Real Zaragoza: motivos para preocuparse

El inicio de la segunda vuelta en Elda este pasado lunes pone de manifiesto que el método de Velázquez no logra alejarse aún del fallido de Escribá.

Velázquez instruye a Aguado durante el cambio de Azón, en el minuto 55 en el partido de Elda.
Velázquez instruye a Aguado durante el cambio de Azón, en el minuto 55 en el partido de Elda.
Moisés Castell/Prensa2

Julio Velázquez y los futbolistas del Real Zaragoza regresaron del Elda en la madrugada de ayer martes enfocados por la lupa de la decepción, del enfado y, sobre todo, de la preocupación de todo el zaragocismo.

El partido ante el Eldense, el primero de la segunda vuelta tras los 26 días de parón navideño que han sido considerados por todos como la pequeña pretemporada del nuevo entrenador–llegado de urgencia en noviembre tras el despido de Fran Escribá en plena caída libre del equipo–, ha puesto de manifiesto que la mejora ansiada no llega. Velázquez no ha logrado aún reconducir al grupo de los errores heredados. No hay progresión ni reparación de los defectos mayores. Y ya son seis partidos bajo su pauta, con solo un triunfo: siete puntos de 18 posibles.

Fútbol de muy bajo nivel

El Real Zaragoza de Velázquez, en buena parte del desarrollo técnico y táctico de los seis partidos jugados con él en el banquillo, sigue bajo el influjo de las carencias que acabaron con Escribá. La principal, muy global, es que el fútbol que practica es de muy bajo nivel de calidad y solvencia. Feo, soso.

El bloque zaragocista es hoy tan plano, previsible, fácilmente defendible, inánime cuando los marcadores y el tiempo exigen y aprietan, como lo era hasta noviembre con Escribá. Aburre y, sin victorias, tiende a provocar dolores de cabeza en todo su entorno de no mediar ya una reacción.

Matizaciones insuficientes

Julio Velázquez, pese a sus matizaciones en los onces iniciales y en la distribución de la pizarra, no está consiguiendo cambiarle la cara ni la tendencia a este grupo que armó Juan Carlos Cordero el pasado verano. Aunque, más por las ganas de que sucediera y por la novedad, pareció percibirse un repunte positivo, ni la defensa de cinco (con tres centrales), ni la improvisación de piezas ante las bajas puntuales por lesiones, acaban de elevar por ahora el rango cualitativo y de rendimiento del equipo, que no logra ganar partidos.

Es el caso de la decisión de poner al extremo Valera como lateral zurdo –anteayer el centrocampista Francho ocupó por unos minutos en ese mismo rol–, o la conformación del dúo de delanteros titulares a base de Mollejo (extremo) y Maikel Mesa (mediapunta). Pese a que, ciertamente, ellos dos son los únicos que ven puerta y tienen gol –con cuentagotas–, la delantera zaragocista no asusta a ningún rival ni muestra una constancia o una aplicación propia de la Segunda División.

Antes de las bajas por lesión de Bakis y Azón, la puesta en escena era muy similar por su ineficacia.

El medio campo, inexistente

El paso de los meses y de las jornadas ha retratado progresivamente la escasa mezcla de los centrocampistas elegidos por Cordero para generar el fútbol en este proyecto. Si el equipo tiene poco filo atacante y se manifiesta romo es, en buena medida, porque por detrás, los fabricantes de jugadas no están a la altura exigida.

Aguado, Moya (dos de los fichajes estivales), Grau y Francho son los cuatro especialistas que, hasta ahora, juegue quien juegue, no han conseguido como línea organizativa el gobierno de los partidos. Son un grupo heterogéneo que no acredita ninguna personalidad concreta al equipo.

En el análisis al microscopio más general, la conexión de este cuarteto de medios con los mediapuntas, interiores/extremos y los laterales carrileros incorporados a la franja central, tampoco está produciendo unos modales útiles.

Ni Escribá ni, ahora, Velázquez, han logrado un engarce o aleación brillante de alguno de estos medios centro con los más adelantados Maikel Mesa (en su versión mediapunta), Manu Vallejo –otros dos fichajes de este año–, Bermejo, Valera o Mollejo. En cinco meses de campaña, este Zaragoza no tiene asociaciones de tres o cuatro futbolistas concretas que garanticen un alto rendimiento.

De la línea medular en adelante, todo es un tablero móvil con elementos sueltos, aleatorios, a veces refractarios –más que complementarios– que Velázquez, como antes Escribá, alinea en busca de una rentabilidad que no surge.

Defensa de margarina por alto

En la faceta defensiva, el devenir de la liga ha denunciado la ineficacia del mecanismo de protección en el juego de estrategia de los rivales, principalmente aéreo, sobre la portería zaragocista.

Con Escribá, durante un par de meses, dio la sensación de que ahí había una virtud notable. Fue un espejismo. En ese trecho ya concluido con su despido, el equipo acabó recibiendo un gol de falta directa del Eibar (Aketxe), uno de saque de banda (Matos, en Burgos) y otro en un córner (Obeng, para el Huesca, tras segunda jugada). Goles fatales, de derrotas, los dos primeros referidos, en los minutos finales, irreversibles.

Ahora, con Velázquez, esta patología se ha agravado. Son ya tres goles recibidos de cabeza, en sendos córneres, en sus seis partidos al frente del equipo. El de Félix Garreta en Amorebieta; el de Brugué, del Levante, en La Romareda; y el de anteanoche en Elda, de Mario Soberón. Tres goles que costaron dos puntos por partido, pues dieron el empate a los adversarios. Seis en total, por ende. Y hay muchas más jugadas erradas en este sentido defensivo que, afortunadamente, no acabaron en gol.

Un discurso que se atraganta

En el fútbol, también en el moderno neofútbol, es cuestión principal que los futbolistas, las plantillas, tengan claro a qué juegan. Es clave que entiendan lo que se les pide y lo que deben aportar.

En buena medida, la caída libre que se llevó por delante a Escribá vino derivada de varios cortocircuitos entre el mensaje del técnico y los receptores, los jugadores. Es algo común en las previas de las destituciones de entrenadores. La comunión de ideales, cuanto más firme y consolidada es en un equipo, más réditos genera.

Julio Velázquez, camino ya de su séptimo partido y de sus dos meses al frente del vestuario, ha de conseguir que su discurso no se atragante. El mercado de enero no le ayuda. Hay jugadores que se saben en el disparadero. Otros, ya en fase de renovación –o no–, están con la cabeza alborotada. Enero es un mes de nervios, chirridos en las casetas. Un peligro a eludir.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión