El Almería, rival que hundió el suelo al ilusionante Real Zaragoza de Idiakez

Aquella tarde de septiembre el equipo aragonés era 4º tras un buen inicio de liga y aspiraba a ser 2º. Dos fallos individuales, de Grippo y, sobre todo, Papunashvili, arruinaron su partido e iniciaron el declive.

Papunashvili se lamenta desde medio campo tras ver cómo el Almería había logrado el 2-1 después de un error suyo en una contra que debió ser el 1-2 en el minuto 87.
El Almería, rival que hundió el suelo al ilusionante Real Zaragoza de Idiakez
Carlos Barba

Domingo 16 de septiembre pasado. 18.30, sol, calor, todavía verano. El Real Zaragoza jugaba en Almería su partido de la 5ª jornada. El equipo aragonés, bajo la batuta de Imanol Idiakez, llegó al estadio de los Juegos Mediterráneos en 4ª posición en la tabla. Su contrincante, el Almería, había empezado fatal la liga y solo sumaba un punto de los 12 y era penúltimo, envuelto en un ambiente de presión prematura y decepción generalizada. El equipo zaragocista venía de bordar el partidazo de la temporada, aquel 0-4 en Oviedo que llenó de esperanzas e ilusión a todo el mundo en el entorno blanquillo. Además, había ganado 2-1 al Rayo Majadahonda en el arranque liguero 28 días antes; y había empatado, 0-0 en Reus y 1-1 ante Las Palmas en La Romareda, por lo que sumaba 8 puntos y estaba invicto en el primer mes de competición. 

Sin saberlo nadie, sin siquiera advertirlo el más sabueso de los analistas del día a día zaragocista, aquella tarde sureña en la ciudad almeriense iba a significar el punto negativo de inflexión de la grumosa temporada 2018-19 del Real Zaragoza actual. Porque el equipo aragonés cayó abatido de mala manera, por 2-1, fruto de sus propios errores, individuales y colectivos, lo que repentinamente generó una espiral de dudas, críticas, reproches, búsquedas de culpables y malas praxis internas que desembocaron de manera súbita en una marejada progresiva que llevó al proyecto a un declive irremediable con el paso de un trimestre desde aquella tarde de autos.

El Almería, próximo visitante de La Romareda y siguiente adversario que aguarda el Real Zaragoza (el domingo, a las 20.30), es por lo tanto el rival que, de manera casual e impensada, hundió el suelo al ilusionante Real Zaragoza de Idiakez. Lo hizo ganándole un partido de baja estofa futbolística en líneas generales, feo de ver, pero que tuvo en su mano el equipo aragonés después de haber empezado perdiendo y... finalmente, acabó regalando a los locales por culpa de dos fallos garrafales en momentos clave.

Dos fallos individuales, uno flagrante de Grippo y, sobre todo, el último de Papunashvili, arruinaron aquel posible triunfo zaragocista en Almería. El del central suizo tuvo lugar en el minuto 64, cerca ya del minuto 20 de la segunda mitad, pues significó la ruptura del 0-0 y la tardía puesta en ventaja de los andaluces. Grippo se marcó el tanto en propia puerta. Y lo hizo en una desgraciada acción de rebote después de una parada de Cristian Álvarez en un mano a mano ante el delantero local Álvaro Giménez. La gravedad del asunto fue que a Giménez el balón se lo regaló Grippo al intentar un regate imposible saliendo desde atrás con la pelota y siendo el último de la zaga zaragocista. Una decisión suicida que trajo una fatal consecuencia.

Y el yerro que puso la guinda al desaguisado del Real Zaragoza en aquella dura tarde de Almería lo firmó Papunashvili en el minuto 87, cuando el duelo ya encaraba su recta final. Había empatado el equipo zaragocista por medio de Lasure en la reacción inmediata al primer tanto rojiblanco, apenas 2 minutos después del 1-0. Y, en ese recuperado equilibrio en el marcador, el partido estaba abierto a cualquier desenlace. Papunashvili jugaba sus primeros minutos en liga después de pasarse toda la pretemporada en blanco por una lesión muscular. Había regresado tres días antes, y como titular, en el partido de Copa del Rey que el Zaragoza había ganado al Deportivo de La Coruña en La Romareda (2-1), con golazo incluido.

