literatura. crítica literaria

Elvira Lindo cuenta la historia de sus padres en 'A corazón abierto'

La escritora publica en Seix Barral una novela autobiográfica en la que llevaba muchos años trabajando y lo hace con esa melancolía que susurra

Elvira Lindo publica 'A corazón abierto'.
La escritora Elvira Lindo ha escritro la historia de su familia y de ella misma, de mudanza en mudanza.
Iván Giménez /Seix Barral.

Dice Elvira Lindo que lleva preparándose para escribir este libro toda su vida. Podríamos decir, también, que lleva toda una vida esperando para narrar como personaje secundario la vida de sus padres. Porque de esta tesis, poderosa, rotunda, probablemente real, surge la trama de ‘A corazón abierto’: toda nuestra historia, la de todos los hijos del mundo, no es sino la aparición episódica de unos personajes secundarios en la existencia de los sempiternos principales: nuestros padres. Sin embargo, solo desde su ausencia, se ha sentido la autora con la libertad moral necesaria para contarnos su historia.

‘A corazón abierto’ es el título de un cuento que escribió Elvira Lindo para retratar la operación de su madre, a vida o muerte, en su adolescencia, cuando dejó Mallorca para que un cirujano de Madrid le operara el corazón. En la novela, en un pasaje esclarecedor, Elvira Lindo le pide a su padre que lea este cuento: «Está bien escrito, pero es triste» –responde él, como si quisiera huir del pasado, no recordar, ceñirse al pragmático presente. Está en ese cuento –en su título–, el germen de toda esta historia, la de la familia Lindo, que se va desvelando como pequeñas matrioskas a lo largo de las casi cuatrocientas páginas de la novela: tan pronto nos encontramos con la voz de la autora cercana al presente, en su madurez, atestiguando el ocaso de su padre, como con la Elvira que, con cuatro años (en 1966), narra sus primeros recuerdos en la sierra pobre.

Está aquí, principalmente, el acierto de la novela: todas las voces de la narradora son creíbles, vemos la infancia feliz de una niña mallorquina y su adaptación al nuevo colegio y a sus amigas, somos testigos de la adolescencia rebelde y comunista de la autora en Madrid, percibimos en esos mismos ojos adolescentes la tristeza por la decadencia inevitable de su madre –víctima de la depresión y de un corazón enfermo–, volvemos al presente y a la relación de la autora con su marido, Antonio Muñoz Molina, y percibimos en el esbozo de su cotidianidad una relación sana y de admiración y respeto mutuo. Leemos los saltos en el tiempo sin incomodidad, con interés, delatando una voz trabajada que sí, parece haberse documentado infaliblemente de lo más valioso que tenemos los seres humanos: los recuerdos.

No existe en la prosa de Lindo una tendencia al sentimentalismo innecesario, a pesar de que los grandes capítulos de la novela están precedidos de fotografías de sus seres queridos. Es una novela, por la carga emotiva que conlleva, que podría caer fácilmente en el error de dejarse llevar por las pasiones. Pero no, la autora mide bien los tiempos, y a pesar de escribir incluso un par de poemas a las figuras paternales (con un poema al padre cierra la novela), el lector no tiene la sensación de que la novela se escribiera con las tripas, con dolor o duelo, sino con la madurez y el respeto que exige todo homenaje. Porque la novela es en sí misma un homenaje, principalmente al padre, un recuerdo, una ocasión de darle una segunda vida a la vida (lo que podría ser una definición de literatura).

Si bien es cierto, es una novela melancólica. Lo vemos cuando la autora pasa desde la distancia con el coche por la que fue su casa, cuando regresa al piso de su padre fallecido con su hermana, pero es una melancolía que susurra, que no abruma, una curva ligera que nos libra de la monotonía de una vida plana.

En el último capítulo de la novela, justo antes del poema final, Lindo narra cómo Manuel, su padre, con nueve años, llega a la estación de Atocha, al Madrid herido de la posguerra, para buscarse la vida. Lo hace, vaya que si lo hace, arrastrando a su familia a una vida nómada por diferentes ciudades y pueblos de España. Es este niño un personaje vulnerable, como lo es el anciano a punto de fallecer, ese hombre de carácter autoritario con tintes quijotescos. De hecho, la autora nos regala algunas epifanías al describirlo: «…porque los delirios quijotescos suelen anidar en los caracteres autoritarios, que no aguantan la burla ni la oposición a sus ideas, por absurdas que estas sean» (pág. 269). Una epifanía que se esconde entre tantas páginas de historia familiar, escritas con melancolía y desde la madurez, para servir de homenaje a esos personajes principales que nunca se fueron. Al menos o del todo.

NARRATIVA ESPAÑOLA

'A corazón abierto'. Elvira Lindo. Editorial Seix Barral. Barcelona, 2020. 400 páginas.

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