violencia de género

La violencia vicaria, la forma más cruel de 'matar' a una mujer

Las dos niñas asesinadas en Almería se suman a los otros 52 menores asesinados por sus padres desde 2013. Las medidas de protección no suelen aplicarse a los hijos ni se activan las alarmas cuando ellos temen al padre.

ABLA (ALMERÍA), 18/03/2024.- Vecinas de Abla (Almería) colocan flores en la puerta del colegio donde estudiaba una de las niñas presuntamente asesinadas por envenenamiento por su padre y donde se ha decretado tres días de luto oficial. EFE / Carlos Barba
Vecinas de Abla (Almería) colocan flores en la puerta del colegio donde estudiaba una de las niñas presuntamente asesinadas por envenenamiento por su padre.
Carlos Barba

El año 2024 comenzó con un caso de violencia vicaria, aquella en que el padre utiliza a los hijos para hacer daño a la madre. El 6 de enero en Barcelona, dos hermanos, una niña de siete años y un niño de diez fueron asesinados por su padre, Francisco Berenguer, que no había sido nunca denunciado por violencia de género. Los niños se llamaban Xavi y Noa. El padre abrió la válvula de gas del piso donde estaba con sus hijos. Murieron los tres. Desde 2013, son 52 los menores asesinados por sus padres, según los datos oficiales del Ministerio de Igualdad, a los que podrían añadirse los dos pequeños de Almería, si se confirma que los asesinó su propio padre. Son casos que se graban en la memoria colectiva de un país.

Hay años, como 2021, 2018, 2017 o 2015 que las víctimas anuales llegan a los siete niños. Las víctimas van desde menos de un año hasta los doce. Dos de cada tres tenía hasta cinco años y la proporción entre chicos y chicas es similar. Un 14% presentaba signos de maltrato, como quejas contra el padre, pero no hubo una intervención por parte de los servicios sociales en ningún caso, indica el estudio 'Violencia vicaria: un golpe irreversible contra las madres'.

Las formas de matarlos son diferentes. Pueden lanzarlos al vacío, ahogarlos, asfixiarlos, quemarlos. Las formas más cruentas de morir se reflejan en esta espiral de odio máximo. Las víctimas suelen ser hijos del verdugo (82%), que está separado o divorciado de la madre (52%). La mayoría no convivía la mayor parte del tiempo con el padre, aunque sí le veían por el régimen de visitas. Casi la mitad de los asesinatos suceden cuando los menores están solos con el padre (48%), en su casa.

Los asesinos suelen tener entre 30 y 50 años, sin antecedentes penales (26%, por lo general por violencia de género), según la investigación de Observatorio Violencia, aunque en los años recientes la mitad de los criminales tenía una denuncia previa interpuesta por la madre.

Desprotección absoluta

En un 75% de los casos la madre había solicitado medida preventivas, sin que se concediera en dos de cada tres, en 2021, año que tuvo un repunte de violencia vicaria, según datos oficiales. En el total de los primeros 50 casos reconocidos, no existió ninguna medida de protección en el 70% y en el 20% se establecieron solamente para la madre. En ninguno de los casos estudiados se habían establecido medidas de protección para los hijos, indica la investigación publicada en 2022.

Algunos de los asesinos se suicidan después o junto a los hijos. Los que no lo hacen suelen ser condenados, en los últimos tiempos, a la prisión permanente revisable, como David Oubel, que decapitó a sus hijas Candela y Amaia, de 9 y 4 años, con una motosierra en Galicia, en 2017. Las sentencias indican que dos tercios son asesinatos, a una cuarta parte se le añade alevosía y un 6% son homicidios. En la mayoría existe el agravante de parentesco y sólo se admiten atenuantes en una cuarta parte, como alteración psíquica o drogadicción.

Instrumentos del mal

No todas las víctimas menores son hijos del hombre, pero sí de la mujer. Se recuerda el caso en el que Mounir Ayad arrebató la vida de Markel, de once años e hijo de su pareja. Primero le asestó varias heridas y aceleró su muerte asfixiándole con un fular en el cuello, después de matar a su madre. O cuando Daniel Montaño arrojó al vacío a una bebé de siete meses en Vitoria, al no poder matar a la mujer con la que había mantenido una breve relación sentimental en 2018.

Los niños, las víctimas absolutas de este crimen, se convierten de esta manera, además, en instrumentos para dañar a la madre, cuando la expareja no puede agredirla directamente.

Víctimas excluidas

Dentro de este concepto de violencia vicaria, cuyas estadísticas se llevan desde el Ministerio de Igualdad en su lucha contra el machismo, no se cuentan los menores asesinados por sus madres, como Ada de la Torre, que en 2019 mató a su hija Kiara de nueve años en Bilbao, dándole un cóctel de fármacos y asfixiándola con una almohada, antes de intentar suicidarse. Ni a las parejas de los padres, que atentan contra sus hijos, como Alejandra García, que en Navarra asesinó al hijo de él, al que estranguló con una camiseta en 2017.

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