TEATRO. OCIO Y CULTURA

Clara Sanchis: «Con el teatro se pueden contar historias que explican el mundo»

Esta turolense del 68, versátil y arriesgada llega al Teatro del Mercado el jueves con ‘Una habitación propia’ de Virginia Woolf

Clara Sanchis vuelve al Principal, ahora con Virginia Woolf.
Clara Sanchis apostó en 2016 por 'Una habitación propia' y ahí sigue.
Javier Salas.

Clara Sanchis (Teruel, 1968) es actriz, productora teatral, pianista y escritora, sobre todo desde las páginas de ‘La Vanguardia’. Un mañana, tras dar muchas vueltas y repasar textos y más textos, se dio cuenta de que ‘Una habitación propia’ (1929), el libro de Virginia Woolf, la estaba esperando. Se lo dijo a la directora teatral María Ruiz, con quien había trabajado en varias ocasiones, y entre las dos levantaron el monólogo, que llega el jueves 13 al Teatro del Mercado de Zaragoza.

¿Qué recuerdos tiene de Teruel?

Viví allí hasta los cuatro años. Y tengo escasos recuerdos: los paseos hacia la plaza con mis padres, sobre todo con mi madre, y una especie de cajón, en la guardería, donde metía el bocadillo.

¿No ha vuelto?

La verdad es que no. He actuado en muchos lugares de todo el país, pero nunca me invitaron ni me contrataron en Teruel. Como si hubiera un maleficio. Sé perfectamente toda la leyenda de esa época en Teruel, con José Antonio Labordeta, Eloy Fernández Clemente y mis padres, José Sanchis y Magüi Mira, entre otros. Este verano hemos proyectado, si deja la pandemia, un viaje familiar a Teruel. Sinceramente, me hace ilusión.

Antes del teatro, fue la música.

Sí. Le dediqué incontables horas en la infancia, en la adolescencia y en la juventud. Tocaba muy bien a Bach, Beethoven, Chopin, hasta que empecé a sentirme insegura con la música. Luego empecé a sentir miedo y temblando no se puede tocar bien a ninguno de los tres.

"Tocaba muy bien a Bach, Beethoven, Chopin, hasta que empecé a sentirme insegura con la música. Luego empecé a sentir miedo y temblando no se puede tocar bien a ninguno de los tres"

¿Qué hizo?

Probarme. Me rebelé contra todo, me independicé joven, y me puse a buscar.

¿Le pesaba la fama de sus padres, José Sanchis Sinisterra y Magüi Mira?

Mis padres son dos gigantes y a veces, como sucede con los gigantes, corres el riesgo de que te aplasten. Y esto lo digo con inmenso cariño. Tenía que irme, vivir mi propia aventura, buscar, pero a la vez desde la cercanía, desde el inmenso amor. Mis padres han sido fundamentales en mi carrera y en mi vida.

Por ejemplo, ¿qué le debe a su madre?

Ella me dijo que los imprevistos que suceden en un escenario le pasan al personaje, no a mí. Me enseñó a hablar, a adquirir un lenguaje orgánico. Con el tiempo, he tenido la suerte de que me haya dirigido en varias funciones: ‘El perro del hortelano’, ‘Festen’, ‘Conocimiento’…

También ha trabajado con su padre.

Fue decisivo para mí de muchos modos. Me dormí durante muchas noches de mi vida oyendo el teclear de sus dedos en la máquina de escribir, y me he formado leyendo sus textos y captando su sentido del humor. Existe un sentido del humor familiar, de los Sanchis y los Mira, pero además he leído los libros que él leía: Cortázar, Kafka, etc. Hemos hecho un par de lecturas dramatizadas juntos y escribió para mí un monólogo emocionante, ‘Próspero sueña Julieta’. Acabamos de estar en la sala Beckett en Barcelona con ‘Una habitación propia’; esa sala la creó él. ¡Imagínese qué emoción!

Díganos cómo evolucionó…

Me asustó la música clásica, y empecé a hacer cosas de cabarés, musicales, etc. En ‘Salomé’ trabajé en figuración con Nuria Espert, y conocí a Mario Gas y a Félix Rotaeta, que pronto me adoptó como sobrina. Era un hombre de mirada perturbadora, muy tierno y muy culto. Me contagió su curiosidad y me dijo algo que no he olvidado: «No renuncies a la música ni a la escritura. Dedicarse a este oficio es como venderle el alma al diablo, así que no se lo des todo a él». Le hice caso, y cada vez lo tengo más claro.

