Agustín Sánchez Vidal: "La guerra es una lección que no aprendemos nunca"

Premio de las Letras Aragonesas y experto en Buñuel, Lorca y Dalí, el investigador y escritor publica ‘La vida secreta de los cuadros. Un recorrido diferente por el Museo del Prado’ (Espasa).

Sánchez Vidal participará en los ‘Martes de libros’ de Ibercaja el 29 de marzo
Sánchez Vidal participará en los ‘Martes de libros’ de Ibercaja el 29 de marzo
Oliver Duch

¿Cuál es la vida secreta de los cuadros?

Los cuadros son muy suyos, muestran lo que quieren y esconden muchos secretos. Y cuanto más nos alejamos de ellos en el tiempo más herméticos pueden volverse.

¿Qué le da el Museo del Prado?

Disfrute, felicidad, aprender a ver las cosas de la mano de algunas de las miradas más lúcidas que nos han precedido. Me parece un lujo poder acceder por el precio de una entrada de cine a pinturas que costó Dios y ayuda -y a menudo muchos dineros- traer a España, a veces desde la otra punta del mundo.

¿En qué consiste ser un lector o intérprete de imágenes? ¿Qué se necesita?

No hay que ponerse solemnes ni dejarse intimidar, basta con frecuentarlas. Las imágenes están ahí, unas más explícitas, otras más ensimismadas, pero son como todo, como escuchar música, leer poesía o catar un buen vino: el ojo se educa y aprende, como el oído o el paladar.

¿Qué le dicen las salas de Goya? ¿Qué emociones le sugieren?

Goya es un caso aparte. No porque sea aragonés, es que tras él el Museo del Prado empieza a ser otra cosa, entra en la modernidad. No hay que olvidar que ya estaba allí cuando se inauguró, en 1819. No entró con los pies por delante, sino en vida, como un contemporáneo. Y hasta el Centro de Arte Reina Sofía iniciaba su colección permanente con él en una de sus reordenaciones (ya he perdido la cuenta de cuál de todas ellas). Goya sigue siendo un contemporáneo y al ver sus obras me siento muy sacudido por multitud de contradicciones. No se arredra ante nada, por muy incómodo que resulte.

Es curioso. La pintura no era casi nunca un arte transparente. ¿Por qué había tantos mensajes en clave o encriptados?

Ningún arte es transparente, todos están codificados. Que se lo pregunten a cualquier sufrido lector del ‘Ulises’ de Joyce. La música, como es abstracta y se trabaja las emociones por el atajo, viene a decir, con la mayor naturalidad: «A mí, que me registren». Los malentendidos se producen con las imágenes, que parecen accesibles de inmediato y, en el caso del arte figurativo, llegan a simular que transcriben la realidad en vivo y en directo. Pero no es así, ni siquiera en el caso de la fotografía, que gestiona o manipula la luz, el encuadre, la angulación, las lentes, etc.

Uno de los grandes personajes del libro es sin duda Felipe II. Comenta un minucioso cuadro de Antonio Moro y dibuja sus vínculos con Antonio Pérez, y aún recuerda su pasión por el Bosco. Siempre ha sentido una gran atracción por él, ¿por qué?

Me parece el más complejo, contradictorio y apasionante de los reyes españoles. Y, sobre todo, me atrae su época, cuando España equivalía a medio mundo y allí pasaba de todo, para lo bueno y para lo malo. En buena medida es la época de Cervantes. Si quieres meterte en la cabeza de Felipe II basta con pensar en que le atraían a la vez el Bosco y Tiziano. O darse una vuelta por la biblioteca del Escorial: ¿qué rey, entre nosotros, ha reunido semejante colección de libros?

El libro analiza la importancia y el símbolo de los colores, y lo hace a partir de los bodegones, esos campos de batalla. Analiza el naranja, con sus mudanzas y sus ecos en el cómic y el cine, y el negro…

La vida secreta de los cuadros va cambiando de protagonistas y uno de ellos son los colores. El naranja se convirtió en el emblema del protestantismo porque su nombre coincidía con el de Guillermo de Orange y los holandeses empezaron a imponer una mutación de las zanahorias de ese color que es la que ha prevalecido, al parecer en homenaje suyo. Por el contrario, el azul, casi inexistente, terminó convirtiéndose en el de la Inmaculada Concepción y el de la bandera europea, y los países protestantes se lo tomaron muy a mal, porque lo consideraron una conspiración religiosa e ideológica de los católicos.

¿Cómo se explica ese cambio de Goya en la primera pradera de San Isidro a la segunda, de las Pinturas Negras?

Me parece terrible que alguien que en su pintura de juventud -en los cartones para tapices, por ejemplo- haya pintado esa explosión de alegría y vitalidad de la pradera de San Isidro luego lo vea todo de un modo tan siniestro como en la misma romería en sus pinturas negras. Uno se pregunta, inevitablemente, cómo fue posible que un país que había abrazado transitoriamente la ilusión del Siglo de las Luces se sintiera tan abocado a las tinieblas.

Uno de los capítulos más divertidos y eruditos es el de los bufones, enanos y locos. Ahí está muy presente Aragón: alude al manicomio de Zaragoza y a la estancia de Velázquez aquí, en el taller de Jusepe Martínez. ¿Qué hay de ello?

Velázquez debió pasar por Zaragoza camino de Fraga, acompañando a Felipe IV durante las jornadas en la raya de Aragón, y andaba escaso de lienzo. De modo que cabe suponer que le preguntó a Jusepe Martínez y se aprovisionó de uno que no era el que solía utilizar en Madrid. Y con el mismo lote retrató al rey y a su bufón. O sea que sí, que en más de un aspecto los tasaba por el mismo rasero. También parece que fue enterrado en la misma cripta que algunos de los enanos que pintó, pero no se ha podido comprobar porque no se ha encontrado su tumba.

¿Cuánto hay en la pintura de crónica de una época?

Es muy difícil que cualquier manifestación no termine expresando su época. Y no sólo las artísticas. Personalmente, me interesan mucho más las que no lo hacen de modo intencionado y permiten averiguarlo por uno mismo, pillándolas desprevenidas, cuando no están posando y haciéndose las interesantes.

Acaba con "las miserias de las guerras". Ahí Goya tiene mucho que decir. Y lo dice. Pero también ‘Las lanzas’ o ‘Marte’ de Velázquez. ¿En qué coinciden y se diferencian las visiones de Goya y Velázquez acerca de la guerra?

La de la guerra es una lección que no parecemos aprender nunca. Lo que sucede es que después de Goya ya nadie puede reducirla a los cuadros de caudillos victoriosos. A su modo, Velázquez también supuso una inflexión, porque no frecuentó el género y ‘Las lanzas’ es una excepción, en todos los sentidos.

¿Qué piensa de las convulsiones que estamos viviendo, se está cocinando la tercera guerra mundial?

Cualquier conflicto ahora puede convertirse en global. Y lo más peligroso es que hay una voluntad de fondo por parte de Putin para redefinir la situación en que quedó Rusia tras la caída del muro de Berlín. Por no hablar de la manifiesta incapacidad de Europa para articular una política de defensa común que no pase por la OTAN.

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