Real Zaragoza 

El laberinto de Pombo

Un sector de La Romareda silbó la salida al campo del atacante aragonés en el partido del lunes contra el Nástic de Tarragona

R.C.D. MALLORCA - REAL ZARAGOZA / 25/03/2019 / FOTO : TOORU SHIMADA [[[FOTOGRAFOS]]]
Jorge Pombo, en una imagen del encuentro ante el Mallorca.
Tooru Shimada

Durante el partido del lunes contra el Nástic, en cuanto Jorge Pombo cruzó la línea de banda y pisó el césped, desde varios rincones de La Romareda soplaron vientos huracanados y silbidos de censura. Como siempre en estos casos, el ruido siempre suena más que el silencio, por eso es complicado de aplicar unidades de medida, quién aplaudió, quién pitó o quién, simplemente, exhibió indiferencia.

De cualquier modo, fue llamativo, por excepcional y porque siempre es razón de preocupación general que una grada, sean muchos o pocos, cuestione así a uno de los suyos. Pombo no es el primero ni será el último que debe pasar por un trago como éste en el estadio que es su casa, porque, precisamente, estas situaciones, en La Romareda, suelen desencadenarse con aquellos a los que el zaragocismo reconoce como uno de sus hijos. Ejemplo paradigmático de esto fue Cani en sus inicios.

Los silbidos del lunes no son más que un síntoma: Pombo no está bien. Y, como suele ser habitual en el Real Zaragoza, a este proceso se le buscan más los responsables que las soluciones o las razones. Si a Pombo se le pita, no es porque esté jugando mal, sino porque se le valora y se le sabe cuál es su potencial, la verdadera altura de su fútbol: no es tanto una crisis de juego como una crisis de expectativas, en la que han confluido varias causas y elementos de contexto. Desde el mismo carácter y temperamento del protagonista y algunos de sus gestos, al espinoso asunto de su renovación, pasando por algo que suele pasarse por alto y resulta, quizá, el corazón del problema: cómo lo utilizan sus entrenadores.

Hay un punto de partida en este laberinto de Pombo: es mucho mejor futbolista de lo que está mostrando en los últimos cuatro o cinco meses. «Por condiciones, quizá sea quien tenga más posibilidades de la plantilla para jugar al máximo nivel. Está, sobre todo, en su mano, que haga ‘click’», admiten entre sus compañeros. «Pombo tiene una facultades técnico-físicas únicas en la categoría. Le pueden servir para llegar a un equipo de la zona medio-alta de Primera. Pero debe mejorar la toma de decisiones y los conceptos tácticos», describen en la secretaría técnica de un club español. «Todos los jugadores tienen momentos a lo largo de la temporada. Sin excepción. Siempre hay altibajos. Los grandes, grandes, grandes... son los que tienen mucha regularidad y juegan bien todos los partidos. Pero esos son muy pocos en el mundo. Y esos, no los tenemos nosotros, es evidente», dijo el lunes Víctor Fernández al tratar la situación de Pombo. «Esperemos que le salgan las cosas pronto. Y que no tarde muchas semanas en recuperar ese nivel. Porque está jugando todos los partidos. Todos los partidos. En todos los partidos está teniendo participación», añadió.

Pombo empezó como un tiro la temporada, con Imanol Idiakez. Iba como un avión, compartiendo delantera junto a Marc Gual en esos primeros partidos de liga. Todo comenzó a torcerse en cuanto el técnico trató de meter con calzador a Álvaro Vázquez para juntar a los tres delanteros: Pombo pasó a la mediapunta del rombo y por ahí comenzó a torcerse todo…

La posición de Pombo

Una de las lecciones que dejó la temporada pasada fue la transformación de Pombo. Crecido como centrocampista, dio un paso más, evolucionando hacia delantero o atacante. Natxo González gestionó este proceso, aplicando, eso sí, la teoría del palo y la zanahoria en el primer tercio del campeonato: le fue dando minutos, lo sacó del equipo, lo mandó a la grada, lo volvió a meter en el campo… Pombo acabaría por explotar como delantero en el sistema 4-4-2 en rombo de Natxo, escoltando a Borja Iglesias y concretando su radio de acción, sobre todo, al sector izquierdo del ataque. Ahí, sus virtudes se inflamaban, con su mortífera diagonal, su sentido asociativo y su explosividad cerca del área. Sus números fueron muy concluyentes: 7 goles (contando Copa), 5 asistencias y varios penúltimos pases que acabaron en gol.

Este año, en cambio, ha predominado un Pombo mediapunta, con extrema libertad. Acercándose al balón en lugar de esperándolo donde verdaderamente hace daño a las defensas rivales. Víctor Fernández también ha insistido en esto, una cuestión crucial a la hora de valorar el nivel del futbolista Si no juega en su posición óptima ni tiene las herramientas tácticas precisas, no puede rendir igual que hace unos meses.

Como es obvio, sus números también se han resentido: 3 goles y dos asistencias son poco fruto para un mediapunta. Víctor, el lunes, centró la responsabilidad en Pombo: «Tendrá que recuperar su mejor versión. Porque eso, en definitiva, siempre depende del jugador. También de la ayuda de los compañeros y del entrenador, pero siempre es el jugador el que tiene que dar el último acelerón. A Pombo lo tendremos. Lo esperamos. Pero ahora tenemos a Soro y a Biel con mucho hambre. Y a mí me da igual. Todos me van a ayudar a ganar», señaló. Y concluyó: «Soro y Biel han sido hoy un ejemplo de unos chicos con un hambre, unas ganas, una verticalidad, una capacidad de desmarcarse, de ir a buscar al defensor... que es algo que necesitamos mucho en este equipo. Y Pombo también es capaz de hacer eso. Pero ahora no le está saliendo».

Como consecuencia de este desgaste futbolístico y deportivo, se ha llegado el desgaste personal. Pombo es, según quienes le conocen, un chico inquieto, extrovertido, con una personalidad acusada, pero también «algo especial». Este ímpetu le ha jugado ya alguna mala pasada, como aquel episodio del pasado mes de diciembre a la salida de La Romareda con algunos aficionados. Aquello, por cómo se trató y cómo se interpretó, le pasó factura a nivel de vestuario. El tiempo ha diluido lo sucedido. Pero, como es natural, en esta encrucijada, el carácter de Pombo es otro elemento a considerar. Al igual que su renovación. Ni él, con un cambio de agencia de representación -con lo que ello conlleva-, ni el club, han gestionado con delicadeza un asunto que se ha enquistado de tal modo que, aunque no lo quieran las partes, acaba infiltrándose en el rendimiento y la normalidad deportiva. Ahora, las exigencias de Pombo están alejadas de los planteamientos del club, de acuerdo a la relación coste-rendimiento.

Un laberinto en el que la salida es cosa de todos: futbolista, club, entrenador, compañeros y grada.

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