REAL ZARAGOZA

Disfrutar o sufrir jugando al fútbol: la importancia del entrenador y la gran diferencia

El futbolista rinde exponencialmente mucho más si su labor y responsabilidad en el campo la acomete con gusto que si, por el contrario, sale cada día a pasarlo mal. El Real Zaragoza, con Víctor Fernández, mejora a través de esta tesis. 

Tres momentos del partido Real Zaragoza-Tenerife, con rostros distendidos y de satisfacción de los futbolistas.
Tres momentos del partido Real Zaragoza-Tenerife, con rostros distendidos y de satisfacción de los futbolistas.
Guillermo Mestre/Toni Galán

Jugar al fútbol. Ese es el modo de describir la acción con la que se lleva a cabo la profesión (o afición, según el nivel y rango) de los futbolistas. El verbo 'jugar' aporta, ineludiblemente, un factor que mezcla gotas de diversión, de entretenimiento, de pasarlo bien mientras se acomete la tarea. 

Una definición natural que, dado que el fútbol, al poco de su invención y con el paso de los años, acabó siendo un evento de seguimiento masivo, se extrapola más allá de la labor de sus protagonistas directos, los 'jugadores', y traslada ese divertimento, ese goce y disfrute de un partido bien jugado, a quienes lo observan desde fuera, desde las gradas. Esta es la magia y la grandeza de este deporte-'hobby'-negocio. 

Por eso, para que el proyecto de un equipo de fútbol se desenvuelva dentro de un envoltorio de éxito, de acierto en su plan inicial, de comunión entre todos los participantes (futbolistas, entrenador, directivos y afición, entre otros miembros de la comunidad), ha de generar alegría, seducción y recompensa mutua de emociones, en todos los sentidos entre todos los implicados. Eso fue siempre el fútbol bien entendido pero, en realidad, este es el ideal día a día en cualquier trabajo, en cualquier sector productivo, en cualquier relación empresarial-laboral. 

Imágenes de tristeza y hundimiento en varios jugadores del Real Zaragoza en el partido ante el Amorebieta en La Romareda hace un mes.
Imágenes de tristeza y hundimiento en varios jugadores del Real Zaragoza en el partido ante el Amorebieta en La Romareda hace un mes.
Toni Galán

El Real Zaragoza, que suma su 11ª temporada consecutiva en Segunda División, fuera de su sitio natural por lo tanto (que es la Primera, y no en cualquier lugar rutinario), está viviendo otro año horrible en su rendimiento y en las negativas repercusiones del mismo. Entiéndase la mala y peligrosa clasificación; el despido de dos entrenadores y la apuesta desesperada por un tercero 'in extremis'; la insuficiente aportación de la mayor parte de sus futbolistas, más de una decena de ellos fichajes nuevos que vinieron para elevar notablemente los malos pasos reiterados de los tres años precedentes; la espiral de críticas y malos rollos que ese medioambiente negativo genera por naturaleza de las cosas...

Por eso, el devenir del equipo, de los jugadores, ha ido dejando imágenes de desazón, abatimiento, decepción, hundimiento moral, depresión y preocupación con el paso de las semanas, de los meses, desde que el equipo inició su colapso (que tuvo dos picos de crisis extremas) a mitad de septiembre y hasta hoy. 

Los futbolistas no han disfrutado jugando con la camiseta del Real Zaragoza. Cada partido, cada fin de semana, ha venido siendo un mal rato para ellos. Un par de horas en el sillón del dentista. Una invitación a dormir en una cama de clavos. Revisar el archivo de fotos es encontrar decenas y decenas de cuadros impresionistas que destilan serios problemas de ánimo y moral en la tropa del vestuario. 

Así que este último domingo, durante y después del triunfo por 3-1 ante el Tenerife, llamó la atención hallar, en el mismo trabajo de búsqueda y rastreo de lenguajes corporales, una batería de gestos y actitudes diferentes. Ya aparecen sonrisas, muecas distendidas, guiños cómplices. La gente no está tan tensa, ha encontrado un resquicio por el que apostar en positivo, por salir al campo a pasarlo bien (o medio bien, que tal y como viene la mano, será suficiente de aquí al 2 de junio). 

La victoria, por supuesto, es salvoconducto imprescindible para que este cambio de actitudes se consolide y no sea flor de un día. Y ante los tinerfeños se dio, dentro de una trama y una secuencia de partido que favoreció el incremento de las buenas vibraciones, tanto dentro del campo como en las tribunas

Por encima y al margen de los muchos detalles tácticos, técnicos, específicos de los análisis cibernéticos que ahora rodean a cada partido de fútbol profesional, es decir, los puramente materiales y numéricos, el gran valor que puede tener el trabajo de Víctor Fernández en esta recta final de la liga 23-24 -está en ello- es que sea capaz de que los futbolistas acudan al fin de semana con ganas de jugar, con afán de disfrutar durante la disputa de un partido de fútbol. 

No es la primera vez que Víctor ha obrado esa transformación ambiental en un grupo de futbolistas en el Real Zaragoza. Ya volteó las constantes vitales de un equipo abatido y casi cadavérico en la liga 2018-19. El paso dado hace unas horas durante el episodio con el Tenerife debe ser el primero de varios más. Si los futbolistas logran cambiar la ansiedad por jugar por tener ansias de jugar, el reto estará conseguido. En La Romareda, en la tarde del domingo, se vieron los primeros síntomas en el sentido adecuado. Las piernas, como cualquier extremidad o voluntad, las mueve la cabeza. 

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