fútbol 

El Real Zaragoza busca y encuentra a Iván Ázón

Ante el Tenerife, por fin comenzó a cuajar el fútbol dominante que propone Víctor Fernández, un ideario que casa con el ariete aragonés

Iván Azón recuperó la sonrisa frente al Tenerife.
Iván Azón recuperó la sonrisa frente al Tenerife.
Toni Galán

Aunque Iván Azón (Zaragoza, 24 de diciembre de 2002) solo tiene 21 años, ya lleva cuatro temporadas abanderando el ataque del Real Zaragoza. Años de presencias y ausencias en un futbolista educado en el sufrimiento de un hábitat poco propicio para un ariete, como es el fútbol timorato de un colectivo que buscaba más la réplica que la proposición futbolística. El pasado domingo ante el Tenerife, por fin, el Real Zaragoza asumió el esfuerzo creador. Y allí vimos al Iván Azón que todos queremos ver, al Iván Azón verdadero, al que firma un gol y participa en otras dos clarísimas oportunidades, al que pisa con autoridad su terreno, el área.

Ya hace demasiado tiempo de la covid, del ascenso a Primera que estaba hecho y vimos pasar delante de nuestras mismas narices. Desde entonces, desde la última etapa de Víctor Fernández, desde el maldito confinamiento de 2020, ya se han cumplido cuatro años. Inmediatamente después emergió el gigante Iván Azón, el ariete que deslumbró en el equipo juvenil de la División de Honor con Iván Martínez. Rubén Baraja fue el técnico que sustituyó a Víctor Fernández. Baraja fue el primer entrenador en reunir en el campo a las tres perlas juveniles: Alejandro Francés, Francho Serrano e Iván Azón. Acaeció en la jornada 11 del curso 20-21, un 8 de noviembre en Tenerife. Palmó el Zaragoza en el Heliodoro, pero ese fue el visionario epitafio que dejó Rubén Baraja (lo mejor, quizá lo único que hizo...): tres chavales como esqueleto del Zaragoza, en posiciones fundamentales como el defensa central, el mediocentro y el delantero centro.

Se fue Baraja y llegó Iván Martínez, el hombre que los juntó en el juvenil y el que les dio continuidad en el primer equipo. Vino la salvación con Juan Ignacio Martínez. Ese curso, Iván Azón jugó 30 partidos, un total de 1.058 minutos (en 20 partidos salió desde el banquillo), firmando 3 goles.

En el ejercicio liguero 21-22, Azón disputó 35 partidos, aunque con JIM fue reserva en 20 ocasiones, para un total de 1.413 minutos. Desde el banquillo salió en Gijón un 27 de febrero para marcar el gol de su vida (por el momento). En el último suspiro del alargue, demostró toda su riqueza como ariete: robó una pelota en una pugna con un central rival, continuó la jugada en poderosa carrera y finalizó con un soberbio disparo. Golazo en toda regla. La misma belleza del gol, la cantidad de recursos que utilizó en su desarrollo, nos hizo ver que Azón podría ser jugador idóneo para el contragolpe. Y podría serlo, pero, sin ninguna duda, rinde mucho más en ataque estático. Esto es, con un colectivo que asuma la iniciativa, como vimos el domingo ante el Tenerife.

La campaña 22-23 la inició Juan Carlos Carcedo en el banquillo. Después llegó Fran Escribá. En 19 partidos, Azón compareció en el campo 1.076 minutos, rubricando 3 goles. Poco más que decir que esos fríos registros, tan gélidos como el fútbol adocenado y desvaído del Real Zaragoza.

Esta temporada comenzó con Fran Escribá. Con el mismo mérito y brillo que en el curso anterior, es decir, poco, se ganaron las cinco primeras jornadas. Lo demás queda resumido sintéticamente en la clasificación. A Escribá le sustituyó Julio Velázquez. Estancia tan breve como la dimensión de su fútbol. Antes de la llegada de Velázquez, Azón anotó dos goles: uno en el triunfo local ante el Eldense (2-0, jornada 4, el 3 de septiembre) y otro en Gijón (2-2, jornada 11, el 14 de octubre). Si en El Molinón no hubiera estado mirando a las avutardas el guardameta Poussin, quizá la historia habría sido otra, igual para Escribá que para el Zaragoza. El caso es que caímos en barrena, que llegó Velázquez y la cosa fue a peor, y que ahora acaba de regresar Víctor Fernández.

Después de un estreno con derrota ante el Espanyol en el que los pericos se dejaron dominar con el marcador a favor (ojo: una cosa es dominar y otra que el rival te dé la pelota…) y de un insípido, inodoro e improductivo movimiento de la bola en Anduva ante el Mirandés, el Zaragoza de Víctor Fernández comenzó a mostrar por fin su verdadera dimensión el pasado domingo ante el Tenerife. Sí, así, sí. Con iniciativa, yendo a buscar el partido. Le irá mejor al Zaragoza (si no la pifia atrás, que la pifió Jair) y mucho mejor a Iván Azón, que echó una a la jaula, participó en el gol anulado a Maikel Mesa y fue siempre factor. Y factor multiplicador. Porque Azón suma fuera del área, pero multiplica dentro de ella. Porque, aunque un ariete se deje la vida y sea capaz de rendir a la contra estirando el equipo a campo abierto e incluso marcando golazos como el de Gijón de la 21-22, todo ariete rinde muchísimo más en su hábitat. Y el hábitat de un ariete es el área. El Zaragoza de Víctor quiere la pelota del mismo modo que quiere a Azón en el área. Eso busca. Eso encontró ante el Tenerife.

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