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... Y hoy se hubiera acabado la liga 2019-20 en La Romareda contra la Ponferradina

El calendario primigenio concluía el torneo regular en este fin de semana del 23-24 de mayo. Se trata de un día referencial que sirve para darse cuenta de la magnitud de lo que se ha quedado congelado desde el 8 de marzo.

Celebración del Real Zaragoza el pasado 8 de marzo del 0-1 logrado en Málaga en lo que, sin saberlo, sería el último partido jugado hasta hoy.
Celebración del Real Zaragoza el pasado 8 de marzo del 0-1 logrado en Málaga en lo que, sin saberlo, sería el último partido jugado hasta hoy.
Carlos Guerrero/LOF

Uno tenía marcado este día, el de hoy, en su agenda personal. Como, seguramente, también infinidad de zaragocistas. Probablemente, al igual que miles de aficionados de otros clubes de España. El fin de semana del 23-24 de mayo, el penúltimo del quinto mes del año, era el elegido esta vez por La Liga (LFP) para concluir las dos competiciones profesionales en España, en el caso de la Segunda División, en su fase regular. Yen esa señal, en ese chivato escrito, dice: 'Real Zaragoza-Ponferradina. Jornada 42'. En los últimos años, los partidos con implicados en el ascenso se adelantaron siempre al sábado para ganar una fecha a favor del cuarteto que después tiene que jugar la Promoción. Por eso, lo más probable es que la cita hubiese sido en la noche sabatina.

Hoy se hubiera puesto, pues, punto final al maratón de la división de plata con un partido de manga corta y calor ante el rival de El Bierzo. Estas horas se convierten así en un hito referencial que sirve para discernir la magnitud de todo lo que se quedó congelado tras aquel último fin de semana con fútbol, aquel 8 de marzo en el que el Real Zaragoza salió triunfante y reforzadísimo de La Rosaleda de Málaga, tras ganar 0-1 a los locales en un duelo de altos vuelos saldado de la mejor forma posible con un golazo de Luis Suárez -otro más- tras una meritoria jugada de tesón del aragonés Nieto

Han pasado 76 días desde la tarde-noche eufórica de Málaga, donde la mayor parte del zaragocismo y buena parte de los observadores ajenos confluyeron en la percepción de que el equipo de Víctor Fernández estaba lanzado, en la cresta de su ola buena, invicto toda la segunda vuelta, ubicado en puesto de ascenso directo con una amplia ventaja creciente sobre los galgos perseguidores. Son, por ahora, 76 días de congelador industrial, de esos de 10 estrellas, que dejan la materia crionizada en un estado de conservación correcto para que, en un futuro indefinido no demasiado largo, pueda ser traída en sí de nuevo para volver a ser lo que era. 

Según los planes de la LFP, aún faltarán, cuando menos, entre 16 y 23 días para poder optar a retomar el camino que se cortó por culpa de la pandemia mundial de covid-19. O sea, nos iremos a un parón de 92 días en la estimación más optimista (eso son 3 meses), quizá a los 100 días... Palabras mayores.

En este sentimiento que surge por naturaleza espontánea al pensar lo que ahora mismo podría estar aconteciendo en Zaragoza, la mente retrocede a aquellos días de marzo en los que se empezaba a especular con el desenlace de la liga, en las 11 jornadas que restaban para la conclusión. Eran días de quinielas, de cálculos, de matemáticas con los puntos...

¿Cómo sería hoy el Real Zaragoza-Ponferradina de La Romareda? ¿Sería la fiesta del ascenso ya consumado con anterioridad en algún partido previo? ¿O bien se trataría de un partido crucial, decisivo, con obligatoriedad de ganar, de puntuar, de esperar a terceros? ¿O, quién sabe, tal vez estaríamos solo pugnando por un puesto en la Promoción, o aspirando a alcanzar el ascenso directo en virtud de algún error de uno de los dos primeros? Todo esto cabría por sentido común. Cualquier otra posibilidad -que siempre sería de más perniciosas consecuencias- no tenía ya mucha razón de ser cuando todo se paralizó, dado que el Real Zaragoza cuenta con 13 puntos de colchón con el 7º clasificado, el primero que no tiene premio alguno el último día. 

Nunca lo sabremos. Aquello vio cómo el camino natural se truncaba por razones de fuerza mayor, por causas ajenas a la voluntad de cualquier protagonista del fútbol profesional. Y, ahora, solo cabe considerar que, esos 11 partidos aplazados en el tiempo que han de recuperarse en un envoltorio anómalo -a puerta cerrada, tras un confinamiento jamás vivido y un lapso de tiempo sin actividad normal mayor que cualquier otro en las últimas décadas-, han de ser afrontarse con valentía, decisión y fe en que será posible acercarse a aquel estado de forma física, futbolística y mental que hacía del Real Zaragoza el mejor equipo de la categoría en dinámica, racha temporal y vibraciones. 

Y lo que iba a acabar el 23-24 de mayo, como mínimo, se va a diferir al 31 de julio o alrededores. El Real Zaragoza-Ponferradina del adiós a la liga (y quizá a la Segunda División por parte zaragozana) es hoy un fantasma imposible de palpar. Un ectoplasma, un ente desvanecido al que se sueña con tocar en pleno verano... sin que las ilusiones y los objetivos del viejo club blanquillo hayan mudado en lo más sustancial. 

Todo esto se añade hoy a esa agenda interrupta de un zaragocista, con un asterisco que remarca que hoy no hay fútbol en La Romareda. En una fecha, la que une el 23 y el 24 de mayo, que podría haber acogido un sueño. El sueño. El afán que, por imperativo inapelable del destino, ya no será el sueño de una noche de primavera y, ojalá, se hará realidad como sueño de una noche de verano. Como cantó en ese césped de La Romareda Miguel Ríos hace 38 años.

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