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Real Zaragoza: hacia la tierra de nadie

La dura derrota contra el Alavés le descubre al Real Zaragoza su techo en la competición. Con 15 jornadas por delante, el equipo se centra en evitarse apuros e iniciar la transición hacia la próxima temporada.

Foto del entrenamiento del Real Zaragoza en el estadio de La Romareda
Foto del entrenamiento del Real Zaragoza en el estadio de La Romareda
Toni Galán

El Real Zaragoza se estrelló de frente contra la realidad de la Segunda División y la suya propia con un golpetazo ante el Alavés, rival que encarnó en La Romareda todos los atributos que en el equipo aragonés se observan como carencias: una pegada colosal en el área contraria, una defensa de hierro de la suya, varios futbolistas de calidad diferencia, y el oficio y la destreza de quien se construye de jugadores con madera de Primera División.

Valores, todos ellos, que explican por qué el Zaragoza está tan lejos del Alavés y del pelotón de cabeza, y por qué su destino en esta liga se ha abocado, salvo una reacción tan prodigiosa como improbable, a sostenerse en la tierra de nadie de la competición cuando aún restan 15 jornadas por jugarse.

La goleada encajada contra el Alavés le enseñó al equipo de Escribá su techo en el torneo liguero, lo distantes que le quedan aspiraciones mayores y cómo debe reordenar sus prioridades. El avance del curso -con cambio de técnico, director deportivo y un par de fichajes invernales- ha desvelado que la planificación inicial contenía fisuras insalvables. Después de 27 partidos, el Zaragoza es lo que es. Un asunto que Fran Escribá ha asumido desde, prácticamente, el primer día que pisó el vestuario y que ha venido diseminando poco a poco en sus comparecencias y opiniones desde entonces, señalando con honestidad brutal que la plantilla no posee el cuajo suficiente para ascender, aunque sí para dar batalla, para competir en la categoría.

Competir en Segunda significa hacer lo que el Real Zaragoza viene haciendo desde que Escribá lo ha restaurado: un equipo ordenado, enérgico, atrevido, esforzado y comprometido que nunca le pierde la cara a los partidos ni le pone las cosas sencillas al rival sea cual sea su tamaño. Eso le viene dando para ganar ciertos encuentros, empatar otros y perder algunos. Tiene cosas buenas, determinadas virtudes, que le permiten mantenerse a flote, pero no le da para aspirar realmente a los objetivos que pretende porque sufre carencias estructurales de difícil solución.

Mientras tanto, el Zaragoza, como advirtió Escribá, compite, a la espera de apiñar unos cuantos resultados favorables que le despierten una tendencia alcista que no ha llegado. Esa es la prueba también de sus limitaciones: su incapacidad para enlazar victorias y abrirse una dinámica ganadora que le ascienda en la clasificación.

La ley del dinero

La zona noble ya queda muy lejos. A 12 puntos está un sexto puesto en manos del Albacete, y más cara cotiza la cabeza, donde, por la inercia natural de la competición, han subido los clubes con mayores posibilidades económicas y salariales: Las Palmas, Granada, Levante, Éibar, Alavés… Un fenómeno que ya se ha observado en los anteriores dos temporada: el dinero cada vez marca más las distancias en la categoría, con la salvedad de proyectos de entrenador diferencial, como este año Rubén Albés en el Albacete, y en los previos Andoni Iraola en el Rayo Vallecano o Míchel en el Girona.

Así las cosas, el Zaragoza se concentra en abrochar la salvación y acampar en una tierra de nadie que le evite apuros, emergencias y disgustos. Mantiene una renta de 6 puntos a la espera de lo que haga el Racing en su partido de hoy contra el Leganés, por lo que su margen no le consiente descuidos ni desconexiones ante un calendario que aún reserva a los mejores de la competición. Es decir, el Zaragoza debe ganar a los rivales que debe -como el Málaga la próxima jornada, a quien se le desguazaría y enviaría ya a 14 puntos- e intentarlo con los demás para recolectar, al menos, 50 puntos, el equivalente a seis triunfos más (ahora suma 33).

Cuanto antes alcance el Real Zaragoza ese salvavidas, antes podrá encarar y aceptar lo que reste de temporada como un periodo de transición hacia la temporada próxima. Un tiempo enfocado hacia el futuro que Fran Escribá pueda aprovechar para avanzar las bases teóricas del próximo equipo, incidir en el bloque de futbolistas útiles del grupo actual e invertir también en el medio plazo, concediendo minutos de vuelo a jugadores como Marcos Luna, Dani Rebollo o el mismo Pau Sans. Pero, antes, hay que ganar varios partidos más.

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