san valentín

No lo veo y sus citas a ciegas por partida doble para encontrar el amor

Este restaurante, en el que se cena a oscuras, organiza encuentros sin que las parejas se conozcan ni se vean hasta después de la velada.

Luis y Yolanda, saliendo del comedor después de la cena, acompañados de Mateo.
Luis y Yolanda, saliendo del comedor después de la cena, acompañados de Mateo.
A. Toquero

La gracia y lo singular del restaurante No lo veo (c/ Cinegio, 3. 633 012 657) es que se come o se cena totalmente a oscuras. No es necesario llevar antifaz porque la oscuridad en la sala es absoluta. El menú que se ofrece incluye maridaje (43 euros). Son cuatro pases que suman 11 bocados, que en la mayoría de los casos se pueden degustar con las manos. Por supuesto, sin saber lo que uno se lleva a la boca, así que el resto de los sentidos y, en general, las emociones, están muy a flor de piel.

Estas sensaciones son la que han querido potenciar los propietarios de No lo veo al poner en marcha la experiencia ´Lo quiero/no lo quiero`, que básicamente consiste en una cita a ciegas por partida doble: los comensales cenan a oscuras y no se conocen ni se han visto antes de la experiencia, ni se ven durante la misma.

Al abrir los ojos y verse se produce uno de los momentos culminantes de la velada.
Al abrir los ojos y verse se produce uno de los momentos culminantes de la velada.
A. Toquero

Los socios Diego Marcos, Emilio Gomáriz y Antonio Ruiz explican que en la página web del restaurante (www.noloveo.es) “hay una pestaña donde se gestionan estas reservas”. ´¿Estás buscando a esa persona especial y quieres conocer gente nueva?`. Con este lema se recibe a los clientes potenciales, que tienen que rellenar un formulario de compatibilidad en el que se describen personalmente, sus aficiones y lo que buscan. Sin duda, es una forma diferente de acercarse a San Valentín.

“Tenemos un compañero que ha desarrollado un programa con unos algoritmos que junta a las personas que tienen más afinidad”, aseguran. Lo siguiente es ponerse en contacto con ellas y concertar la cita, que se puede celebrar las noches de los jueves y los domingos.

Brindando en el ´photocall` del restaurante No lo veo.
Brindando en el ´photocall` del restaurante No lo veo.
A. Toquero

EN PRIMERA PERSONA. Yolanda y Luis han participado en esta experiencia y no tienen inconveniente en relatar sus sensaciones. Él llegó 15 minutos antes que ella y entró en el comedor acompañado de Mateo y Sonia, los dos camareros ciegos que atienden el servicio. “Esos momentos previos son de nervios, de no saber muy bien a lo que te vas a enfrentar”, explica.

Yolanda relata que al llegar tuvo unas sensaciones parecidas. “Estás muy perdida, totalmente a oscuras, con una persona en frente que no conoces y de la que solo escuchas su voz; los primeros minutos me temblaba todo”.

Los propietarios de No lo veo comentan que “suele apuntarse gente extrovertida que quiere vivir algo nuevo”. A Yolanda le llamó mucho la atención “la idea de no verme condicionada por lo visual y lo físico; en definitiva, no prejuzgar por esa parte más estética e intentar disfrutar de otras cosas”.

La experiencia en No lo veo concluye comentando la cena con una copa de cava.
La experiencia en No lo veo concluye comentando la cena con una copa de cava.
A. Toquero

Luis cree que “para las personas tímidas también puede ser interesante porque, de entrada, no se ven condicionadas por el hecho de tener que mantener una mirada y tal vez disfruten de la velada sin sentirse observadas”.

Una vez transcurrida la cena los dos describen la cita como “muy divertida”. “Las afinidades personales ayudan a que la conversación fluya –reconocen–, hemos hablado de nuestros gatos y de muchas cosas más”. Y luego, claro, está la comida. “Si quieres, casi todo se puede comer con las manos y es como regresar a la niñez; te desinhibes y enseguida dejas de lado cualquier protocolo a la mesa”.

Este detalle da mucho juego, “como las conversaciones intentando adivinar lo que estás comiendo o ese momento en el que compartes algo de un plato y se rozan las manos”.

Emilio Gomáriz asegura que “hay dos instantes culminantes en esta cita a ciegas: el de la afinidad que haya habido dentro y el impacto cuando salen y se ven las caras”. Yolanda y Luis lo confirman. Las casi dos horas de cena se les hicieron cortas. “El tiempo pasa rápido cuando estás a oscuras y hay buena sintonía”.

Al salir, lo primero que hicieron, como todas las parejas, fue mirarse y escrutarse de arriba abajo. Yolanda confiesa que el aspecto de Luis “no tenía nada que ver con lo que había imaginado; ha sido estupendo comprobar que era mejor de lo que mi mente había programado”. Para ella, “este instante es como un empezar de cero, tu cerebro se activa y es como que vuelves a recolocarlo todo”.

Luis asegura que “terminas la cita igual de nervioso que la habías empezado; está claro que la vista nos condiciona mucho y esta experiencia es estupenda porque este sentido, que tanto contribuye a que prejuzguemos a la gente, queda fuera de juego, aunque luego se vuelva a activar”.

Con un brindis con una copa de cava y viendo en una pantalla los platos que acababan de degustar concluyó la velada. En su caso fue tan bien que se animaron a continuarla tomando algo por el Tubo.

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