El Zaragoza se extravía en Almería y cae 2-1 en la recta final de un mal partido

Corpas liquida a los de Idiakez en el 87. Lasure había empatado el gol inicial de Grippo en propia puerta. Primer chasco de la temporada de los aragoneses.

Partido Almería - Real Zaragoza
Partido Almería - Real Zaragoza
Carlos Barba

De la gran secada a la gran remojada, y viceversa. Dicho aragonés que rebrota en el día a día del Real Zaragoza tras lo vivido este domingo en Almería. Del éxtasis de Oviedo al bofetón del partido jugado una semana más tarde en tierras andaluzas. Derrota lacerante del Real Zaragoza en el campo de los Juegos Mediterráneos, consumada a falta de 3 minutos en una acción lamentable de Papunashvili que sirvió de guinda negra a una tarde torcida de los de Idiakez, extraviados por completo de principio a fin. Antes, Grippo había regalado el primer gol local. Ni el Zaragoza supo ponerse por delante en la hora larga de partido donde dominó a un timorato adversario, ni al final supo mantener el 1-1 que había logrado Lasure en una jugada aislada nada más adelantarse los anfitriones en el tanteador. En global, el Zaragoza se hizo acreedor, por sus propios deméritos, a este primer chasco de la temporada.

Mala, lenta, espesa, insustancial fue toda la primera mitad del partido. Se jugó al trote, quizá por el envoltorio del calor que azotó Almería a tan temprana hora de una tarde aún demasiado veraniega en el sur de España, pero tal vez porque ninguno de los dos equipos apostó en ningún momento por adoptar un ritmo más alto. En un estadio mudo, un teatro abierto, con escaso público, sin presión ambiental, el fútbol es en este estadio un aburrimiento si nadie aporta cierta dosis de ambición. Ni almerienses ni zaragocistas lo hicieron hasta el descanso. Los locales, atrás a verlas venir y a contraatacar con cuentagotas y sin acierto jamás en el pase final. Los aragoneses, dominando y sobando la pelota en terrenos baldíos, con media docena de penetraciones con intención que Álvaro Vázquez y, sobre todo, un desafortunado Marc Gual, no culminaron nunca convenientemente.

El Real Zaragoza no se pareció en nada al brillante de Oviedo hace una semana. Fue mucho más cercano al cicatero, especulativo, comodón y romo de Reus en aquel decepcionante 0-0 de la 2ª jornada. Cayó, con el paso de los minutos, en la trampa del conformismo al ver que, sin apurar demasiado las tuercas, mantenía la pelota en su poder, tenía maniatado a un pobre Almería y, de vez en cuando, le surgía una jugada en el área de René con opción de adelantarse en el marcador. Ese engaño lo llevó al 0-0 del intermedio, echando a perder demasiados minutos de superioridad futbolística. Como en Reus, cabe insistir.

Álvaro Vázquez amagó el primer gol en el minuto 5, cuando todo estaba aún por romper a hervir. Quebró a Ibiza en el área y remató cruzado forzando al portero local a hacer una gran intervención con ambas manos. Zapater, en un córner de rosca cerrada en el 21 metió el siguiente susto a la parroquia local, pues el guardameta René erró en su despeje de puños y envío el balón hacia atrás, teniendo que rectificar prácticamente sobre la raya de gol. Podía haber sido un tanto de charlotada.

Y para rematar los primeros 45 minutos llegaron las dos ocasiones de Gual. Del desdichado Gual. En el 33, remató desde la frontal del área, fuera rozando el palo derecho. Y, por encima de cualquier otra acción del primer periodo, quedó en la retina de todo el mundo el estrepitoso fallo del catalán a centró de Benito en el 35, tras jugadón por la derecha con Zapater. El pase atrás era medio gol, una asistencia al área pequeña para que Gual empalmara a quemarropa en carrera. Pero culminó la acción como un niño de 3 años, un tirito flojo a la zona donde René se sentía ya batido. La gente de Almería resopló de alivio ante semajante pifia.

Atrás, el Zaragoza apenas sufrió. Un disparo lejano de Yan Eteki en el minuto 16 que atrapó bien Cristian Álvarez fue toda su producción ofensiva. Varios fuera de juego claros, un par de piscinazos de su ariete, Álvaro Giménez, que se las tuvo tiesas con Verdasca, y nada de nada más. Un equipo, el andaluz, sin aristas afiladas. Plano en toda su fisonomía.

Hombres como Igbekeme, Lasure, el citado Gual… estuvieron demasiado desaparecidos. Idos del partido durante mucho tiempo. Pombo no tuvo la inspiración de días atrás, como Ros, muy grumoso con la pelota. Solo Zapater y Benito inventaron cosas, y solo Álvaro Vázquez, al principio, dio señales de peligro arriba. Muy poco bagaje para ganar un partido, aunque en frente haya un adversario tan poco pujante como el Almería actual.

Idiakez cambió una pieza en el descanso. Dejó en la ducha al desconocido Igbekeme, que no dio una a derechas, y metió a Buff en busca de algo de toque en la línea creativa. Falta hacía como el comer. La puesta en escena del segundo acto arrancó con una nueva penetración de Benito (convertido ya en el mejor atacante del equipo, todo un síntoma) que remató en el otro lado del área Lasure, el otro lateral, pero la pelota acabó en córner tras golpear en el cuerpo de Saveljich.