¿Qué tiene claro?

Que soy actriz, de todo, de cine, teatro y televisión, y para mí no existe otra diferencia que la puramente técnica, que soy escritora y que me apasiona la música. No quiero ni puedo renunciar a ninguna.

Poco después, apareció en el ‘Calígula’ de Carlos Martín, hecho en Zaragoza y Milán.

Fue una experiencia maravillosa. Me fui a Italia, al Piccolo de Milán e hice aquella experiencia. Y el teatro me ganó para siempre; me di cuenta de que con él se pueden contar historias que explican el mundo. Me encantaba aquella mezcla de juego y de perfección, o perfeccionismo, que tenía. Y la dirección de Carlos Martín era insólita y novedosa: luz y experimentación, todo a la vez.

"Me encantaba aquella mezcla de juego y de perfección, o perfeccionismo, que tenía 'Calígula'. Y la dirección de Carlos Martín era insólita y novedosa: luz y experimentación, todo a la vez".

Después intervino en el ‘Goya’ del Teatro del Temple, que escribió Alfonso Plou.

Otra maravilla. De verdad. Trabajé con Sancho Gracia, con Enriqueta Carballeira, con Balbino Lacosta. Y en la dirección, de nuevo, Carlos Martín. Conservo recuerdos imborrables de aquel trabajo.

No ha parado desde entonces…

En televisión participé en ‘Amar en tiempos revueltos’ y en ‘Isabel de Portugal’. El teatro tiene ese lado artesanal que te permite una mayor independencia, pero para mí aquellas fueron experiencias útiles y me entendí a la perfección con mis compañeros. Aprendí mucho.

Llamaba la atención que hasta bien avanzado el siglo XXI no hubiese interpretado obras de ninguna mujer.

Es cierto. Había hecho muchas cosas, y jamás había habido una escritora. Eso me descolocó hasta a mí. En un período complejo, pensé en adaptar un texto. Lo comentaba con María Ruiz y un día se me impuso ‘Una habitación propia’…

Clara Sanchis vuelve al Principal, ahora con Virginia Woolf.
Clara Sanchis en un momento del montaje 'Una habitación propia'.
Archivo C. Sanchis

¿Recuerda por qué?

Soy una gran admiradora de Virginia Woolf, sobre todo de su novela ‘Orlando’ y de sus diarios. Y de ‘Una habitación propia’, que había leído con algo más de 30 años. Con María hablábamos a menudo de ese libro, que nos servía para la vida y que era, entre otras cosas, un libro sobre la desigualdad. Como es una conferencia, de 1928, ya era implícitamente teatral. Se lo dije a María y le pareció una buena idea para un monólogo. El texto lo tiene todo: por un lado me atraía su luminosidad, y por otro lado el dolor y la ira, la oscuridad que rezuma.

¿También le interesó su feminismo?

Claro. Para mí ser feminista es inevitable mientras existan la violencia de género, los malos tratos, la desigualdad, la diferencia probada de salarios. Se dio la circunstancia de que mi apuesta, avanzado el año 2016, fue anterior al ‘Me Too’, pero esa apuesta no fue solo mía: había una confluencia de asuntos y actitudes, como movimientos de arena que desembocarían en lo que ha significado. Con todo, lo que más me conmueve y conmovió de Virginia Woolf es la mezcla de la belleza literaria y la belleza de las ideas.

"Para mí ser feminista es inevitable mientras existan la violencia de género, los malos tratos, la desigualdad, la diferencia probada de salarios. Con todo, lo que más me conmueve y conmovió de Virginia Woolf es la mezcla de la belleza literaria y la belleza de las ideas"

¿Cómo definiría la apuesta de María Ruiz?

Sinceramente, y soy persona implicada, ha hecho un trabajo excepcional. Ha tenido que cortar y cortar y cortar, pero no se oye una palabra que no sea de Virginia Woolf. Y, además, ha sabido sacarle a Virginia todo su humor, su crítica, su visión política y su radicalidad. No hemos renunciado a su complejidad jamás.

Y además usted toca el piano.

Sí, y en Zaragoza lo haré en un piano de cola, lo cual te permite suministrar otros matices. Parto de piezas de Bach y hago leves improvisaciones. La música es cada vez más importante: tengo un grupo con Jesús Noguero, David Lorente y Santi Antón, y componemos Los Pájaros Fontaneros. Vivir es apasionante.

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