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Preocupación por los divorcios, por encima del apartado deportivo

La inesperada reacción de parte del público de La Romareda contra los jugadores (en especial con algunos) en el partido ante el Alcorcón y los reproches internos abren un nuevo escenario.

Parte de los futbolistas del Real Zaragoza, cariacontecidos, nada más concluir el partido de este domingo ante el Alcorcón con derrota por 0-2 en La Romareda, escuchan la bronca de la afición.
Parte de los futbolistas del Real Zaragoza, cariacontecidos, nada más concluir el partido de este domingo ante el Alcorcón con derrota por 0-2 en La Romareda, escuchan la bronca de la afición.
Guillermo Mestre

Cuidado. Preocupación máxima. Peligro doble en el Real Zaragoza de mitad de abril. Ojo, mucho ojo. Por un lado, la cara vista del edificio, el ladrillo exterior, el fútbol, la clasificación, la escasa distancia con el descenso a Segunda B, apenas 2 puntos de leve colchón de seguridad (o inseguridad, para ser más certeros en las sensaciones). Por otro, los primeros síntomas de fractura en los círculos concéntricos que rodean al equipo, algo nuevo en este abrupto curso 2018-19, que no se había apreciado con tanta nitidez hasta el tramo final del partido de este domingo en La Romareda ante el Alcorcón, concluido con victoria visitante por 0-2. 

El asunto relativo a lo futbolístico se da por descontado. Los malos pasos del Real Zaragoza en la liga, siempre viviendo cerca del precipicio, son asumidos por la mayoría de observadores de la realidad, por más que haya habido reacios a admitirlos durante buena parte de la temporada.

Pero lo referente a los malos rollos con la afición, entre la afición, dentro del grupo... eso sorprende más. Eso eleva el grado de alertas tras lo acaecido en el estadio municipal a consecuencia del varapalo ante los alcorconenses. Aquí aparece un nuevo escenario que necesita tratamiento urgente. Y convincente. Y con sellado de contacto, de pegamento del fuerte, cuanto antes. 

No se puede esconder lo sucedido. No es posible trepanar el cerebro de miles de protagonistas directos que vieron, participaron o combatieron lo que pasó en La Romareda este domingo. Hay un problema serio. La gente estalló contra los futbolistas en una parte de la grada, quizá la más llamativa: "Esa camiseta no la merecéis", se cantó por momentos, apelando a una tonadilla manida en los campos de España hace lustros cuando los equipos locales no dan la talla esperada. 

Hubo dedicatorias especiales para algunos. Bronca monumental a Pombo cuando fue sustituido a falta de 20 minutos (aquí ya llovía sobre mojado, pero en este nuevo episodio subieron los decibelios al ras de un concierto de rock duro en pleno punteo de guitarra y delirio de fans). Y especial fijación con Álvaro Vázquez, el máximo goleador del equipo con 8 tantos, con el que la cosa viene rugosa desde que se tapó los oídos para celebrar los dos goles en la victoria, ya lejana, ante el Oviedo, el 25 de enero. "Es de peluche, el Lobo es de peluche", le dedicaron al ariete catalán los hinchas más ruidosos del graderío en varias fases del duelo ante los madrileños (y eso que, en la segunda parte, el catalán fue de los más destacados entre la planicie global). 

La pitada final, cuando el árbitro señaló que el suplicio había terminado, fue para todos. Las risas y mofas, de esas que tanto duelen ahí abajo y que en La Romareda fueron siempre arma de reproche para los jugadores poco duchos en la materia, se las comió esta vez Verdasca, tras un pase errático que se fue a la grada de Preferencia cuando el choque se acababa, un balonazo modelo melón que elevó el sarcasmo a grado superlativo. 

Esas llamativas diferencias entre grada y campo, puestas de manifiesto tan explícitamente en un día como este domingo tan torcido en La Romareda, epataron a muchos. Tanto que derivaron en otro rozamiento, esta vez entre paños y áreas diferentes de las tribunas. Hubo una parte de zaragocistas que recriminaron a esos otros zaragocistas su actitud. De repente, unos dedos acusaban a otros dedos de desestabilizar el estado de las cosas en el equipo, de que sus insultos y befas a los futbolistas propios no eran de ayuda y sí de perjuicio claro. Hubo un rato de alta tensión entre el fondo de la Feria de Muestras y el lado este del campo. Que si tú, que si yo. Que si no te pases, que si esto no toca. Que si estoy harto ya, que si así no vamos a ningún sitio.

