Natxo, contra su obra

El Zaragoza busca asentarse en la zona de promoción con una victoria contra el Reus, equipo sólido y difícil como local. Natxo González, sancionado, retorna al estadio en el que dejó huella y legado

Buff y Papunashvili, en el entrenamiento en la Ciudad Deportiva.
Buff y Papunashvili, en el entrenamiento en la Ciudad Deportiva.
Toni Galán

Al Reus casi nadie le da relevancia en esta categoría y en este momento, pero, bajo su piel de equipo humilde, austero y familiar, se esconde un hueso duro de verdad. Una escuadra con mucho mérito y con un sello colectivo muy reconocible desde que la pasada temporada se estrenó en el fútbol profesional de la mano de Natxo González, ahora técnico del Real Zaragoza. Que el Reus de esta campaña sea prácticamente un sucedáneo exacto del pasado, con sus mismas fortalezas y sus mismas debilidades, pese a perder a su padre inspirador, habla mucho y bien de club tarraconense: refleja una identidad, un respeto a la herencia de Natxo. Un intento de alargar el proyecto enriqueciendo el legado dejado por el ahora entrenador del Real Zaragoza, que visita el Estadi Municipal (21.00) sabiendo mejor que nunca lo que se encontrará delante.

Esta es sin duda la historia que condiciona el partido. El regreso de Natxo González, aunque lo hará sancionado, encerrado en una cabina de radio, al lugar que le puso en un sitio aventajado dentro de los banquillos del fútbol profesional y donde sembró una semilla que aún florece. El Reus que se encontrará el Zaragoza tiene mucho que ver con el Reus que dejó en herencia Natxo a Aritz López Garai, ahora entrenador y hace un año mediocentro de contención del entramado colectivo de Natxo. El técnico del Zaragoza se encuentra así con su obra. Y esto introduce factores y elementos singulares en la preparación y planteamiento del encuentro. Todos se conocen íntimamente: Natxo sabe a la perfección cómo son los jugadores del rival. Y el Reus, sus futbolistas y cuerpo técnico, intuyen por dónde y cómo puede salirles el Zaragoza. Una partida de ajedrez con muchos rasgos de partida de póquer: un as en la manga puede ser determinante.

El Zaragoza se mide a un Reus que ha cambiado solo en matices y detalles respecto al año pasado. Sigue siendo una roca hermética, encaja muy poco, en su estadio solo ha recibido 10 goles en 18 partidos y suma seis jornadas consecutivas allí sin que le hagan gol. Pero también, como el año pasado, es un equipo con menos recursos en el frente ofensivo, sufre para marcar (suma 27 tantos, solo el Sevilla Atlético ha anotado menos). Esto se traduce en un equipo al que le cuesta ganar, pero al que también cuesta mucho tumbar (con 14, es el rey del empate). Ahora tiene un delantero corpulento y muy concreto, Lekic, que determina los modos de atacar del Reus en comparación con la pasada campaña. Pero, casi todo lo demás, es muy similar. Y ese casi todo incluye los rasgos colectivos, el juego sin balón. El Reus mantiene las esencias posicionales de Natxo: su sistema de ayudas y coberturas, sus mecanismos defensivos, su distancia entre líneas y futbolistas, su armonía estructural…

López Garai, a tres puntos de sentenciar la permanencia, tiene tres bajas por lesión (Migue, Querol y Ricardo Vaz) y Mayor por sanción. Recupera, en cambio, dos piezas clave, el central Olmo y el delantero Lekic. En el Zaragoza, no se anuncian grandes novedades nominales. El equipo está ya hecho, aunque Natxo planea alguna pincelada. La entrada de Ros por Zapater es la más factible. También existe la opción de que Toquero pueda entrar por Pombo. El resto será lo sabido.

Una victoria es oro molido para el Zaragoza. Se habla del tramo final, el Sporting y el Cádiz, pero este partido es el que puede darle sentido a todo. Con 61 puntos con 15 por jugarse, tomando en consideración los cuatro duelos directos que hay arriba esta jornada, el Zaragoza se asentaría en la promoción, con un colchón de seguridad y con el viento de cola hacia el objetivo. Pero debe ganarle al Reus.

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