Las carnes exóticas de El Encanto Escondido no tuvieron mucho éxito en La Almozara de Zaragoza. El restaurante estuvo abierto poco tiempo y desde hace unos meses ha tomado el relevo La Flor Azul. Su propuesta culinaria tiene un perfil más clásico. Genoveva Constantinescu, en la cocina, y su hija Sabina, en la barra, quieren asentarse como bar de barrio y luego ya se verá. Tienen los pies en el suelo, pero no renuncian a nada.

Ellas son rumanas y tocan algo de la gastronomía de su país como la ensalada de berenjena o algunos postres, pero de forma puntual. Las tapas son su carta de presentación, así que la vitrina siempre está bien surtida.

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No le dedican mucha atención a los fritos, a excepción de las croquetas. En su muestrario aparecen montaditos como el de salmón con aguacate y queso fresco, o atún batido, dos de los más populares. Las migas se sirven en una cazuelita y la longaniza con pimiento se ha quedado tras el éxito del Jueves Lardero.

La carta de raciones no es muy amplia. En ella destacan las patatas bravas, en cuya salsa se emplean ocho ingredientes, entre ellos ñora y cebolla roja, que aportan un sabor peculiar. También están teniendo buena acogida los calamares, cuyo secreto reside en una buena materia prima y en la fritura a la andaluza.

Los jueves y viernes se ofrece un menú casero (13 euros) y otro el fin de semana (15 euros). El recorrido continúa con varias ensaladas, pulpo a la gallega, risotto de hongos y parrillada de verduras. Lo dicho, un poco de todo para ver por dónde respira la clientela.

Algo parecido puede decirse de la carne y el pescado, ya que se ofrece la posibilidad de disfrutar de paletilla de ternasco asada, dorada a la donostiarra o gambones. Como colofón, resulta difícil resistirse a tarta de queso de la casa, que es una exquisitez.

¿Dónde está La Flor Azul?

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