El bar Brasil cierra después de 40 años amenizando la noche zaragozana

El local abrió sus puertas el 7 de mayo de 1982 en el número 3 de la calle Jordán de Urriés, en el corazón de Zaragoza.

Javier Sanz Vidorreta ha estado detrás de la barra del bar Brasil.
Javier Sanz Vidorreta ha estado detrás de la barra del bar Brasil.
Camino Ivars

Este mes de octubre la capital aragonesa despide otro de sus locales míticos y con más historia de la ciudad: el bar Brasil. Justo se cumplían 40 años, 4 meses y 24 días de su apertura el día que Javier Sanz Vidorreta, quien ha estado detrás de su barra todo este tiempo, bajaba su persiana definitivamente. “Fue el 7 de mayo de 1982. Ese año vivimos de todo. El Mundial de Fútbol, la visita del Papa, seguido el día de las Fuerzas Armadas y nuestras primeras fiestas del Pilar”, reconoce.

Apoyado sobre la barra, con 65 años recién cumplidos, el zaragozano reconoce que sentía que había llegado la hora de descansar. “Empecé a trabajar con 15 años como aprendiz en una empresa de máquinas de escribir. Después de hacer la mili estuve un par de años en la construcción con mi padre”, rememora.

Poco después, su padre, José Sanz, decidió abrir un negocio familiar. En concreto, un bar, en el que trabajar con sus dos hijos. Javier y José. “Yo tenía 24 años y jamás había trabajado en esto. Hoy sé que no hay mejor escuela de hostelería que la barra de un bar”, admite.

A pesar de que ya ha cerrado, en el interior del pequeño local de apenas 40 metros cuadrados ubicado en el número 3 de la calle Jordán de Urriés, junto a la plaza de Santa Marta, en el centro de Zaragoza, todavía permanecen algunas fotografías y parte del mobiliario, las últimas botellas y un letrero que reza ‘Bar Brasil’.

Javier Sanz, detrás de la barra del bar Brasil
Javier Sanz, detrás de la barra del bar Brasil
Camino Ivars

“Antes aquí se encontraba el bar Tino, famoso porque su dueño, Faustino Barriendo, tenía un mono. Luego pasó a manos de una mujer, que duró tres meses, y ya llegamos nosotros”, asevera Sanz, que explica que el nombre del local se quedó por la fama que alcanzó el simio durante la época. “Todo el mundo sabía de este lugar”, añade.

Aunque muchos recordarán el Brasil como el local que ha amenizado las últimas noches de cientos de zaragozanos, en sus inicios, hace más de 40 años, en este establecimiento se servían mucho más que copas. “Empezamos con marisco, menuceles, tapas. Todo lo que se llevaba en aquella época. No éramos más de 25 bares en la zona”, recuerda.

Lugar de encuentro de políticos, militares y personajes del momento como los jovencísimos -por aquel entonces- miembros de la banda Violadores del Verso o Murizio Aznar, el Brasil no tardo en convertirse en uno de los lugares de moda. “Siempre apostamos por ser un sitio familiar y muy económico. El secreto para aguantar tantos años ha sido mantener esa cercanía con todo el mundo, gracias sobre todo a los camareros que han pasado por aquí. Su trabajo ha sido fundamental”, prosigue.

Sin embargo, la dificultad de adaptarse a las actualizaciones debido, sobre todo, al reducido espacio; y la llegada de la crisis de 2008 provocó que tuvieran que abandonar la parte gastronómica. “Aguantamos un poco más con raciones y bocadillos, al estilo de la tasca de toda la vida, pero fue por poco tiempo”, admite.

Parte de la historia de la cuidad

En 2010 el bar Brasil era un local de copas, cervezas y ambiente juvenil. “El típico bar para iniciar una noche de fiesta”, explica Sanz. “Lo de mítico no lo pusimos nosotros, lo puso la gente, y para nosotros siempre ha sido motivo de orgullo. Formamos parte de la historia de la ciudad”, admite. La pandemia supuso otro duro golpe para su historia, no en vano, sin apenas espacio, sin terraza ni posibilidad de adaptarse a las medidas que se iban adoptando, el Brasil estuvo cerrado 18 meses.

Y aunque reconoce sentirse triste tras la toma de esta difícil decisión, el zaragozano reconoce que “todo tiene un principio y un final, y este era el de mi etapa en el bar Brasil”. Eso sí, todavía aspira a que aparezca quien apueste por el traspaso, y continúe con la historia del emblemático lugar. “Claro que me gustaría, con el mismo nombre o no, eso ya se verá. Me importa más la filosofía y la esencia que hemos luchado por mantener en este lugar”, concluye. 

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