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Eguaras e Igbekeme: el final de un ciclo

Las controvertida salida de Eguaras y la marcha de James Igbekeme suponen el desmantelamiento definitivo del Real Zaragoza neutralizado por la pandemia cuando volaba hacia el ascenso en 2020.

Partido Málaga-Real Zaragoza disputado en el estadio de La Rosaleda
Partido Málaga-Real Zaragoza disputado en el estadio de La Rosaleda
CARLOS GUERRERO/LOF

La salida de James Igbekeme al Columbus Crew de Estados Unidos, unida a la reciente marcha de Íñigo Eguaras al Almería, representa el portazo final a los últimos vestigios importantes del Zaragoza que volaba hacia el ascenso a Primera División cuando, en marzo de 2020, no hace ni dos años, la pandemia del coronavirus frenó en seco el planeta, el fútbol y aquellas dulces aspiraciones. El Zaragoza, después de aquellos tres meses de parón, ya nunca ha sido el mismo, por mucho que en sus subsiguientes versiones, durante aquel atípico, desordenado y fracasado verano de renacida competición en 2020 y en la tumultuosa temporada pasada, aún mantuviera entre su osamenta algunas piezas relevantes de lo que había sido un equipo con rendimiento y aspecto de Primera División. Sin embargo, tampoco queda ya nada de aquello tan solo 22 meses después. Apenas sobrevive en el equipo, como icónica reliquia de otra época, de otro proyecto, el portero Cristian Álvarez.

El argentino, Eguaras y James Igbekeme eran las principales huellas en el actual Zaragoza de la formación más reconocible con la que el Zaragoza de Víctor Fernández tomó impulso y estableció la velocidad de crucero con la que se instaló segundo en la clasificación con cuatro puntos de ventaja sobre el tercero cuando el coronavirus detuvo la temporada. 

En la plantilla, aún perduran Vigaray y Nieto, otras dos piezas elementales de aquel equipo, pero su papel en el Zaragoza de hoy ha decaído notablemente: el lateral derecho está lesionado por un tiempo aún indefinido por un grave problema físico y el lateral izquierdo es habitual suplente en los planes de Juan Ignacio Martínez. También aguantan otros jugadores entonces también en plantilla, como el portero suplente Ratón, o Alberto Zapater y Javi Ros, dos figuras de peso en la jerarquía interna de aquel y este equipo, pero con testimonial participación. 

Cristian en la portería, Vigaray y Nieto en los flancos defensivos, Atienza y El Yamiq como centrales, Eguaras, Guti y James en el mediocampo, más Puado y Soro como complemento ofensivos de Luis Suárez articularon al Zaragoza de aquellos días. De hecho, este fue el once que venció en Málaga en el último partido antes del coronavirus con una la única excepción de Guti, entonces sancionado, por Burgui, el jugador número 12 durante esa segunda vuelta.

De este modo, las salida de Eguaras y James en la última semana suponen el desmantelamiento definitivo de un Zaragoza de vuelos mayores, el último que aspiró al ascenso con argumentos sólidos. Un Zaragoza perteneciente a un ciclo ya agotado, con nuevo entrenador, nuevas ideas, nuevas prioridades, nueva dirección deportiva… Muy distinto a aquel.

Del equipo base, o el bloque principal con el que Víctor Fernández armó su propuesta, el primero en salir fue, en esa misma temporada, en las accidentadas jornadas previas al play off de ascenso que se perdió contra el Elche, el delantero Luis Suárez. El Watford cortó su cesión y ya no jugó más el abanderado del gol de aquel equipo. Al finalizar la temporada, tampoco continuaron el central El Yamiq ni el atacante Javi Puado, los dos jugadores fichados por Lalo Arantegui y José Mari Barba en el transcurso de esa temporada, ni tampoco los canteranos Soro, a quien el Real Madrid traspasó al Granada tras su cesión en el Zaragoza, ni Raúl Guti, vendido al Elche.

El desencuentro entre Jim y Eguaras

El pasado verano, se marchó definitivamente Pichu Atienza tras su complicada pasada temporada. Y este invierno, Eguaras y James han sido empujados a abandonar el Zaragoza. Ni el nigeriano ni el navarro encajaban en el fútbol de Juan Ignacio Martínez. James trajo una propuesta para irse a la MLS y se aceptó, después de año medio a medio gas, con escasa sintonía en los planes del entrenador. Más aristas presentaba la salida de Eguaras, un componente de la vieja guardia del vestuario, admirado y respetado dentro del grupo como pocos otros. Sin embargo, su progresivo desencuentro con Juan Ignacio Martínez le costó su salida.

La relación ya venía torcida desde agosto. Desde que Eguaras cuestionó públicamente el estado de preparación física del equipo tras la derrota frente al Valladolid. Desde aquello, nada volvió a ser igual. Jim alineó a Eguaras y el navarro destacó en el animado fútbol de comienzo de temporada del Real Zaragoza. Pero no lo hizo por convicción. No era un mediocentro para el fútbol que él quería. Y en cuanto pudo, Jim giró las prioridades del equipo y le dio el timón a Petrovic, un futbolista fichado con el sello de Torrecilla, no del viejo régimen. La suerte de Eguaras estaba echada sin que los argumentos del rendimiento lo explicaran, una situación que no terminó de entenderse en ciertos sectores del equipo.

En Ponferrada, hace un par de semanas, todo se complicó aún más después de quedarse el mediocentro navarro sin jugar ni un minuto tras desaparecer del once en las semanas previas. Un fuerte encontronazo entre Jim y Eguaras al terminar el partido agrietó definitivamente la relación. Eguaras ya no iba a jugar. Por eso, solo unas semanas más tarde de que el Zaragoza le negara el traspaso al Almería, Torrecilla lo puso en el mercado. Era el final de un ciclo. 

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