En Almería, Idiakez lo metió en danza en el minuto 56 en el puesto de M. Gual, que para entonces ya daba muestras de ansiedad y malas decisiones en los remates (aún no había visto puerta). Y Papunashvili, afanoso por ganarse el favoritismo del cuerpo técnico, quiso abarcarlo todo. Ya había dado un par de veces, antes de la jugada clave, síntomas de individualismo en la culminación de sus acciones de ataque. Y, en el momento de la verdad, el georgiano la lío. El Zaragoza montó una contra el superioridad sobre el Almería tras un córner despejado en el área zaragocista. Iban 5 jugadores blanquillos contra 3 defensores almerienses. Papunashvili eligió mal, fatal, y perdió el balón. No vio a Benito, que le doblaba por la banda derecha. Ni a Lasure, que entraba solo como una bala por la banda izquierda, solo por completo. Tampoco a Álvaro Vázquez, por el centro. Ni a Aguirre...

De la contra que pudo y debió ser el 1-2, el triunfo zaragocista y, con él, la vuelta a la 2ª plaza de la clasificación que ya se había ocupado un par de semana antes, la cosa acabó en todo lo contrario: la consumación del 2-1 a favor del Almería. Porque Corpas se encargó de marcar ese tanto después de que Chema sí que desarrollase perfectamente la contrarréplica almeriense tras la pérdida pueril de Papunashvili. Un castigo tremendo para errores tremendos. Un final lacerante que, sin que nadie fuera capaz de anticipar entonces, trajo a medio plazo consecuencias terribles en el seno deportivo  del Real Zaragoza.

Ya nada fue igual desde esa noche. Una agria rueda de prensa del entrenador. Caras largas y torcidas de los futbolistas en la zona mixta. Silencio monástico en el autocar del equipo. Un viaje de vuelta cargado de bombo y percusión. En la siguiente jornada, el Lugo ganó 0-2 en La Romareda y se paseó ante un Zaragoza desdibujado. Las victorias desaparecieron del repertorio. Empates con el Albacete, en casa con el Osasuna; derrota en Soria; otra más en Copa frente al Cádiz como locales... el equipo se olvidó de jugar al fútbol. Fue como una trepanación colectiva. El área deportiva pasó al estrellato mediático. El rombo se erigió en la figura geométrica de la que más se hablaba en Zaragoza, en los taxis, las carnicerías, los bufetes de abogados, los bares y cafeterías, las peluquerías de señoras...

E Idiakez perdió su silla tras otro patinazo frente al Tenerife, cruel, con un empate en el minuto 95 de los canarios. El Real Zaragoza entró en barrena en la clasificación y en el medio ambiente interior. El siguiente entrenador, Lucas Alcaraz, lejos de arreglar las cosas, se mostró incapaz de encarrilar de nuevo a todos los sujetos protagonistas (de dentro y fuera del campo) en la senda de la razón. Y en sus apenas 8 semanas al frente del equipo, éste se le cayó a la 20ª posición en la tabla. La cola, el infierno, el temor a la muerte. Hasta que apareció el tercer inquilino del banquillo, Víctor Fernández, días antes de la Navidad, y empezó a reparar lo que iba para siniestro total. Y así se ha llegado a la fecha de hoy, en el final de febrero, con el Zaragoza 15º clasificado y lejos de los anhelos del plan de la SAD cuando el curso arrancó.

Pues bien, todo esto, empezó en Almería. Y ese Almería, que aquel día era penúltimo con solo un punto, ha ido en sentido inverso al Real Zaragoza en el devenir de su año lectivo. Y ahora llega a La Romareda viento en popa y a toda vela: 10º en la tabla, a solo 4 puntos de la Promoción de ascenso. Así se escribe la historia en el fútbol profesional. Todo es cambiante, nada es perenne. Por cierto, para los amantes más acérrimos de la superstición: en el episodio de Almería, el Zaragoza vistió un uniforme de un solo uso, por la terquedad de la Liga de Fútbol Profesional, de color amarillo fosforescente de arriba a abajo, cantarín a más no poder.

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