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Real Zaragoza: la reacción tendrá que esperar

El nocivo arranque de partido en Gijón impide al equipo de Escribá encadenar dos triunfos seguidos y difumina (otra vez) cualquier atisbo de soñar con cotas mayores que la salvación.

El chileno Alarcón protesta la expulsión de este domingo ante el Sporting.
El chileno Alarcón protesta la expulsión de este domingo ante el Sporting.
Aurelio Florez

Una vez que Víctor Mollejo culminó la remontada el pasado fin de semana ante el equipo B del Villarreal, una gran parte del zaragocismo cerró los ojos y comenzó a soñar. Por delante, más de una semana para elucubrar con la teoría de que, tal vez, el ansiado punto de inflexión del Real Zaragoza esta temporada se podía ubicar en Gijón. Si el equipo de Fran Escribá salía victorioso de El Molinón... Pero siete minutos bastaron para hacer saltar por los aires todas las cuentas. Ese nocivo arranque de partido, con el tempranero gol de Queipo y la incuestionable expulsión (VAR mediante) de Alarcón, dinamitaron cualquier atisbo de alcanzar la segunda victoria consecutiva ante un rival que no ganaba en liga como local desde el mes de octubre. Casi nada...

Un hito que, por cierto, el Real Zaragoza solo ha sido capaz de conseguir una vez esta temporada. En la primera vuelta, después de estrenar el casillero de triunfos a domicilio en Ponferrada, la plantilla entrenada entonces por Carcedo superó al Sporting en La Romareda. Una y no más. Desde entonces, el conjunto aragonés ha sido incapaz de brindar dos alegrías consecutivas a su público. Una afición que este domingo, a pesar de los más de 500 kilómetros que separan ambas ciudades, tampoco dejó solo a su equipo.

Nunca sabremos hasta dónde hubiera competido el Real Zaragoza si el encuentro no hubiera nacido así, torcido como pocos esta temporada. Porque, a pesar de jugar en superioridad numérica durante más de 80 minutos, el cuadro gijonés tampoco ofreció sobre el césped un dominio plausible. La incapacidad del rival para aumentar la ventaja obtenida en el minuto 3 permitió al equipo de Escribá soñar con el empate durante todo el encuentro, a pesar de las múltiples piedras que encontró durante el camino.

Lo intentó con más corazón que cabeza. Primero Azón, relevado en el descanso fruto del infatigable esfuerzo físico que derrochó en la primera mitad, y después Simeone, que (de nuevo) volvió a predicar en el desierto ofensivo. Pero si habitualmente, en condiciones de igualdad numérica, ninguno disfruta de muchos balones óptimos para marcar, el gol del empate ante el Sporting era prácticamente una quimera. Tan cierto es que el Zaragoza no sufrió un asedio alarmante sobre la portería de Cristian Álvarez, como que apenas inquietó con peligro el marco de Cuéllar.

La expulsión infantil de Nieto

Si rascar algo en Gijón era prácticamente un imposible, Nieto contribuyó todavía más a la causa con una segunda amarilla impropia de un futbolista profesional. A pesar de que el árbitro le había perdonado la expulsión nada más comenzar la segunda mitad, el aragonés pisó a su marca en una acción sin demasiada complejidad y dejó a su equipo con 9. Del mismo modo que alguien nos tendrá que explicar qué hace Gueye en Zaragoza, tampoco estaría mal que nos aclarasen si verdaderamente Lasure es peor lateral que Fuentes y Nieto. Sumar, tal vez, no sumaría más, pero si hablamos de restar...

Entre unas cosas y otras murió el supuesto partido del resurgir. Ni victoria, ni punto de inflexión, ni antes y después... nada. Ni rastro de la presunta reacción del Real Zaragoza de Escribá, un equipo tremendamente condicionado por la paupérrima planificación deportiva del verano, que a día de hoy solo tiene un objetivo real: certificar la salvación. El descenso queda ahora a solo cuatro puntos. Y la referencia de esa zona roja es la Ponferradina, que visitará La Romareda el próximo lunes 30 de enero.

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