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El Real Zaragoza es el tercer mejor equipo al descanso y el peor en el tramo final

El equipo aragonés es el tercero que más puntos suma en Segunda con los resultados al descanso y es el colista en los tramos finales de los partidos. A lo largo del curso, ha perdido ya diez puntos a partir del minuto 85

Partido Real Zaragoza-Amorebieta, de la jornada 29 de Segunda División, en La Romareda
Imagen de la derrota contra el Amorebita: el árbitro consulta el reloj, ante la desolación zaragocista tras el gol de Morcillo en el 97. 
Toni Galan

Si los ingleses, hace más de siglo y medio, hubieran reglamentado la duración de los partidos de fútbol con una sola parte de 45 minutos; el Zaragoza de esta temporada viviría mejor. Sin embargo, como de la ficción no se vive, no queda otra que preguntase cómo es posible que un equipo que sería el tercer clasificado de Segunda División si los encuentros finalizaran al descanso -a solo un punto del segundo- transite por el curso de crisis en crisis, de entrenador en entrenador, de lamento en lamento. La explicación hunde su raíces en la crónica incapacidad del equipo para atar y cerrar los partidos, aquellos que va ganando o aquellos en los que incluso un punto es botín apreciable.

El Real Zaragoza es una calamidad en los tramos finales. En una hipotética clasificación que computara únicamente los resultados producidos con los goles marcados del minuto 76 hasta el silbato final; el Zaragoza sería el colista destacado. Nadie ha perdido más puntos en esa franja temporal de los encuentros. Ocho encuentros en total le han saltado por los aires a un equipo empeñado en amargarle la vida a los cronistas de los urgentes e inmediatos tiempos modernos. Cientos de líneas, unos cuantos titulares y varios párrafos se han disuelto ante este vicio del equipo aragonés.

Hasta diez puntos ha perdido el Zaragoza sobre la bocina. De hecho, esos diez puntos se ha esfumado dentro de los últimos cinco minutos del partido más el añadido. El último fue el gol de Dela, el pasado sábado contra el Levante. Un zapatazo en el minuto 86 que descontó un punto.

Los goles sobre la hora son un castigo constante en el historial de la temporada. El Mirandés le ganó en La Romareda 0-1 al Zaragoza con un gol de Jair en propia puerta en el minuto 88. Ahí, se escapó un empate. La serie sigue. Frente al Sporting, fueron dos los goles encajados más allá del minuto 85. Los asturianos neutralizaron un 0-2 con un gol de Víctor Campuzano en el 86 y otro a medias entre Poussin e Insúa en el 97. Al Zaragoza le resbalaron así en Gijón dos puntos en la ‘zona Cesarini’. Solo unos días después, en La Romareda, un prodigioso lanzamiento a toda la escuadra de Aketxe en el minuto 87 culminó la remontada del Éibar (perdía 2-0 al descanso) y derrotó al Zaragoza, perdiendo así otro punto en el filo final de un partido. De nuevo, en la siguiente jornada, el equipo aún de Escribá se estrelló en la campana del final del encuentro: en el minuto 93, le empató el Burgos con un gol de Matos. Otros dos puntos se esfumaron así en la prolongación.

El primer día de Julio Velázquez en el banquillo, en Albacete, el latigazo lo dio un gol de Quiles en el 87. Un punto menos. En los días finales de Velázquez, el guió aún se retorció más. Fontán le dio la victoria al Cartagena en La Romareda en el minuto 89. Parecía complicado que un desenlace así se repitiera en casa, pero lo hizo solo quince días más tarde contra el Amorebieta, con una falta de Morcillo en el 97. El gol de Dela en Valencia el pasado sábado es el último que cuesta un resultado más favorable.

En total, el Zaragoza ha derramado diez puntos en esos tramos definitivos de los partidos, en su caso, momentos con valor decisivo que no ha sabido administrar o gestionar. Unas veces por fallos personales inauditos como el de Poussin en Gijón. En algunas, por la fatalidad de un gol en propia puerta como el de Jair contra el Mirandés. En otras, por la incontrolable ejecución de una falta por parte de especialistas como Aketxe o Morcillo.

Pero, a todas esas situaciones, le envuelve un patrón común: el problema del Zaragoza para rematar los partidos y para vivir al borde de la victoria. Momentos en los que al Zaragoza se le apodera la ansiedad y los miedos, y en los que debería reinar la serenidad, el oficio y la inteligencia. En su lugar, se imponen los nervios, los descuidos, las malas decisiones dentro del campo y desde el cuadro de mando del entrenador de turno (con cambios que lanzan mensajes defensivos, por ejemplo)... Por todo ello, el Zaragoza muere en la orilla.

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