imágenes de la capital del cierzo / 18. 'artes & letras'

Los baños de sol y agua se abrían paso desde la ribera del Ebro hasta el Canal

Los chapuzones colmaron de libertad las orillas de nuestro río más celebrado, junto a la arboleda de Macanaz

Imágenes de la capital del cierzo / 18
Mercedes  y José María Lozano Gracia posan junto a los Baños del Ebro en octubre de 1933. Al fondo el chaletito del Centro Naturista Helios.
Archivo Esteban Lozano Alegre.

La felicidad tiene un tiempo y un lugar

El bienestar se abría paso en la ribera del Ebro en su margen izquierda con la llegada del Naturismo hace cien años. Lo que parecía una moda de snobs y estrafalarios seguidores de tendencias vegetarianas, nudistas y de dudosa moralidad, se convirtió en una querencia del público zaragozano hacia el disfrute personal y mejora de su salud, aprovechando los rayos de sol y las aguas frescas del Ebro.

Aquellos primeros “sport-men” que coparon las orillas del río, aprovecharon los ecos llegados desde Europa para contagiar a los suyos. Lo hicieron realizando actividades al aire libre, permitiendo que cualquiera pudiera seguir sus ejercicios gimnásticos y sus actividades sociales dejando de lado el café, copa y puro de las tertulias en los rancios cafés zaragozanos, las corridas de toros o en los teatros más vistosos. Había llegado una nueva forma de beneficio personal abierta a cualquiera que estuviera dispuesto a aceptarla.

Defensores del escultismo introducido en Zaragoza, entre otros por Emilio Gastón Ugarte o Patricio Borobio en 1913, o deportes como el velocipedismo, el lawn- tennis, el tiro de pichón, el boxeo o el foot-ball, tenían sus seguidores dentro y fuera de nuestras fronteras, pero parecía lógico que los zaragozanos dejaran de ignorar a su río más ilustre y comenzaran a mirarlo como un aliado, a pesar de las embestidas que de vez en cuando ofrecía al sufrido contribuyente.

La libertad no está exenta de cierto caos, y teniendo en cuenta que, en algunos lavaderos de nuestra ciudad, como el de la “Señá Benita” ya se aprovechaba el tiempo suspendido entre lavado y lavado para bañarse bajo la luz del astro solar, era cuestión de tiempo colonizar la margen del río, a pesar de estar en una zona inundable. Recordemos entre otras, la riada de 1930, donde el Ebro, como un desalmado soberano, asoló todo a su paso. Sin embargo, nada detuvo a los entusiastas naturistas en su conquista ribereña. Continuaron con paso firme hasta el día de hoy.

La higiene cobraba un nuevo significado y atrás quedaban las Casas de Baños ubicadas en distintos lugares de la ciudad, como los Baños Viejos en el Salón de Santa Engracia, los del Huerva, los de Zacarías, los de Marraco… lugares estos que desde el siglo XIX suplían la falta de agua corriente en las casas de la ciudad, donde tan solo en las residencias más adineradas o en hoteles de renombre contaban con bañeras acordes a su estatus social, a partir de la primera década del siglo XX. Lejos quedaba la democratización de un bien esencial como el agua, ya fuera para uso de boca, el aseo personal o para el ocio como aquí se relata. Eso era cosas de burgueses, alcanzaban a decir los más escépticos.

La higiene cobraba un nuevo significado y atrás quedaban las Casas de Baños ubicadas en distintos lugares de la ciudad, como los Baños Viejos en el Salón de Santa Engracia, los del Huerva, los de Zacarías, los de Marraco…

Lo cierto es que desde el verano de 1925, visionarios como Leoncio Labay, Manuel Marín Sancho, Narciso Hidalgo, Miguel López de Gera y José Grasa, entre otros; se lanzaron a la creación de un centro para deportes náuticos, era el Centro Naturista Helios. Un lugar que aprovechaba un espacio cedido por el Ayuntamiento de la ciudad bajo canon, en las inmediaciones de la Arboleda de Macanaz, para realizar sus ejercicios gimnásticos y la práctica del naturismo, el vegetarianismo y el disfrute al aire libre. Entre sus aciertos, las exhibiciones durante las Fiestas del Pilar de excursiones náuticas, piraguas, natación…sus gestas serían seguidas y reconocidas dentro y fuera de nuestras fronteras.

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Los pequeños posan para Mariano Crespo, socio fundador de Helios en el verano de 1926.
Archivo Hernández-Aznar

Curiosamente, la construcción de una piscina no llegaría hasta 1935, por lo que los talentosos nadadores tenían que entrenarse en las pocas agradecidas aguas del Ebro o bien en la piscina de Torrero, perteneciente al campo de deportes del Iberia S.C., que contaba con velódromo, inaugurado en 1928 (aunque en las imágenes aéreas de la CHE del 27 ya se aprecia) y campo de fútbol, además de un gran número de seguidores y aficionados. Aquella piscina quedaría estrenada en el verano de 1926 con el beneplácito de la ciudadanía más pudiente y comprometida.

La modernidad había llegado y con ella, imágenes fascinantes, seductoras y liberadoras. Emilia Vileta y su amiga parecen dos ondinas recién llegadas de Hollywood. Sin duda, había ganas de disfrutar del deporte, el sol y el aire libre. Un breve aperturismo que dejaba respirar y exprimir el momento.

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Emilia Vileta y su amiga Chon Pérez disfrutan de un plácido encuentro en la piscina del Iberia S.C. en Torrero.
Archivo José Ignacio Larraz Vileta

Regresemos de nuevo a las orillas de la margen izquierda del Ebro, nuestro río más celebrado. Muy cerca del paraje elegido por los naturistas de Helios, el Ayuntamiento quiso hacer la competencia a los decididos deportistas, por lo que, el 23 de junio de 1928, el alcalde, Miguel Allúe Salvador, inauguró el llamado Balneario del Ebro tras un desembolso de 5.000 duros. Diseño del arquitecto municipal, Miguel Ángel Navarro, la decoración era de madera, en vibrantes azules y blancos en sus escaleras y barandas, al estilo de los edificios playeros de costas europeas. Dotado de 8 cabinas individuales para los bañistas, y otras muchas en la planta baja para los que no desearan tanta intimidad, separadas además por sexos; restaurante y hasta barquero a modo de vigilante de la playa, por los constantes ahogamientos que se producían en las aguas del río; de ahí que se conociera como la playa de las Cuerdas, por el límite que estas señalaban para el baño. Existía además, la prohibición de este a los menores de 12 años, salvo que fueran acompañados por un responsable o el barquero. El encargado de la concesión, Pascual Romero, cobraba por cabina, traje, toalla o sábana. En 1965 se derribarían los llamados Baños del Ebro, quedando absorbidos los terrenos municipales por el ya re denominado, Centro Natación Helios.

Existía además, la prohibición de este a los menores de 12 años, salvo que fueran acompañados por un responsable o el barquero. El encargado de la concesión, Pascual Romero, cobraba por cabina, traje, toalla o sábana.

Pero no pensemos que la ribera del Ebro era el único lugar donde los zaragozanos de la época esparcían sus cuerpos al sol. Nada más lejos de la realidad. Estos preferían parajes mansos cerca del Huerva, en los que no tuvieran sobresaltos con sus aguas, y los pinares y choperas pudieran aclamar los rigores del estío. Lugares en los que poder disfrutar de los paseos en coquetas barquitas o de las sombrías formas de sus alamedas.

La Playa de Torrero era desde la construcción del Canal Imperial de Aragón a fínales del XVIII, lugar obligado de ocio dominical, pero sobre todo de ocio estacional. En cuanto llegaba el buen tiempo, los zaragozanos recorrían los dos kilómetros que separaban el centro de la ciudad del Puente de América para disfrutar del merecido sosiego, atravesando sus parajes bajo la penumbra de los álamos y los plataneros de sombra; unas veces paseando, otras en automóvil, llegando en tranvía y los más románticos, disfrutando del canal en góndolas a cargo de Enrique Sagols y Ferrer, camino de la finca “la Quinta Julieta”, desde la Acequia de Ontonar al Cabezo Cortado y Barranco de la Muerte; desde el 2 de abril de 1897 hasta 1916, momento en el que aquel paradisiaco lugar cesaría el servicio de coches de caballos y embarcaciones, para ser vendido a la Instrucción Católica dependiente de los Jesuitas, un año más tarde. Y allí, desde el puente a la alameda como cantaba Chabuca Granda, cerca del Puente de América, a tiro de piedra, se encontraba la mencionada piscina del Iberia S.C. desde 1926.

Imágenes de la capital del cierzo / 18.
Segunda travesía del Canal a nado. 11 de octubre de 1943.
Miguel Marín Chivite

Aquellos trampolines que conocieron nuestros abuelos, la alegría de las barcas sobre el Ebro o el Canal, el melón y la carne empanada camino de la Fuente de la Junquera o de la Caña, las siestas bajo la chopera, el tamariz entre nuestras manos, los cañizos dorados y tantos rincones como oasis metropolitanos, refugio de aprendices urbanitas; todavía resuenan en nuestro recuerdo como el chapoteo de las carpas recién sacadas del Ojo del Canal.

Valgan estas imágenes como testigo de lo que no ha de volver.

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