La Venencia está de vuelta en el Tubo con sus vinos del sur

Esta taberna de Zaragoza aspira a recuperar a los amantes de la manzanilla, el fino, el amontillado y los salazones.

José Enrique González está al frente de La Venencia
José Enrique González está al frente de La Venencia
A. Toquero

La taberna La Venencia (C/ Blasón Aragonés, 4) aspira a convertirse en poco tiempo en el zaragozano club de los amigos del sur. Abrió por primera vez sus puertas en 2011 y las cerró durante la pandemia de la covid. Casi cuatro años después, retoma la actividad y lo hace con la misma intención: sobrevivir en el Tubo vendiendo seis vinos y una pequeña carta de salazones, curados y conservas. No hay agua, ni refrescos, ni vinos de perfil clásico como los tintos o blancos.

Desde el 1 de febrero, José Enrique González está al frente de La Venencia con la intención de atraer a una clientela, que existe, de zaragozanos amantes de los vinos del sur -manzanilla, fino, oloroso, amontillado, palo cortado y Pedro Ximénez-, bastante desconocidos en Aragón. Lo peor de este detalle es que muchas veces se consumen en baja forma debido a su olvido en las cámaras frigoríficas, lo que casi es peor.

José Enrique González: "La manzanilla y el fino vienen recién hechos y se van a poder disfrutar en su plenitud”

José Enrique asegura que eso no va a suceder en su local, que la manzanilla y el fino “vienen recién hechos y se van a poder disfrutar en su plenitud”. “A nuestro bar llegan herméticamente cerrados y los servimos a su temperatura, la que pide cada uno, entre 3 y 14 grados”.

Las dimensiones de la taberna son pequeñas. Apenas doce metros cuadros útiles, con un decorado que no deja lugar a dudas sobre el escenario donde uno se encuentra. Y es que hay decenas de botellas antiguas de fino, manzanilla y oloroso.

José Enrique comenta que el vino es lo más importante, “pero el acompañamiento tiene que estar a la altura”. Hay cuatro salazones: la conocida mojama y las muy desconocidas huevas de mujol y de maruca, dos peces cuyas huevas se prensan y en boca son el mejor recuerdo que uno puede tener del mar. El muestrario se completa con la posibilidad de degustar corazón de atún.

También se puede disfrutar de una caña de lomo muy especial, de campaña, de esos cerdos que se sacrifican de octubre a febrero, que han estado en montanera y se han hartado de comer bellotas. Y como medias raciones y casi única posibilidad de probar marisco, gamba de Huelva y camarón cocidos.

El colofón llega en forma de conservas. Las hay de buena calidad de boquerón frito, mejillones, berberechos y caviar de erizo.

Así es esta taberna. Una apuesta de riesgo con sello del sur donde hay más detalles curiosos que marcan la diferencia. Por ejemplo, la cuenta la apuntan en la barra con una tiza. Y una vez que se abonan las consumiciones, a borrar.

Cuando cerró sus puertas en pandemia tenía una buena clientela “que esperamos recuperar”, sugiere José Enrique. En fin, un bar raro, pero transparente, una apuesta minoritaria para un público que todavía tiene que hacerse a la idea de que La Venencia ha vuelto al Tubo zaragozano.

Apúntate a la newsletter de gastronomía de HERALDO y recibe en tu correo recetas para hacer en casa y las últimas noticias del sector.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión