ELECCIONES

Una campaña de alta volatilidad

Los hitos previos al 10-N han obligado a los partidos a modular sus discursos sin garantías de éxito.

Pablo Casado y Pedro Sánchez, este viernes, en sus últimos actos de campaña.
Pablo Casado y Pedro Sánchez, este viernes, en sus últimos actos de campaña.
EFE

Las elecciones se celebran este domingo en un contexto complejo e incierto. La campaña y su previa han estado condicionadas por múltiples variables que han obligado a los partidos a ir modulando discursos y estrategias. Al calor de los acontecimientos, sociólogos y politólogos han observado cambios de tendencias en los sondeos no siempre sencillos de interpretar. Queda por ver cómo influye quizá el más determinante de los factores: el hartazgo de la ciudadanía.

Disturbios en Cataluña

El 14 de octubre, el Tribunal Supremo comunicó las condenas a los líderes secesionistas por sedición. Las protestas en Cataluña, enfocadas el primer día en colapsar infraestructuras como el aeropuerto, derivaron, sin embargo, en disturbios, y la intensidad de los altercados acabó trastocando las previsiones de los partidos. El Gobierno, que creía contar con una posición de fortaleza al tener en su mano los instrumentos para garantizar la seguridad, se vio con dificultades para rentabilizar una respuesta política moderada y para escenificar un bloque unitario con la oposición. En la Moncloa apostaron por la coordinación policial y entendieron que ni el 155, que reclamaba Ciudadanos e insinuaba el PP, ni la Ley de Seguridad Nacional, a la que se aferraron los populares, tenían encaje. Mientras, en el entorno de Pablo Casado temieron que el impacto de las imágenes pusiera a prueba su giro hacia la contención y beneficiara a Vox. Fuentes conservadoras deducen ahora que eso es lo que ha pasado con Santiago Abasbal en la cresta de ola de la demoscopia.

La exhumación de Franco

El 24 de octubre, el Gobierno cumplió con el que fue uno de los primeros compromisos de Pedro Sánchez tras el éxito de su moción de censura contra Mariano Rajoy, sacar a Franco del Valle de los Caídos. Lo había propuesto en 2011 un comité de expertos consultado sobre la mejor manera de dar al mausoleo del dictador un significado más acorde a los tiempos democráticos. La oposición al completo acusó al líder del PSOE de electoralismo por no esperar a que hubieran pasado los comicios una vez el Tribunal Supremo le despejó el camino para dar el paso. Que la operación fuera rentable en términos de votos es cuestionable. La izquierda y los nacionalismos criticaron el papel otorgado a la familia Franco, el PP y Cs se pusieron algo de perfil, pero Vox llegó a tachar al Ejecutivo de «profanador de tumbas». Los sondeos sugieren que es una de las cuestiones que han alimentado al partido de Abascal.

El auge de Vox

Cuando se convocaron las elecciones, Vox peleaba por poder mantener sus 24 diputados. Sin embargo, el domingo que Abascal celebró en Vistalegre su primer gran mitin de precampaña, había comenzado ya a despuntar en algunas encuestas. Eso fue el 6 de octubre. La tendencia al alza ha ido consolidándose. El PSOE, que en abril alentó una concentración del voto ante el avance de la extrema derecha, no había orientado esta vez su estrategia en esa dirección. La última semana, sin embargo, los socialistas han alertado sobre un gobierno del PP «con los franquistas». Les preocupa, en todo caso, que el auge de Vox se traduzca en una representación tan elevada en el Congreso que dificulte a Casado una abstención para el desbloqueo en caso de victoria de Pedro Sánchez. Los populares han tratado de mantener la coherencia de su giro a la moderación. Pero también han trasladado el temor a que la fortaleza de Abascal frene sus expectativas de crecimiento. El apoyo en la Asamblea de Madrid a ilegalizar partidos separatistas que «atenten contra la unidad de la nación» es, interpretan en el partido, una buena muestra de ello.

El enfado de los fiscales

El miércoles, a cuatro días de las elecciones, Pedro Sánchez puso en pie de guerra a las asociaciones de fiscales y provocó el regocijo en la defensa de Carles Puigdemont con unas declaraciones en las que presumía de tener a su plena disposición a la Fiscalía. Las formaciones independentistas se apresuraron a utilizar sus palabras como constatación de que en España no se respeta la separación de poderes. Un día después, Sánchez pidió disculpas por sus palabras, aseguró que siempre ha respetado y respetará la autonomía del Ministerio Público y achacó la equivocación al cansancio provocado por el ritmo de la campaña.

La desaceleración económica

El enfriamiento de la economía ha estado presente, sobre todo, en las campañas de PP y Podemos. Pablo Casado trató incluso de trasladar el debate electoral de los candidatos del lunes 4 al martes 5 para aprovechar las cifras del paro registrado que se preveían malas. No lo consiguió, pero tanto esos datos -los peores de un mes de octubre desde 2012- como el hecho de que la Comisión Europea rebajara el jueves en 0,4 puntos las previsiones de crecimiento para España le han servido para agitar el fantasma de la última crisis gestionada por José Luis Rodríguez Zapatero. Podemos ha hecho otro tanto en sentido opuesto y ha explotado el anuncio de Sánchez de que creará una vicepresidenta económica para Nadia Calviño, guardiana de la estabilidad presupuestaria, para dar por hecha una «coalición blanda» de PP y PSOE que se traducirá en recortes.  

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