Mario Muchnik, la pasión por los libros

"Me dejé seducir por una chica de bellas piernas que se llamaba edición", así fue como el argentino dejó atrás sus estudios de Física.

Mario Muchnik.
Mario Muchnik.
Aloma Rodríguez

Descubridor para los lectores en español de autores esenciales de la literatura como Elías Canetti o J.M. Coetzee, si algo caracterizó a Mario Muchnik fue su pasión inabarcable por los libros, heredada de su padre.

Y ello pese a que se licenció en Física en Nueva York, tras salir de su Argentina natal. Se doctoró en Roma y se dedicó a la ciencia durante una década, con participación incluida en el descubrimiento de la antipartícula sigma +.

Pero se había criado entre libros y escritores puesto que su padre, Jacobo, había fundado la editorial Difusora Internacional, y por su casa pasaron autores como Jorge Luis Borges o Ernesto Sábato.

Así que se rindió, abandonó la Física y en 1973 fundó Muchnik Editores. "Como pasa en los matrimonios, dejé de entenderme con mi profesión y me dejé seducir por una chica de bellas piernas que se llamaba edición", contó en una entrevista con EFE en 1999 al presentar su autobiografía editorial, "Lo peor no son los autores".

El primer libro publicado por Muchnik Editores fue 'Y otros poemas', de Jorge Guillén, impreso en México y distribuido en España.

Se decantó siempre por editar pocos y cuidados libros frente a las editoriales que apostaban por el éxito a cualquier precio. Pensaba que los libros deberían "haberse quedado en la época del Renacimiento, cuando servían para transmitir placer o conocimiento, pero no para hacer dinero".

Buscó esa calidad en autores como Rafael Alberti, Miguel Ángel Asturias, Adolfo Bioy Casares, Ítalo Calvino, Julio Cortázar, Ismaíl Kadaré, Primo Levi, André Malraux, Henry Miller, Juan Carlos Onetti, Augusto Roa Bastos, Ernesto Sabato, Oliver Sacks, Susan Sontag, George Steiner o Gore Vidal.

Y se jactaba de haber sido el primer editor en español no solo de Canetti o Coetzee, sino también de Eli Wiesel y V.S. Naipaul, antes de que todos ellos ganaran el Nobel.

Una labor que contó en 'Lo peor no son los autores', un libro plagado de anécdotas en el que recorría su pasión literaria y sus proyectos editoriales más personales: Muchnik Editores y Taller de Mario Munchik, pero también su paso por Seix Barral o la colaboración con Anaya.

Tanto en los libros que escribió como en las entrevistas que dio. Muchnik no se mordía la lengua y cargaba duramente contra los grandes grupos editoriales que solo buscaban éxitos de baja calidad, como 'El código Da Vinci'.

Una actitud irreductible por la que fue despedido en 1990 de la primera editorial que fundó y que provocó una airada reacción de escritores y colegas editores, como Mario Benedetti, Maruja Torres o Esther Tusquets.

Años después, en un homenaje, Rosa Regás expresó su admiración por el editor por "el criterio y el coraje" para mantener una "línea editorial independiente y admirable".

Pero además de su principal faceta profesional, la de editor, Muchnik fue un hombre con muchos intereses, entre ellos la fotografía, con su inseparable Leica, con la que trataba de captar las almas humanas y paisajísticas.

Discípulo de Cartier Bresson, la fotografía le sirvió para apresar la realidad y los rostros de muchos de los escritores a los que admiraba y de los que era amigo, desde Cortázar y Borges a Vargas Llosa o Guillén.

Diversas facetas de un hombre renacentista y que no dejaba de sorprender. Como cuando en 2017 dejó su legado en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes: una flauta, una caja de música comprada en 1937 y una fotografía de Shirley Temple tomada ese mismo año, dedicada a su "amiguito de la Argentina, Mario".

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