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Edgar Badía y poco más

El catalán salvó al Real Zaragoza de la goleada. Protagonizó varias paradas providenciales. Se mostró como un guardameta ágil y fiable bajo palos, y también estuvo seguro con los pies

Partido Eldense - Real Zaragoza
Partido Eldense - Real Zaragoza
Moisés Castell / Prensa2

Si el Real Zaragoza no salió goleado del estadio Nuevo Pepico Amat fue, en buena medida, por la notable actuación de Edgar Badía. El portero catalán tuvo un estreno de lo más ajetreadao, que saldó con varias intervenciones providenciales que impidieron que el Eldense se llevase el encuentro.

El recién incorporado Badía fue una de las pocas noticias positivas en el Real Zaragoza. Un partido le ha bastado para demostrar que es un guardameta fiable, ágil bajo palos, capaz de firmar paradas como las que este lunes evitaron que su equipo marchara de Elda con una contundente -y probablemente merecida- derrota.

En la primera parte (minuto 35), ya protagonizó una soberbia estirada a remate de cabeza de Dumic. Una acción de reflejos, en la que pudo despejar el balón a córner con su manopla izquierda, justo antes de que el Eldense (el delantero Mario Soberón, concretamente) firmara el gol del empate en otro saque de esquina muy mal defendido por el Real Zaragoza.

Cada centro al área generaba problemas a la defensa zaragocista. Y esta circunstancia iba a obligar a intervenir al arquero en otras dos jugadas antes del descanso, una en la que despejó con apuros con su pierna derecha, cual portero de balonmano, y otra en la que atajó por arriba un centro cerrado de Marc Mateu.

Por ahí, con las jugadas a balón parado, el Eldense había encontrado un filón. Cada centro de Mateu, que tiene un cañón en su pierna izquierda, era un dolor de muelas para los centrales zaragocistas, y también para un Edgar Badía que durante la segunda mitad iba a completar su meritorio debut.

A destacar, sobre todo, el paradón con el que evitó un golazo olímpico del propio Marc Mateu. También la sobriedad con la que supo gestionar la indecisión de sus compañeros. Sin contagiarse de ellos. Sin permitir que los alicantinos consiguieran el 2-1 que estaban mereciendo por su insistencia, por su superioridad en cada balón dividido.

La suerte también influyó, pues el debutante Edgar Badía vio como hasta dos balones se estrellaban en su palo derecho, en un complicado partido en el que, además de parar, exhibió un buen juego con los pies en la iniciación del espeso fútbol zaragocista.

En esa faceta, se mostró mucho más seguro que sus predecesores. Mucho más firme que Dani Rebollo y, sobre todo, que un Gaetan Poussin que muy cerca de Elda, en Onteniente y frente al Atzeneta, cometió aquel garrafal error en la Copa del Rey que terminó de condenarle.

Edgar Badía no se puso nervioso cada vez que sus centrales (Francés, Jair y Mouriño mientras estuvo en el campo) le cedieron el balón atrás. Al contrario. Controló con pausa, hasta dar con la mejor opción, en una noche en la que, precisamente, las alternativas en la salida de balón no fueron muchas.

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