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Muere Vicente Almazán, el fotógrafo insomne que amaba Zaragoza

Durante más de una década, retrató la vida cultural de la ciudad: estudios de arte y diseño, librerías, galerías, escritores, artistas o músicos

Vicente Almazán ha hecho una impresionante labor documental y artística de la vida cultural y social de Zaragoza.
Archivo Almazán.

Ha muerto el fotógrafo y publicista Vicente Almazán (Zaragoza, 1949-2020), el hombre que nos enseñó a ver y entender y sentir mejor Zaragoza y la creación, el amigo discreto que siempre “pasaba por aquí”, y parecía estar en todas partes. En las librerías y las presentaciones de libros, en las galerías de arte y en los estudios de los artistas y los diseñadores, en las tertulias de café, en cualquier velada, en los mercados, o sencillamente caminando y atento a cualquier sombra, a una línea en el suelo, a un detalle, a la caída de las hojas o al ajetreo de la inauguración de una muestra.

José Luis Melero, al que retrató en varias ocasiones, escribe de él: “Vicente Almazán fue una buenísima persona, llena de elegancia natural, de gran finura. Fue siempre discreto y humilde y nos hizo algunas de las mejores fotos que nos han hecho nunca, porque tenía una mirada especialísima y diferente. Formaba ya parte de nuestro paisaje zaragozano, igual que los tilos de Independencia o las palmeras de Sagasta, y lo echaremos mucho en falta. Una gran pérdida”. 

José Miguel Marco, jefe de fotografía de HERALDO, dice que “siempre sacaba feliz a la gente. Ha hecho una obra muy valiosa, la tarea del fotógrafo humilde que siempre esta a favor de la creación y de la vida. Deja un gran recuerdo. Conservo una foto que nos hizo a Pepe Cerdá y a mí”.

Era un narrador, un cronista y un artista conceptual, un retratista maravilloso y discreto, inadvertido y sentido (ha retratado a cientos de creadores en la ciudad), un enamorado de los viajes, adoraba ir a Madrid o a Barcelona, sentía un cariño especial por Francia, especialmente por Tarbes. Padre de tres hijos, era un abuelo cariñoso y atento, dispuesto a la mejor de las historias y de las sonrisas. Jamás se advertía en un él un feo gesto, un enojo. Era un lector personalísimo, como se ve en su página ‘Mis adarmes’, en sus ‘dictados’ (en el último reproducía fragmentos, el último un cuento de Leonora Carrington), en sus foto-collage, en tantas y tantas conversaciones, en su pasión por las palabras o la filosofía del arte. Era tan afectuoso como generoso, y cedió fotos a muchos amigos. Se entusiasmaba con los rostros, con las vidas, con las obras, con las miradas. Se entusiasmaba de existir.

Trabajó en publicidad, diseño gráfico e impresión. Hizo cartelería y señalética, y colaboró en varias exposiciones del fotógrafo francés Jacques Valat, afincado en Huesca.

Nos vimos en La Reserva, en la calle Cádiz, poco antes de la cuarentena. Me pasó una foto que sería portada de ‘Artes & Letras’ de HERALDO, donde hizo varias portadas y publicó varios reportajes, uno muy espectacular a doble página sobre las Delicias, y me contó que le estaba pasando algo muy bello: su mujer Rosa, su compañera, su enfermera, la madre de sus tres hijos, le atendía de la mejor manera posible para él: le leía todos los días, y experimentaba un goce inefable. Decía que era como un penúltimo regalo. Sabía que le quedaban los días contados, padecía cáncer, y lo contaba con la serenidad de quien sigue dando gracias a la vida hasta el último aliento.

Así retrató Vicente a Miguel Mena en el monasterio de Veruela en agosto de 2009
Vicente Almazán.

Me dijo también que deseaba encontrar tiempo para ordenar su inmenso maravilloso archivo y blog fotográfico, http://www.misadarmes.com/, que siguió alimentando hasta el pasado 24 de abril en varias seres, al menos. Expuso en la Casa Amarilla e hizo una edición corta de algunas de sus fotos para amigos. Miguel Mena ha recordado que le hizo una en Veruela en 2009: “Daba gusto estar a su lado. La cultura en Zaragoza lo va a echar mucho de menos. La foto que me hizo un verano en Veruela es, con diferencia, la que más veces he utilizado como ‘foto oficial’. No se me olvida ese día: agosto de 2009, Yo ejercía de presentador del Festival de Poesía. En un descanso, Vicente me pidió que saliera al claustro para hacerme unas fotos. Me pidió que mirase hacia la galería superior....luego borró el fondo y quedó este retrato que tantas veces he usado en la solapa de mis libros”, escribe en su Facebook.

Ahí, en misadarmes.com, donde vemos una foto suya de espaldas adentrándose en la estepa, escribe: “Un adarme es una cantidad mínima de algo. He titulado el blog 'Mis adarmes' porque lo que en él muestro son cosas pequeñas. Paseos por aquí y por allá. Sin rumbo fijo. Siempre con una pequeña cámara fotográfica. Capto imágenes que tienen significado para mí. No me interesa ni lo bonito ni lo feo. Me gusta el blanco y negro. También el color. Por eso tengo otro blog, Mis cromos, de idéntica filosofía. Ocasionalmente escribo unas líneas. Nada profundo. Acabo de encontrar el valor de lo superficial y no me gustaría perderlo. Gracias por tu visita”.

Gracias a Vicente Almazán por tanto que nos dio y nos da, por tanto que nos seguirán dando su recuerdo y su obra, gracias por haber estado, sin protagonismo alguno y con toda la ilusión del insomne, ahí, aquí y allá, paseando, mirando, conversando, soñando. Siempre con la sensibilidad de los elegidos.

Inka Martí, escritora y editora de Atalanta, en la librería Cálamo.
Vicente Almazán.