Dos tintos californianos de vid española

Marimar Torres trae por primera vez a España un tempranillo que rememora sus raíces y homenajea a su padre.

Los dos vinos de Mar Torres.
Los dos vinos de Marimar Torres.
H. A.

Marimar Torres continúa con su legado familiar en California. Es la cuarta generación de la saga que trabaja la vid y la pasión ilumina su rostro cuando habla de sus cepas y vendimia. El espíritu de la masía catalana la trasladó a California y en varias parcelas de la región "más fría y con más niebla del Russian River Valley" elabora sus vinos, relató Marimar en una cata telemática. A pesar de estar a tan solo 15 kilómetros del Pacífico, puede recordar a estampas de la Ribera del Duero o la Rioja Alta. No solo por la temperatura, sino también por las cepas, que crecen en la tradicional forma de vaso.

En este contexto, de suelos volcánicos, nacen las vides del tempranillo Don Miguel Vineyard, que recibe ese nombre en honor a su padre y ahora es novedad en España. El proceso es totalmente artesanal: seleccionan los racimos a mano en las 33 hectáreas -en este caso a mediados del mes de septiembre-, los despalillan y fermentaron en pequeñas tinas de acero. Permanecen durante diez meses en barricas de roble francés y se embotella, sin filtrar ni clarificar.

Con una sorbo de este tempranillo californiano se pueden oler arándanos, moras, ciruelas, salvia y pimienta negra. Unos aromas que combinan con su intensidad y complejidad en el sabor, donde se descubren notas de vainilla en rama y café. El gusto permanece bastante rato en la boca. "Es un vino profundo", lo decía Torres en la cata. El resultado general es un vino voluptuoso, que promete una larga vida, de 15 a 20 años estima la bodega californiana. Tiene un precio de en torno a 43 euros.

Si el tempranillo es un homenaje a su padre Miguel, Marimar Torres produce un pinot noir con el que recuerda a su madre Margarita. La viña, de 8 hectáreas, se emplaza en la denominación de origen Sonoma Coast. Este enclave también está influenciado por la brisa del Pacífico, que se localiza a tan solo 10 kilómetros. En este caso, recolectaron las uvas entre dos últimas semanas de septiembre y la primera de octubre. Las prensan lo mínimo y se fermentan en tinas de acero inoxidable, con una levadura autóctona.

La copa se tiñe de un color clásico y en la nariz se aprecian las frutas negras -moras y arándanos-, aunque del sotobosque. No faltan unos matices florales, como el de lavanda o rosa mosqueta. Al paladar llega un vino suave, con mineralidad, unos taninos bien integrados y una acidez que brilla. Esta propuesta de la familia Torres puede tener una larga vida, incluso de 10 a 15 años, lo sitúa la bodega, que propone servirlo a 15ºC.

Estos vinos es parte del trabajo de Torres en California, ahora junto a su hija Cristina, aunque también tienen dedicación por las ancestrales que impulsó su hermano en los 80.

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