Y, después, camino del vestuario, quienes allí estaban, quienes allí tienen su posición habitual, observaron atónitos cuestiones inéditas hasta ahora en lo que va de curso, que es casi todo ya. Reproches entre jugadores zaragocistas subidos de tono. Palabras gruesas entre ellos. Gritos y tonos elevados de voz dentro de la caseta. Golpes en las paredes. Patadas al mobiliario. Solicitud de silencio y calma por parte de otros. Intentos, con escaso éxito, de pacificar reacciones calientes propias de una noche tan dolorosa y tóxica para el equipo. Un alboroto fuera de lo común, extraordinario por ende. 

A la salida de vestuarios, en la calle, la clásica espera de varias decenas de seguidores, jóvenes en su mayor parte, que prosiguieron con los epítetos poco gratificantes hacia los futbolistas que por la puerta principal salieron, que no fueron todos. Pasada la medianoche, bien pasada, la presencia de Zapater, como capitán cabal, para hablar vis a vis con los agraviados aficionados que aún esperaban con los ojos tensionados el cierre del estadio. Un medido capítulo del ejeano, para evitar 'un Pombo' tan polémico como el que se dio entre el canterano y los enfadados receptores a porta gayola en los alrededores del campo en la primera vuelta tras caer 0-1 ante el Cádiz. El propio Zapater no tuvo ningún empacho en detallar su gestión en un programa radiofónico nocturno de ámbito nacional, en la Cadena Cope. 

El broche a todas estas salpicaduras anejas al varapalo recibido ayer sobre el césped tras perder 0-2 con el Alcorcón lo había puesto Víctor Fernández en la rueda de prensa. El técnico zaragocista no pudo ocultar el mal rato pasado minutos antes en la caseta, sensación mezclada en el cerebro del entrenador con la cristalina actitud crítica y sonora del público zaragocista con el equipo durante el partido y esos dardos venenosos que esta vez se lanzaron desde las cerbatanas de las gradas.

"Es un grave error por parte de todos lo ocurrido. Lo peor que podría ocurrir es que apostáramos por la autodestrucción", lanzó al aire el del barrio Oliver, admitiendo la rareza de lo sucedido. 

"No podemos perder los papeles, la serenidad y la paz", subrayó de inmediato Víctor, que destacó que decía tales cosas "como zaragocista y no como técnico responsable del equipo", para dar así mayor importancia a un problema múltiple que en este enfrentamiento contra el Alcorcón, saldado con un fiasco monumental, se puso de manifiesto alrededor del Real Zaragoza: los indicios de varios divorcios en el envoltorio del equipo.

Así, además y por encima de las máculas deportivas y futbolísticas que ya tiene que arreglar Fernández en este defectuoso Real Zaragoza de fábrica, desde este momento se añade otra dificultad superior que intentar solucionar: la que se circunscribe a terrenos afectivos, humanos, de orden personal, de cariz colectivo, de relaciones humanas dentro y alrededor del equipo. 

Faltan 7 partidos (8 jornadas, contando la próxima en la que no se jugará ante el descalificado Reus). Y con estos bueyes hay que arar. Es necesario limar asperezas. Llevar a cabo actos de conciliación. Intentar un laudo. Procurar la restauración de una paz de mínimos hasta junio. Aguantar los casamientos, en todos los ámbitos, al menos durante 50 días. Porque, como también dijo Víctor en medio del fragor de la noche, "Con estos jugadores nos vamos a salvar y a sufrir hasta el final, estos futbolistas son los que van a alcanzar el objetivo de la permanencia". Ahora, camino de mayo, ya no se puede cambiar nada. Esto es lo que hay. Y es obligado relajar semejantes tensiones ajenas a lo que debería ser el núcleo fundamental del día a día del Real Zaragoza: el fútbol, los resultados y la liga. Los divorcios, por amigables que sean, siempre son sinónimo de ruptura. Y con las cosas rotas, el éxito de cualquier encomienda es dificil de alcanzar. 

Así que, este lunes 15 de abril, es el día 1 después del lío del Alcorcón. A ver hasta donde lleva este caso, todo por el bien general del Real Zaragoza.

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