Caleidoscopio Teatro: "Lo mismo que hicimos en Broadway lo hemos llevado al pueblo más chiquitico de Aragón"

La compañía Caleidoscopio reivindica la fiesta como origen del teatro y convierte la calle en un gran escenario en el que jugar. En su gira, que el domingo recala en Luceni, incorporan elementos del folclore popular como gigantes y cabezudos

Los vecinos de Jaca, un día de este verano, salieron a comprar el pan entre hadas que danzaban por las calles. En Muniesa, una sirena en lata montó un sarao de un nivel como pocos recuerdan en el pueblo. Y en las casas en las que se ha cortado la leche o ha estornudando el gato, la culpa es de los gamusinos del Moncayo, según cuenta Caleidoscopio Teatro, que cuyos integrantes son los que los conocen como si vivieran en su propio almacén.

Recuerdan a unas señoras mayores que fueron de público en Remolinos y decían: "No, que solo venimos a traer al nieto, que nos vamos a misa". Y al final se quedaron todo el espectáculo. "En verano nos encontramos con un público muy familiar. Cuando actúas en cualquier municipio viene el niño, pero también viene el padre, la madre, la abuela, el tío…", dicen los actores.

Los responsables de Caleidoscopio se sienten herederos de la Comedia del Arte y llevan todo el verano llenando de color las calles, reivindicando la fiesta como origen del teatro e incorporando, como buenos aragoneses, elementos del folclore popular como gigantes y cabezudos.

Se empapan del folclore popular aragonés y sus personajes, pero no para encorrer a los chavales, sino para llevarlos al teatro. Roberto Barra, artista de la compañía, dice que intentan "darle un sentido lúdico al cabezudo, no son personajes que simplemente pegan. Muchas veces, cuando aparece el Chinico, algunos niños se levantan y se van corriendo porque ven que es un cabezudo y lo asocian a la comparsa".

Son artistas y artesanos, fabrican sus propios personajes. "Para nosotros es un reto que con un trocito de papel, cartón o tela se pueda hacer reír a la gente. El Chinico está hecho en su base con papel de periódico. Esa noticia impresa no se imagina los buenos momentos que ha dado a la gente. Es magia", dice Azucena Gimeno, integrante de la compañía.

Se sienten afortunados de formar parte de una profesión que no ha mutado con el paso de los años. Los niños siguen siendo niños, a pesar de la tecnología. Según Roberto Barra, "en lo esencial, el oficio no ha cambiado mucho en los últimos tiempos. Tampoco ha habido excesivas variaciones en los últimos seis o siete siglos. Antes los comediantes viajaban en un carro tirado por bueyes o mulas y ahora llevamos una furgoneta turbo diésel; en definitiva es lo mismo: un cacharro que te lleva de aquí para allá lleno de cachivaches. Montas la historia, haces la función, cosechas el aplauso, pliegas y te vas a hacer disfrutar a los habitantes de otros pueblos".

Consideran que el teatro va más allá de la calle o el escenario. Azucena Gimeno, apunta: "Nosotros siempre lo hemos entendido como una función pedagógica. Nos dimos cuenta de que el teatro tenía que llegar hasta el último rincón de la geografía, en este caso aragonesa".

El verano de travesuras callejeras de Caleidoscopio Teatro

Además de la programación de calle tienen obras en sala, algunas de ellas explotan el trabajo de ‘clown’ pero con máscara, "es poco usual", apuntan. Se inspiran en Charles Chaplin o Buster Keaton, convirtiendo sus espectáculos en un lenguaje universal. Sus representaciones más conocidas son ‘El abrigo de Yorick’ y ‘Ondina glups’.

En Caleidoscopio, actualmente, además de Roberto, Azucena y Vicente están Emilio Gazo y Jorge Baringo. Es una de las compañías de teatro con más historia en Aragón, 34 años en la comedia, ‘comédie’ que se dice en Francia, lugar donde aprendieron Roberto y Azucena en la escuela de Lecoq. Por esta compañía de cantera, donde todos los conocimientos se comparten, según asegura el artista Vicente Martínez, han pasado unas 200 personas.

Han actuado en Broadway, con ‘¡Ábrete Sésamo!’, y en la exposición internacional Royal Flora Ratchapruek celebrada en Chiang Mai (Tailandia), en la que el monarca del sudeste asiático, encantado con su arte, les pidió que por favor se quedarán una semana más, pero le tuvieron que decir que no porque "tenían unas campañas didácticas en Getafe". Gajes del oficio.

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