Tienen apenas 20 años, pero ya son unos futbolistas hechos y derechos. Con mucha más mili hecha de la que dictan sus partidas de nacimiento. Azón, porque las circunstancias lo han querido así, con 17 años ya estaba salvándole fuegos al Zaragoza, metiendo los goles que otros con más años en el fútbol, más nombre en los periódicos y más dineros en la cuenta corriente no metían. Giuliano Simeone porque nació en una casa donde el fútbol es religión y donde se compite desde la cuna, porque ese carácter de ganar, de luchar, pelear y competir se lleva inscrito en el código genético. Esta pareja de delanteros apenas ha podido convivir junta debido a las lesiones de Azón, con la temporada cruzada desde el principio, y las molestias del argentino, ya restablecido de esos dolores costales.

Escribá por fin puede contar con ellos contra la Ponferradina, y tiene la fórmula ideal para esta pareja de chavales enérgicos, poderosos, osados e insistentes. Ese 4-4-2 que los puede casar a la perfección y en el que ambos pueden conjugar sus perfiles complementarios y diversos, pero con muchos lugares comunes y perfectos para el fútbol de hoy: son rápidos, verticales, potentes, dinámicos, vertiginosos… Puntas modernos, necesarios más aún en un equipo sin mucha actividad en los espacios largos y profundos.

Escribá anticipó en la rueda de prensa previa del partido que es tiempo para ellos. «Simeone y Azón están perfectos, están entrenando fenomenal y son dos jugadores que nos tienen que dar mucho. Que jueguen juntos es una opción clara para jugar contra la Ponferradina» admitió el entrenador del Zaragoza. De este modo, Mollejo, habitual segundo punta desde la llegada de Escribá, apunta a caer a la banda izquierda, como extremo, en un aviso a navegantes por lo que pueda pasar, más bien, por lo que no pueda pasar, en el cierre del mercado. «Es una de las opciones. Todos tenemos claro que Azón y Simeone son delanteros, mientras que Mollejo tiene otros registros. Hasta mi llegada jugó mucho en banda y es un jugador que se adapta bien a esa situación», señaló el entrenador del Real Zaragoza.

Iván Azón y Giuliano Simeone apenas han coincidido en el campo 230 minutos. Carcedo los reunió eventualmente, con el argentino tirado a banda izquierda, pero Escribá no ha podido juntarlos aún de inicio, solo veinte minutos el día del Mirandés en La Romareda. La última vez que salieron a jugar de la mano fue en Santander, contra el Racing. Luego, Azón se rompió contra el Villarreal B y el Zaragoza se tuvo que subir a lomos de Simeone. Lleva seis goles metidos, es el máximo anotador del equipo aragonés, mientas que Azón, en un par de ratos, lleva un par de tantos, uno al Oviedo y otro hace dos semanas en Villarreal, en un día en el que su salida cambió al equipo y lanzó el mensaje de lo que el Zaragoza podría haber sido con él y Simeone bien usados.

Ambos son esperados como agua de mayo en un equipo que ha manifestado todo tipo de problemas para atacarle a los rivales durante buena parte de la temporada. El club destinó su principal caudal económico en verano a Pape Gueye, pero el fútbol ha obrado por sí solo, ha separado el grano de la paja, y le ha enseñado al Zaragoza quiénes son su delanteros principales. Azón y Giuliano son indiscutibles.

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Hace una semana, en la segunda parte de Gijón, parecía que ambos se reunirían de nuevo, pero una conmoción de Azón aplazó ese matrimonio una semana más. Ese partido ha llegado. Una ocasión para descubrir hasta dónde puede crecer el Zaragoza y cuánto podría haber crecido de la mano de dos delanteros que, por sí solos, pueden determinar el contexto de todo un equipo. Con ellos, la duda no es si el Zaragoza será mejor, sino, cuánto mejor puede ser.