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El Real Zaragoza pierde el norte
Análisis de las claves de la derrota (0-2) del Real Zaragoza contra el Tenerife en el estadio de La Romareda.
1. Jim esconde la brújula y echa el ancla
El Zaragoza se plantó ante el Tenerife con un 4-3-3 recargado de dinamita, con Narváez y Nano en los extremos y Ávaro Giménez como ariete, una configuración novedosa en las últimas semanas, pero de mezcla sospechosa e ineficaz en otros pasajes del curso. La entrada de Vada tras dos semanas lesionado, en una de esas extrañas decisiones de gestión interna de Jim, supuso la otra nota principal de la puesta en escena de un Zaragoza en el que permaneció como vértice inferior del equipo Petrovic. Al serbio le han entregado la manija del juego y eso tiene sus consecuencias en todas las direcciones del juego. Para lo bueno y para lo malo, que en este partido lo fue casi todo. Jim volvió a dejar fuera la claridad , el rumbo y la brújula de Eguaras. Lo hizo ante un rival que, como se observó desde un principio, se iba a refugiar en su terreno, con un 4-4-2 (4-2-2-1-1 ofensivo) y conceder la posesión. Ya se sabe, porque no es nuevo, cómo se comporta el Zaragoza en este tipo de contextos y ayer no fue una excepción: el Zaragoza, con Petrovic, jugó con el ancla al cuello.
2. El Zaragoza se espesa
El partido puede sintetizarse en los primeros cinco minutos. Rápidamente, se apreciaron las claves de la historia. El Zaragoza gobernaba la pelota, pero lo hacía con sus posiciones interiores muy alejadas y los laterales desactivados. El equipo no progresaba. La razón principal había que buscarla en la ubicación de Petrovic, insertado entre los centrales, muy separado de Francho y de un Vada desconectado y extraviado en la doble red de seguridad organizada por Ramis. El Zaragoza salía principalmente por Francés o Petrovic hasta la segunda línea de repliegue del Tenerife y la pelota, una vez allí, regresaba atrás. No había vida en la circulación del balón, ni ritmo. Petrovic no producía desde el pase con un fútbol simplón e inocuo. Los canarios esperaron. Son un equipo trabajado al milímetro y con un amplio manejo de registros. Son intensos, físicos y agresivos, se desenvuelven con oficio y saben lo que hacen, cuándo toca correr y cúando tocar. Concentrados en su impecable organización defensiva, sellaron los pasillos interiores, escupieron lejos de su portería al Zaragoza con orden y el poderío en los duelos cuerpo a cuerpo de sus centrales, de Aitor y sobre todo de un titánico Corredera. El fallo del Zaragoza era la base de cómo iban a atacar.
3. Los colmillos del Tenerife
El Tenerife apretaba con todo cuando intuía la opción de forzar el error del Zaragoza. Cuando lo hizo, armó sus ofensivas. No necesitó demasiadas, pero las bordó. Mollejo y Elady -autores de lo goles- fueron una pesadilla en los espacios entre los laterales aragoneses y Petrovic. Jim tampoco reajustó con un doble pivote para cerrar esa zona. Mollejo y Elady atacaban de mil maneras. Eran dos colmillos lanzando dentelladas y moviéndose en todas las direcciones en función de la situación: de fuera adentro, de dentro afuera… Siempre en sentido vertical, rasgando la defensa del Zaragoza a lo largo. Un dúctil y cerebral Shashoua era el punto sobre el que pivotaban todas las asociaciones y triangulaciones. Con dos remates a puerta en la primera mitad y un 34% de posesión ganaron el partido.
4. Borja Sainz y Eguaras salen tarde
El Zaragoza estaba desarbolado y sin capacidad de respuesta. Ni la tenía ni la podía tener ante tal planteamiento. El manual de juego de Juan Ignacio Martínez contiene muchas virtudes, pero entre ellas no se encuentran los mecanismos ni las fórmulas del ataque posicional, de un fútbol de proposición más que de reacción. Al Zaragoza le cuesta expandirse desde la pelota ante rivales como el Tenerife. Lo tiene peor aún sin el futbolista de la plantilla con más soluciones para desordenar propuestas como la canaria: Eguaras. Cuando salió tras el descanso junto a Borja Sainz, el Zaragoza comenzó a fluir, con el equipo reestructurado en un 4-4-2 con Vada y Eguaras en el doble pivote. De inmediato, se activó Fran Gámez, quizá, el mejor socio del navarro esta temporada y pistón esencial en el funcionamiento ofensivo del equipo. En esa región derecha también apareció Borja Sainz, insistente, atrevido, vertical y potente. Otro jugador que entra y sale en el once con inusual facilidad, como otros, sin que se atiendan sus méritos. El Zaragoza comenzó a meterse en el área del Tenerife. Álvaro Giménez pudo cambiar los 25 minutos finales si acierta un cabezazo que se fue fuera. El gol no llegó y el Zaragoza se fue desinflamando ante un Tenerife contemporizador, jugando con el reloj y los mandamientos del viejo fútbol. Con mucha intención, Ramis ya había quitado al hiperactivo Mollejo, amenazado de roja, para sacar al aragonés Rubén Díaz, un futbolista más sereno, mejor gestor del juego, para ganar control con la ventaja ya adquirida. La misión ahora era que sucediera lo menos posible.
5. Las últimas balas
Mientras, Jim se comenzó a liar con los cambios. Primero, metió a Azón junto a Álvaro, tirando a la izquierda a un Narváez fuera de onda, más pendiente de lo suyo que de lo de todos, empeñado en ser comienzo y final, y peleado consigo mismo. Pero a los cinco minutos, Jim cambió todo otra vez, dejando a Azón atacando la izquierda y metiendo a Adrián por el colombiano. Nada parecía tener más sentido que sobrecargar el área del Tenerife y ya se sabe: la pelota vuelve tan rápido como llega. El Zaragoza renunció a atacar con pausa y, poco a poco, se lo fue comienzo, como en tantas ocasiones, la impotencia. La impotencia de comprobar que hay rivales con un fútbol al que no se puede llegar, pero que tampoco se sabe enfrentar.