue Natxo Rojo, un historiador al que le apasionaba la política, el marxismo y la antropología, y llamaba siempre Julio Caro a Julio Caro Baroja, hablaba de Pío Baroja como de un pariente cercano con el que había quedado a cenar la noche anterior, y decía que conocía muy bien al etnógrafo Julio Alvar y al polígrafo gallego Vicente Risco. “Creo que ‘Andalán’ se inspiró, vía Eloy Fernández Clemente, casado con una gallega, en la revista y el grupo ‘Nós’ de Castelao, Otero Pedrayo, Florentino López Cuevillas y Risco. Tus paisanos”. No exagero. Al decir aquello la revista me ganó de inmediato y empecé a leerla a menudo, como muchos otros jóvenes, de manera especial en un tiempo en que la prensa era un torbellino de incitaciones, de rebeldías y de aprendizaje.

‘Andalán’, en el fondo, nació en Teruel a finales de los años 60 de una amistad casi inesperada entre un hombre católico, periodista y humanista, maestro e hijo de maestros y economista, el citado Eloy, y otro hombre un tanto inclasificable como José Antonio Labordeta: profesor, actor, cantante, poeta, novelista, etc. Ambos despertarían al mundo y a lo que Aragón había significado en la historia, la cultura y la sociología en aquella provincia del olvido donde “algunos pensaban que aún no había terminado la II Guerra Mundial”, como escribió Eloy, y otros vivían como si Teruel fuese la ciudad más moderna y vanguardista del país aunque los turolenses no se dieran cuenta, como escribió Federico Jiménez Losantos en el prólogo de ‘Tierra sin mar’ de Labordeta, que le preparó Félix Romeo y editó Xordica.

Eloy y Labordeta regresaron a Zaragoza desde Teruel y aquí encendieron la mecha de un proyecto periodístico que podía ser insolente, crítico, demoledor, ejercer incluso la crítica feroz 

‘Andalán’ no nació en un páramo lunar ni en un desierto sin creatividad, claro que no, Aragón no emergía de la nada, pero pronto se dio cuenta de que había mucho que hacer en muchas direcciones: la sociología, la libertad, el pozo sin fondo de la historia, el Derecho foral, las artes y las letras, la Guerra Civil, el exilio, la ecología... Había tanto que descubrir y se descubrió tras la muerte del franquismo que a veces resulta inconcebible repasar esa inmensa tarea global, aunque fueron muchos los medios, iniciativas, proyectos, aventuras, gentes, más revistas, editoriales e instituciones que colaboraron a ello.

Eloy y Labordeta, Labordeta y Eloy, que tanto montan, regresaron a Zaragoza y aquí encendieron la mecha de un proyecto periodístico que podía ser insolente, crítico, demoledor, ejercer incluso la crítica feroz (o aquello de “flojico lo suyo, don Luis”. Como solía recordar, con dolor, tantos años después, José Luis Borau a propósito del estreno de algunas películas), pero también comprometido, valiente. En el fondo, ‘Andalán’ fue una escuela de periodismo con gentes de muchos pelajes que convivió con HERALDO y ‘Aragón Exprés’, entre otros, y les ayudó a crecer, a mejorar y a preguntarse cosas, y a descoser algunas rigideces propias de la posguerra.

A la luz de ‘Andalán’, que conectó con otras publicaciones similares, surgieron periodistas de todos los estilos y disciplinas (Pablo Larrañeta, Lola Campos, el recién fallecido Luis Granell, José Ramón Marcuello, etc., si pensamos en sus directores y redactores jefes; y muchos otros que se incorporaron a estas páginas, a ‘El Día’...), pero también hubo profesores universitarios, cineastas, gestores culturales, libreros, bibliotecarios, artistas que ejercieron la crítica de arte (José Luis Lasala, Ángel Aransay, Vicente Villarrocha). 

Los consejos de redacción de ‘Andalán’ forman parte de la leyenda, y por allí, entre otros, anduvieron José-Carlos Mainer, Carlos Forcadell, Juan José CarrerasAres, Javier Delgado, Guillermo Fatás, José Antonio Labordeta, Luis Germán, Emilio Gastón, etc., y el director Eloy Fernández, que dirigió la publicación en su primer lustro, de 1972 a 1977, y de 1982 a 1987, donde los periodistas más constantes eran Eloy, claro, Forcadell, Antonio Peiró y Luis Alegre. Ellos pusieron el fin y lanzaron a portada una frase para siempre: "Hasta aquí llegó la riada". 

‘Andalán’, que también vivió en sus entrañas las contradicciones de 40 años de democracia, representa una isla de emoción, de heterodoxia, de búsqueda, de pasión por el territorio, de cultura y de innovación, como sucedía con sus ya casi legendarias ‘Galeradas’ literarias.

Aragón, lo que somos ahora, el periodismo, las instituciones, los sueños (los materializados y los truncados) le deben a ‘Andalán’ la presencia de una voz iconoclasta, incluso rabiosa (como debió creer Ramón José Sender cuando visitó Zaragoza en 1974) pero también empeñada en contar nuestro pasado, apuntalar el presente y mirar al futuro desde una visión plural de izquierda. ‘Andalán’, que daría paso a ‘El Día de Aragón’ y a ‘Diario 16’, empujó siempre hacia adelante. Reapareció en versión digital en 2010, fue un empeño de Eloy Fernández, de Gonzalo Borrás, de Ramón Salanova, entre otros, y ahí sigue: con la vista puesta en el futuro y abrazando -ya de otro modo, sin aquel fervor de antaño que parecía escocer en el alma y en el ánimo contra la depresión, el paisaje, la memoria y las gentes- este Aragón que es la naturaleza indómita del hombre y a la vez es el hombre en medio del paisaje sin temor a las inclemencias del mal tiempo.

Muchas felicidades. El premio es oportuno. El Aragón de hoy es una tarea que se ha cocido a fuego lento desde muchos hogares, desde HERALDO sin duda a lo largo de 125 años y otros medios, pero ‘Andalán’, que también vivió en sus entrañas las contradicciones de 40 años de democracia, representa una isla de emoción, de heterodoxia, de búsqueda, de pasión por el territorio, de cultura y de innovación, como sucedía con sus ya casi legendarias ‘Galeradas’ literarias. Además fue un instrumento capital que conectó la emigración aragonesa en Cataluña, especialmente en Barcelona, a través de los cantautores, el Centro Aragonés de la calle Joaquín Costa, la historia de Aragón, como recuerda Plácido Díez Bella. Y un buen ejemplo de todo ello es el libro 'Andalán, 1972-1987: los espejos de la memoria' (Ibercaja, Zaragoza, 1997), un empeño casi personal de Manuel Pizarro, que también se presentó en Aínsa como el primer número de la publicación.

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