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El Zaragoza de los mejores

Como es natural en un deporte con tan pocos misterios como el fútbol, el equipo aragonés es otro cuando sus hombres de más nivel se reúnen en el campo

fotografo: Colaborador 3 [[[PREVISIONES HA]]] tema: Real Zaragoza-Granada
Iván Azón en el partido contra el Granada
Galán/Marco

Advertía Fran Escribá en los días previos al partido contra el Granada dos cuestiones que ayudan a darle contexto a la temporada. Por un lado, que siempre que pueda va a juntar en el campo a los mejores futbolistas de una plantilla sin mucha vuelta de hoja. Y por otro, que el equipo hubiera tenido un techo más elevado y hubiera sumado, por lo tanto, más puntos sin las bajas vitales de futbolistas como Mollejo y sobre todo Iván Azón. Lo dijo tan convencido, firme y seguro que el fútbol le sostuvo el argumento por sí solo con la victoria contra el Granada.

Y así fue. Rearmado con sus mejores futbolistas y fortalecido por sus individualidades más destacadas, el Zaragoza es otro. Sigue siendo un equipo en la línea en la que se ha movido en los últimos meses excepto en puntuales manchas como en las derrotas contra el Alavés o el Málaga, fiable a la hora de competir, solvente en defensa y comprometido con el esfuerzo. Pero ese paso más necesario para aspirar a premios mayores que la mera lucha por salvar el cuello en la categoría exigía cosas que el Zaragoza no podía ofrecer; de ahí sus endémicos problemas para conciliarse con el gol y abrillantar su capacidad ofensiva. Para eso, el Zaragoza necesitaba a sus mejores futbolistas, y contra el Granada pudo juntar en el campo, por fin a varios de ellos. Bebé, Azón, Giuliano Simeone y Sergio Bermejo le dibujan una sonrisa al equipo, le cambian la cara y lo iluminan de ideas y de determinación. El Zaragoza es otro con ellos: sigue compitiendo igual, pero ahora le da para ganar, incluso a rivales con plantillas y objetivos superiores como el Levante, sobre quien fue superior hace unos días, o frente a Granada, a quien le controló el partido y se lo arrebató sin objeciones cosiéndolo a contragolpes y ocasiones claras.

Las más evidentes las gozó Iván Azón. Falló dos goles de libro nada más empezar el partido, de empujar, de acertar con sencillez. Pero a falta de gol, el delantero zaragozano le da al equipo tantas cosas que su presencia lo condiciona y enriquece todo, el colectivo, las relaciones con sus compañeros y la actitud del rival. Aun a medio gas y con las piernas aún sin oxigenar, Azón estira al Zaragoza y empuja al adversario, da metros al ataque y soluciones ofensivas a quienes le rodean. 

Está totalmente justificado defender que el Zaragoza hubiera vivido un año bien diferente si Azón hubiera jugado más con Giuliano Simeone como pareja. También, quizá, el Zaragoza hubiera tenido un techo más alto si Bebé en lugar de en enero hubiera llegado en agosto. Por mucho que su fútbol lo interprete como un solista empecinado, da aire e intimidación al equipo. Y qué decir de Sergio Bermejo, que danzó por el partido contra el Granada con un pincel de juego lúcido, inspirador y vivo. Qué necesaria es esta versión de un futbolista distinto dentro del plantel: a su nivel, como en los dos últimos partidos, el Zaragoza gana otra pieza de indudable desequilibrio.

Entre unas cosas y otras, Fran Escribá -cuatro derrotas en 20 partidos, 7 jornadas sin perder- apenas ha podido contar con ellos con cierta regularidad. Tampoco con Mollejo, un futbolista al que le había tocado la tecla correcta antes de su lesión. Con un fútbol de supervivencia y una delantera improvisada, el técnico ha ido, pasito a pasito, reanimando al equipo, consolidando su identidad y afianzándolo como un bloque de garantías competitivas, lo que habla muy bien del papel del entrenador en el funcionamiento del equipo. En cuanto ha dispuesto de los recursos justos y necesarios que le brinda una plantilla con demasiadas zonas grises; el Zaragoza ha elevado su cuerpo: ya no solo puede no perder, sino que también ya puede ganar. Giuliano, Bebé, Bermejo… Y Azón… Con Azón, el universo es diferente.

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