La derrota de Calviño, un tropezón para España en un momento clave en la UE

La victoria del ministro de Finanzas irlandés, Paschal Donohoe, es sun triunfo de los países pequeños, pero también el de una línea de pensamiento que recela de la integración económica y la armonización fiscal que defiende Calviño.

Nadia Calviño.
Nadia Calviño.
Johanna Geron/Reuters

La derrota de la vicepresidenta y ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, en su carrera por la presidencia del Eurogrupo, supone una oportunidad perdida para que España entre en la cabina de mando económica de la Unión Europea en un momento crucial para orientar la recuperación tras la pandemia de la covid-19.

La victoria del ministro de Finanzas irlandés, Paschal Donohoe, es sobre todo un triunfo de los países pequeños, que en esta batalla pesan lo mismo que los grandes, pero también el de una línea de pensamiento que, si no rechaza, al menos recela de la integración económica y la armonización fiscal que Calviño ha defendido con brío en los últimos dos años.

El Eurogrupo es el foro de ministros de Economía y Finanzas de los 19 países de la eurozona, en teoría un organismo informal y sin poder legislativo, que en la práctica es la primera línea en la gestión de crisis y antesala de todas las grandes decisiones que se adoptan después de forma oficial en el Ecofin, el consejo que reúne a los 27 países.

Su presidente no tiene más peso a la hora de decidir, pero fija la agenda, dirige los debates, es el interlocutor con los jefes de Estado y Gobierno comunitarios y el representante de la eurozona en los foros internacionales.

La jefatura da visibilidad al país que la ocupa, aunque la relevancia final depende en buena medida del contexto del mandato, que en esta ocasión se inaugura en medio de la recesión mas grave que Europa ha vivido en un siglo.

Revés diplomático

La derrota de Calviño supone un varapalo diplomático para España en su intento por recuperar influencia en las altas esferas comunitarias, donde está por debajo de otros grandes países de la UE.

La elección del exministro del PP Luis de Guindos -a quien también se le escapó la jefatura del Eurogrupo en 2015- como vicepresidente del Banco Central Europeo en 2018, y la del exministro socialista Josep Borrell como alto representante de la Política Exterior en 2019, habían iniciado una recuperación de la influencia perdida por la crisis financiera.

La tendencia se ha frenado con Calviño, que ya optó sin éxito a dirigir el Fondo Monetario Internacional.

Esta derrota, sin embargo, llega en medio de la negociación del fondo de recuperación poscovid, la más importante en años, y con España batallando en Bruselas por un resultado favorable a sus intereses.

Calviño ha sido en el Eurogrupo la voz del Gobierno a favor de la mutualización de deuda, las ayudas en forma de subvenciones o una condicionalidad mínima, una posición que antagoniza con la de muchos socios.

La ministra ha desligado este viernes el resultado de la elección de estas negociaciones y descartado que la victoria de Donohoe vaya a dar alas a las posiciones de los países austeros (Holanda, Austria, Suecia o Dinamarca).

Ahora bien, la postura de España en este debate ha jugado en su contra en una elección en la que, al final, el factor determinante fue la alianza de varios países pequeños.

Victoria de los países pequeños

Calviño partía con el apoyo explícito de las otras tres grandes economías del euro -Alemania, Francia e Italia-, pero en una votación en la que cada país tiene un voto y todos cuentan lo mismo, tener el apoyo del 80% de la población de la eurozona no garantiza una victoria para la que se necesitaba el respaldo de 10 de los 19 miembros.

La ministra socialista española aseguró este viernes que tenía comprometido el apoyo de diez países tras una campaña en la que se implicó personalmente el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Finalmente, solo nueve la votaron en la primera ronda.

Tras la retirada del tercer candidato, el luxemburgués Pierre Gramegna, todo apunta -pese a que el voto es secreto- a que los apoyos recibidos por el liberal se trasvasaron al democristiano Donohoe en la segunda ronda.

Esta trasvase puede explicarse tanto por la coincidencia entre sus perfiles, como por lo escorado hacia el sur del de Calviño, así como por la campaña a favor del irlandés del Partido Popular Europeo, la familia política mayoritaria en la UE.

Luxemburgo e Irlanda tienen en común una posición moderada en el seno de la eurozona. No se les puede considerar halcones fiscales, como a Holanda o Finlandia, pese a defender el control presupuestario, y suelen mostrar solidaridad con las demandas de los países meridionales, por ejemplo a la hora de defender un fondo de recuperación con mutualización de deuda.

Comparten asimismo una laxa legislación tributaria para las multinacionales y su oposición a medidas de armonización fiscal, como la tasa a los gigantes digitales.

Irlanda es parte además de la Liga Hanseática, un grupo de países del centro, nórdicos y bálticos, que recelan de seguir avanzando en la integración económica y a los que Calviño tachó en el pasado de "países pequeños y con poco peso".

Todo ello generó un importante caladero para conseguir los votos de aquellos que temían que la española fuese a adoptar una postura demasiado favorable al sur tras haber defendido en sus dos años como ministra mayor integración económica y tributaria en la UE.

La victoria de Dohonoe, por otra parte, genera cuestiones sobre qué rumbo tomará la política tributaria en la UE, aunque este tema se decide a Veintisiete y no en el Eurogrupo.

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