Pero, a diferencia de lo visto hasta entonces, el Almería ya no se quedó todo el rato atrás. Como local, tenía que arriesgar algo ante su público, buscar algo más que un rácano 0-0 que, en su situación en la cola de la clasificación, no le servía de mucho. Y Juan Carlos, el mediapunta, que es de lo más potable de este equipo, avisó por dos veces de que en los rojiblancos había un hilo de vida. En el 55, con un centro-chut que rozó la escuadra más lejana. Y en el 57, tras un error monumental en el centro de la zaga, solo mano a mano ante Cristian Álvarez, al que le entregó incomprensiblemente el balón en las manos con el gol cantado ya por el estadio entero.

Idiakez sacó del campo enseguida al aturullado Gual, en el minuto 58. Más de media hora tenía Papunashvili para mejorar sus prestaciones ofensivas. Los andaluces también movieron el banquillo y Fran Fernández sorprendió retirando a Juan Carlos para introducir al Chema, un canterano más ofensivo. Pero atinó el técnico local. Reactivó su ataque y rápidamente llegó el 1-0 que ponía en evidencia al raquítico Zaragoza. Se lo metió, para mayor dolor, Grippo en propia puerta, en el minuto 64, tras un error del propio central suizo que dejó solo a Álvaro Giménez ante Cristian Álvarez. El portero taponó su remate, pero el rebote le dio en las piernas a Grippo y enfiló las redes. Una desgracia, un error mayúsculo, un castigo tal vez merecido a tanta falta de iniciativa de los zaragocistas.

Tocaba remar, había que rectificar en tan solo 25 minutos lo que se había estropeado paso a paso durante más de una hora de deficiencias diversas. Y, menos mal, el Zaragoza encontró el parcheo con suma celeridad. Apenas dos minutos después, Lasure se entrenó como goleador anotando el 1-1 en una buena jugada con pared con Pombo, que revivía a los dos canteranos de un partido de suspenso. En el 66, por lo tanto, todo volvía al punto de partida sin saber exactamente cómo. El Zaragoza cogió a contrapié al Almería en mitad de su euforia por el gol inicial, tan inesperado para todo el mundo.

No obstante, los andaluces ya se había descarado y, al 1-1, respondieron con empuje atacante. El final del partido fue otra película bien dispar al feo primer tiempo. Y Álvaro Giménez, el ariete local, falló lo infallable en el 71, a puerta vacía, en un pase atrás de Corpas en un nuevo agujero negro en la defensa zaragozana. Le dio al aire, el balón le pegó en el tobillo de apoyo y se marchó hacia fuera, como pudo  haber ido dentro. Ahí la fortuna se alió con los de Idiakez, que no acabaron de despertar pese a que el 1-1 debería haber servido de revulsivo decisivo.

Aguirre sustituyó a Pombo en el último cuarto de hora. Pero el equipo no encontró la sintonía del dominio y fue el Almería el que más buscó el área rival en la recta final del choque. El epílogo a tan rara tarde quedó abierto a cualquier cosa. Mal lo hacían unos, igual de mal los otros. No fue un combate de buenos esta vez. Y los almerienses, como se veía venir hacía rato, fueron mejores a la hora de la verdad. El culpable del 2-1, que llegó en el minuto 87, fue Papunashvili al borde del área local. Sí, aunque suene raro. El georgiano se emborrachó de balón en un contragolpe perfecto de Aguirre, no pasó a Álvaro Vázquez, o a Lasure, o a Benito, que lo acompañaban en superioridad. Y de lo que pudo ser el 1-2, fue la catástrofe. Regaló la pelota al Almería, Chema salió al abordaje del área zaragocista, asistió a Corpas y éste colocó el balón por alto en las mallas de Álvarez. El rejón de muerte para los zaragocistas estaba clavado en todo lo alto. Ni siquiera el afortunado 1-1 lo supieron aguantar. Una pena grandiosa. Una sensación de fracaso, un año más, en este gafado campo almeriense.

Ficha Técnica

UD Almería: René; Romera, Saveljich, Juan Ibiza, Andoni López; De la Hoz, Yan Eteki; Corpas, Juan Carlos (Chema, 61), Rioja (Narváez, 76); Álvaro Giménez (Sekou, 82).

Real Zaragoza: Cristian Álvarez; Benito, Grippo, Verdasca, Lasure; Javi Ros, Zapater, Igbekeme (Buff, 46), Pombo (Aguirre, 78); Marc Gual (Papunashvili, 58) y Álvaro Vázquez.

Árbitro: Areces Franco (Comité Asturiano). No mostró tarjetas.

Goles: 1-0, min.64: Grippo, en propia puerta. 1-1, min. 66: Lasure. 2-1, min. 87: Corpas.

Incidencias: Tarde de calor pesado, con 33 grados y ambiente muy húmedo. El césped del estadio de los Juegos Mediterráneos presentó un aspecto irregular. En las gradas hubo alrededor de 7.000 espectadores.

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